EL CRONISTA, JUAN JOSÉ LAFORET, APUNTA CUATRO IMPORTANTES FASES EN LA VIDA DE ESTE PARQUE, QUE HA PASADO POR MUCHAS «REFORMAS PUNTUALES» PARA TRATAR DE QUE EL SOLAR ENCAJARA EN LA TRAMA URBANA DE UNA CIUDAD CADA VEZ MÁS LIGADA AL MAR
El parque de Santa Catalina presenta una renovada imagen entre las calles de Luis Morote y Ripoche, primera fase del proyecto de mejora que ha iniciado el Ayuntamiento capitalino para devolver a este espacio público el protagonismo que tuvo en la década de los años 50 y 60 del siglo XX. El parque, ligado estrechamente al Puerto, a cuyo amparo surgió, ha pasado por varias transformaciones. La más importante la de la década de los 90 del siglo pasado, que estrechó aún más el camino del muelle a Las Canteras. La nueva remodelación da un giro de tuerca más a esta idea de que la ciudad mire al mar.
Santa Catalina estará en el mes de enero patas arriba. El escenario del Carnaval comenzará a tomar forma tras las Navidades, pero también el propio parque con el inicio de la segunda fase de mejora – proyectado para la segunda quincena del mes- de este espacio público que lleva a cabo el grupo municipal del Partido Popular, y que tiene como eje fundamental unir el Puerto con Las Canteras. Probablemente, será, por así decirlo, la arrancadilla. Porque este emblemático solar urbano, nacido al mismo tiempo que el Puerto de La Luz (1883) va tomando forma al compás de los tiempos, de los políticos que rigen la ciudad y del paisanaje que lo habita.
El pasado viernes se inauguró la primera fase de la nueva reordenación de este peculiar enclave, un escaparate de la ciudad del siglo XXI para los turistas que llegan vía marítima como antaño lo fue para los viajeros de finales del XIX y de principios del XX. Dos imágenes muy distintas de una urbe, que cada vez mira con más entusiasmo al mar, pero que hoy es posible tener al alcance de la mano a golpe de clic con solo entrar en la página web de la Fundación para la Etnografía y el Desarrollo de la Artesanía Canaria (Fedac) y visualizar algunas de aquellas instantáneas de siglos atrás. Como la que retrató José Alonso García en 1904 con la llegada de las tropas en el Ciudad de Cádiz en la que las tartanas y los automóviles se mezclaban con trabajadores y parejas con bastón y sombrilla antes de entrar entre los edificios Elder y Miller para acceder al muelle.
El cronista de la capital, Juan José Laforet, apunta cuatro importantes fases en la vida de este parque, que ha pasado por muchas «reformas puntuales» para tratar de que el solar encajara en la trama urbana de una ciudad cada vez más ligada al mar. La primera de ellas corresponde a su acotamiento parcelario frente al muelle de Santa Catalina -origen del Puerto- a finales del XIX. En la segunda etapa, a principios del XX, la plaza toma ya forma, se plantan árboles y se ajardina. A esa etapa pertenece el inmueble de la Casa Fataga (1920) proyectado por Miguel Martín Fernández de la Torre.
La tercera reorganización corresponde a la década de los 40 del pasado siglo cuando se instala una fuente en el medio del solar reordenando el tráfico y se levanta la Casa del Turismo (1945) ideada también por Miguel y su hermano Néstor, remodelada igual que la Casa Fataga en esta nueva reforma del parque. Posteriormente llegarían las casetas para vender souvenirs, el mini campo de golf y los parterres de piedra volcánica hasta la reforma de principios de los 90. Un verdadero cambio de imagen que provocó un gran debate público durante un periodo de la historia de la ciudad en el que el Consistorio se encontraba en plena ebullición con tres alcaldes en tres años (Emilio Mayoral, José Vicente León y José Sintes Marrero) por los acuerdos y transfuguismos de la época.
En 1994, el Santa Catalina se puso patas arriba. El tránsito rodado se soterraba, se levantaba el pavimento, se reordenaban los jardines y se rehabilitaban los edificios Miller y Elder. La transformación que el parque experimentó se sufragó con el Fondo Europeo de Desarrollo Regional y el resultado es la imagen que hoy las jóvenes generaciones tienen del parque a pesar de que el proyecto se titulaba Rehabilitación y Remodelación del parque de Santa Catalina y Áreas anexas y que el Partido Popular, con el hoy ministro de Industria José Manuel Soria, entonces alcalde de la ciudad, remataría a finales de la década con la instalación de la zona de juegos, el derribo del muro entre Santa Catalina y Luis Morote y una nueva iluminación.
El arquitecto Félix Juan Bordes, uno de los protagonistas de aquel gran cambio que dejó el proyecto por desacuerdos, confiesa que la remodelación nunca se llevó a cabo «en su totalidad» tal y como fue diseñada porque al coincidir con el gobierno tripartito, «cada uno tiró para su lado» y el dinero se desvió a otras obras como la peatonalización de Las Canteras con lo que mermó la calidad del material que se utilizó. Además de no llegar a un acuerdo sobre el uso que se daría a los edificios Elder y Miller, planteados al inicio como un espacio «permeable» de uso social que conectara el Puerto con el parque.
