POR JOSÉ ANTONIO FIDALGO SÁNCHEZ, CRONISTA OFICIAL DE COLUNGA (ASTURIAS)
En Lastres, que es Villa y Puerto en el concejo colungués, distinguimos tres tipos de sardinas: «les SARDINONES», si son de tamaño grande; » les SARDINES», propiamente dichas, de tamaño mediano; y «les PARROCHES o PARROCHINES» si son pequeñas. A estas en Galicia y comarcas asturgalaicas también las denominan XOUBIÑAS.
Recuerdo, siendo yo joven, a las pescaderas lastrinas con su barcal en la cabeza lleno de pesca, asentado sobre un «ruenu», y corriendo para llegar las primeras a la villa de Colunga y vender bien su mercancía.
La pregonaban a voz en grito diciendo: ¡Sardines, sardines fresques! ¡Sardinones! ¡Hala, que son de lacarreraaaa! ¡Hala, que vienen bullendooo!
¿Por qué llamamos PARROCHA a la sardina pequeña?
El profesor Emilio Barriuso opina que esta palabra se relaciona con la latina «parricus», con significado de bandada o rebaño, que, en cierto modo, define la costumbre gregaria de las sardinas al agruparse en «bancos de pesca» que por Colunga decimos «báramos».
A decir verdad esta es la interpretación culta de un catedrático de Lengua y Literatura, como fue el prof. Barriuso.
Pero los que somos «obsesos sexuales consecuencia de la dictadura franquista», hemos encontrado otra respuesta al problema.
Según mis referencias, en algunas comarcas gallegas llaman «parrocha» a los genitales femeninos y «lavar la parrocha» es «lavar los bajos íntimos»; cosa que se hacía antiguamente, cuando en las casas rurales no había agua corriente, en palanganas o en BARCALES como los que las pescaderas utilizaban para llevar y vender sardinas.
En fin, «ustedes mismos»; que es frase muy de moda e ignoro su significado.
El mejor modo de preparar parrochines en pasarlas por harina y freírlas en aceite bien caliente. Hay personas, como yo, que prefieren freírlas enteras con su cabeza y tripeo; otras gustan de eliminarles la cabeza y vísceras. Otra vez, «ustedes mismos».
Hoy, saliendo de la costumbre, las prepararemos de otro modo.
Con cebolla, pimiento verde, pimiento rojo, ajo, calabacín y tomate (y, por supuesto, aceite de oliva) haremos un pisto al modo acostumbrado y lo «bautizamos» con un «asperge me, Dómine» de fino andaluz.
Aparte, evisceradas y limpias, pasamos por harina las parrochas ya saladas y, bien fritinas en aceite, las incorporamos al pisto.
Dan unos hervores y … ¡tira, que libres!
NOTA.- Me temo que este plato sería inmediatamente descalificado en cualquier certamen de pinchos y tapas ( los críticos dirán que es ordinario, basto y nada creativo ) y, por supuesto, nunca estará en la carta de restaurantes con estrellas del firmamento gastronómico. Si lo aconsejamos aquí es porque… ESTÁ DE LLAMAR LA ATENCIÓN. No lo duden.