POR ANTONIO LUIS GALIANO, CRONISTA OFICIAL DE ORIHUELA
En mis años de estudios de Bachillerato había una asignatura que se llamaba Urbanidad que no era otra cosa que inculcarnos una serie de actitudes en el comportamiento personal y en la cortesanía con los demás, ya fuera en familia o en sociedad, ya fuera en la mesa, en reuniones o en otros tipos de actos. Lo cierto es que aquello, en la mayor parte de mi generación dejó grabada una manera de conducirnos, que hoy en día echamos en falta en la gente joven. Generación ésta, que muchos de sus componentes no terminan de entender el que se ceda la derecha, no política, cuando tropezamos de frente a una persona del sexo femenino o un anciano, que nos levantemos para ofrecer el asiento a una dama, e incluso en no meternos el dedo en la nariz elevando la vista al cielo, como si quisiéramos llegar con el índice a los sesos. Así como dejar pasar galantemente a las féminas o retirarnos suavemente para que accedan primero otros de más edad.
Esto último hace válida la frase: pase señora, o pasen, señores pasen, a modo de invitación para que se introduzcan en un lugar determinado. Palabras que, con más o menos fuerza eran pronunciadas por aquellos que, en la puerta de los barracones de espectáculos de feria incitaban al público a dejar sus cuartos para ver de cerca a la mujer barbuda, o a las siamesas unidas no corporalmente sino por estar introducidas en un mismo traje, o a la odalisca que solo mostraba su cabeza y que por efecto de espejos aparecía sin cuerpo.
Pero, hoy en día, ese pasen señores, pasen, si de algún otro tipo de espectáculo se tratara como los circos políticos, podríamos aburrirnos con el corrupto más grande de la historia, o el hombre poliédrico en cambios de chaqueta o el contribuyente seccionado por la mitad devorado por el fisco. Sin embargo, prefiero aquellos espectáculos de antaño, que por razones de edad no viví, aunque sí conocí a sus herederos en lo que se denominó como el mayor espectáculo del mundo o el mágico mundo del circo. Entonces, en la época de mis bisabuelos y abuelos de niño, el reclamo, en la repetida frase: ¡pasen, señores pasen!, estaba pronunciada por un orondo señor con chistera, vestido con una casaca roja con botones dorados y calzón bombacho blanco, que mostraba su cara enrojecida en la que destacaba un mostacho al estilo inglés o tal vez prusiano.
Era la época en que, a pesar de que existían locales estables para este tipo de representaciones, las compañías recorrían los caminos de la geografía española, deteniéndose de pueblo en pueblo, buscando fechas próximas a fiestas señaladas o a ferias anuales. Entre los locales citados en primer lugar, París había visto inaugurado su Circo de Invierno en 1852, con un edificio proyectado por el arquitecto Hittorff; Madrid, desde 1880 contaba en la Plaza del Rey con el nuevo Circo Teatro Price. Años después, en la capital de nuestra provincia se inauguraba en la Plaza de Balmes, el Teatro Circo Alicantino el 25 de mayo de 1892, que se mantuvo allí estable hasta que fue desmontado y trasladado a Orihuela, abriendo en ésta sus puertas en 1908. Prácticamente, en el último cuarto de siglo del siglo XIX, y primera década del XX, aparecían por Orihuela compañías circenses con el pomposo nombre de `Circo Ecuestre Gimnástico y Acrobático´, en cuyos números predominaban los de equinos, malabaristas, clowns y algunas escenificaciones de pantomimas. De estas compañías nos vamos a detener en la de los Hermanos Wolsi, de los cuales, Casimiro presentaba un número de doma de caballos. Éste aparece actuando en Murcia en mayo de 1873 en la compañía de la Viuda de Garnier e Hijo, junto con una hermana suya trapecista. En 1877, en el circo ecuestre dirigido por Emelie Garnier, lo encontraremos en el programa que se representó en la vecina ciudad el 12 de agosto, actuando «sobre un caballo a gran carrera». El público murciano hacía varios años que no veía en la pista a Casimiro Wolsi, y en septiembre de 1887, se decía en `La Paz de Murcia´ que «notable era cuando hace años le vimos por última vez, pero tanto o más nos ha parecido al verle de nuevo en su ejercicio ecuestre», afirmando que «en el caballo en pelo nos parece que no tiene rival». En este último año, y con motivo de la Feria de Agosto de Orihuela, los Hermanos Wolsi plantaron su carpa en las proximidades de la Glorieta, en tierras del duque de Tamames. La compañía debutó el domingo 14 de agosto, dando dos sesiones, a las cinco y la ocho y media, y estuvieron en nuestra ciudad hasta el domingo siguiente. Su circo, tenía una capacidad para 3.000 personas, presentando unas excelentes «condiciones de ventilación» y una iluminación que se llevaba a cabo mediante «aparatos de luz inglesa».
Sin embargo, la música de acompañamiento, según la prensa local, «no se fija en lo que toca y resulta bastante desagradable». Por otro lado el precio asequible favorecía el que asistiese mucho público a las representaciones, avalándose ello con la circunstancia de que ese año la Feria oriolana no presentó ninguna novedad, salvo la estancia del Circo Ecuestre, Gimnástico y Acrobático de los Hermanos Wolsi. Únicamente la monotonía ferial se rompió por el hecho de escaparse una vaca del mercado de ganados, derribando a su propietario que quedó lesionado y provocando carreras y sustos entre los transeúntes, hasta que fue cazada. El Circo de los Hermanos Wolsi, presentó dos grandes novedades además de los de doma de caballos: los juegos malabares de Venturini y los toros amaestrados del domador Jacinto Romero. Debieron disfrutar nuestros bisabuelos y abuelos niños, ese año, además de demostrar su urbanidad cediendo el paso a las damas, cuando el señor del mostacho pregonaba su «¡pasen, señores pasen!».
Fuente: http://www.laverdad.es/