POR PEPE MONTESERÍN, CRONISTA OFICIAL DE PRAVIA (ASTURIAS)
Aquellos viajes transoceánicos en avión, doce horas entre fumadores, sin importar que el compañero de asiento nos hablara detrás del humo que filtraban sus pulmones, y el humo se mezclara con el pollo que las azafatas servían para cenar…, aquellas borracheras hasta las tantas, en las sidrerías de Colloto, antes de coger el coche, cuando nos abrazábamos los amigotes para entonar el vals que anunciaba la creación de una línea de ferrocarril a Mieres para transportar antracita con la sospechosa finalidad de calentar a las mujeres (nada decía de los niños), aunque una reflexión de última estrofa, como si el alcohol nos iluminara o destiláramos nuestra propia cogorza, denunciaba la inutilidad de ese servicio y concluía que las mujeres podían calentarse sencillamente viendo jugar al balón… Mi nostalgia congénita no me impide reconocer el desmesurado prestigio del pasado.
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