El lavado de cara, principalmente estético y de servicios, que experimenta el parque con esta nueva renovación se asienta sobre un eje de trabajo que es el de ligar la ciudad al Puerto con proyectos que recobren el ambiente turístico que se vivió en épocas pasadas en la capital antes de que el Sur se convirtiera en referente del sol y la playa de la Isla para los foráneos para de este modo reactivar la economía local. Sin embargo, la iniciativa no es nueva.
En 1994, el alcalde socialista Emilio Mayoral (1990-1991 y 1993-1995) ya afirmaba en un artículo en la revista Aguayro , editada por la Caja Insular de Ahorros de Gran Canaria, de que Las Palmas de Gran Canaria tenía que mirar a su litoral marítimo para diseñar un entramado urbano que le permitiera ser una ciudad moderna. Bajo el título de El paisaje del futuro, Mayoral hablaba del proyecto Ciudad-Puerto, que había comenzado con la regeneración de la playa de Las Canteras «y futura ampliación hasta El Rincón, donde se ubica el nuevo Auditorio hasta el Confital, donde prevemos la ejecución del proyecto del recordado César Manrique» y que junto a la renovación de los principales puntos de accesos y una oferta atractiva como lugar de destino para la realización de eventos y congresos permitirán «la promoción de iniciativas comerciales en torno al Puerto de La Luz y de clara proyección internacional». En este paisaje urbano del futuro que se dibujaba también aparecía el parque Santa Catalina como eje vertebrador del proyecto Ciudad-Puerto. «El litoral más extenso de Europa, unido por una red de vías peatonales con el lugar más cosmopolita de la ciudad, el parque de Santa Catalina, que verá a final de año su nuevo paisaje, pudiendo renovar sus aspiraciones a convertirse de nuevo en centro neurálgico de la vida económica de la ciudad», declaraba el que también ocupó el cargo de presidente de la Autoridad Portuaria antes de que el parque cayera de nuevo en el olvido como núcleo de la ciudad.
Cruceristas
El incremento de cruceristas que llegan a la ciudad en los últimos años y la situación de crisis por la que atraviesa el Archipiélago vuelve a relanzar el papel del Puerto como motor de la economía de la ciudad y de la Isla, un papel que nunca perdió. El proyecto Ciudad-Puerto se retoma bajo un nuevo prisma político y, por ende, el papel del parque Santa Catalina como un enclave fundamental para movilizar la actividad comercial, turística y de restauración de la zona del Puerto-Canteras, pero también como referente de eventos sociales y culturales de la ciudad.
No solo se retoca la fisonomía del parque sino que la renovación abarca también a Luis Morote y Nicolás Estévanez en su prolongación con el parque Blanco, que se convierten en dos pasarelas de entrada al parque y que permiten llegar a la playa de Las Canteras sin apenas obstáculos salvo el del tráfico rodado. En esta primera fase de reordenación del parque entre Luis Morote y Ripoche, que ya está a la vista del público, se han ampliado en 500 metros cuadrados las zonas verdes, se han adaptado las terrazas a la nueva ordenanza municipal así como instalado una nueva canalización subterránea de red eléctrica y de riego. Además, se han colocado nuevos elementos de alumbrado más sostenibles, eliminado soportes publicitarios y mobiliario urbano en desuso como cabinas telefónicas y saneado los árboles. Todo esto permite tener una panorámica visual más clara y limpia de ese espacio tanto para los que transitan como para los que se sientan en las terrazas.
Entre las novedades más destacadas, figura la recuperación del diseño de los parterres que había en 1947 y un pavimento ecológico de color rojo, que también se ha instalado en la zona peatonal de Luis Morote para reforzar esa imagen de pasarela entre el Puerto y Las Canteras. El proyecto de esta fase ha costado 300.000 euros, a los que se añadirá otra cantidad similar que se invertirá en la rehabilitación de los jardines y pavimento entre Ripoche y Nicolás Estévanez. Además se remodelará la vía en su unión con el parque Blanco para ampliar la zona peatonal paralela al parque, y se reformará la parte naciente del parque, que costará unos 400.000 euros, financiados por el Cabildo.
Todos estos retoques, aunque pequeños, cambiarán la imagen del parque; que no puede volver a su pasado glorioso por mucho lavado de cara que se haga. El propio Bordes señala que no hay que mirar hacia él sino adecuar el espacio a las necesidades del hombre del siglo XXI «diseñando bien, con rigor constructivista, con buenos materiales y con cierto aire eco de diversidad para que el espacio no se uniforme a otros» porque la heterogeneidad «es lo que entretiene al hombre». «La nostalgia no es buena. Hay que respetar el pasado si éste está bien, pero hay que ir hacia delante, creando espacios para propiciar el encuentro entre jóvenes y mayores. Para contentar al que viene nuevo y la memoria colectiva de los que se van». Y puntualiza que la ciudad «se hace por yuxtaposición de intervenciones» como un ser humano va siendo el que es a costa de «sus errores».
Fuente: http://www.laprovincia.es/ – Lourdes S. Villacastín