POR ANTONIO BOTÍAS SAUS, CRONISTA OFICIAL DE MURCIA
Quieren convertir los pasteles de carne, ese crujiente monumento gastronómico, en Bienes de Interés Turístico. No es mala idea. Ya son, sin duda, uno de los principales atractivos turísticos de la ciudad. Por eso merecen, más bien, ser un producto con Indicación Geográfica Protegida. O Bien de Interés Cultural, esto es, la categoría máxima del reconocimiento. Les llaman BIC, como los bolígrafos de toda la vida.
La evidente trascendencia social de tan rico manjar la reconoce cualquier murciano. Y hasta un esquimal lo aprende en cuanto lleve dos semanas asándose en esta tierra.
–Y quien parte y reparte se lleva la mejor parte, que para algunos es la del chorizo.
Eso también. Otro de los requisitos para ser un Bien de Interés Turístico es demostrar una «antigüedad mínima acreditada de 10 años» y continuidad en el tiempo. Si tiempo se exige, nuestros ‘pastelicos’ ya se disfrutaban en la Edad Media. Siglos ha. Incluso atesoran su propia ley: unas ordenanzas que regulan la elaboración, dictadas en 1695 por el Rey Carlos II. La condena por incumplirlas era el destierro.
En su día, Huermur propuso nombrarlos BIC, la Comunidad se negó y la cosa acabó en un juzgado. La jueza dio la razón en 2022 a los funcionarios. Su señoría sentenció, textualmente, que el pastel no tenía nada de bien inmaterial, «al no inscribirse en ningún ritual o costumbre ni ser símbolo de identidad o actividad social, ni impregnar los ámbitos de la vida regional».
A menos que fuera una esquimal afincada anteayer en Murcia, su señoría se metió en un bancal. Y no de habas. Le llovieron las críticas. El pastel define al murciano, le guste comerlo o no, que cada cual tiene sus apetencias. Presente en tantas fiestas y reuniones sociales es, como ya lo describía Tornel hace un siglo largo, «capricho para el rico y apaño para el pobre».
La jueza terminó de arreglar la cosa tras concluir que «tampoco es un alimento talismán». ¿Y qué demonios es un alimento talismán? Eso sí, en algo tenía razón: el pastel no tiene nada de inmaterial. Aunque tenga mucho de celestial.
Basta ver cómo lo parten en cuatro trozos, innegable ritual, para que a uno se le caiga la baba. Con solo sentirlo crujir entre los dientes, cuando el primer bocado explota de sabores en la boca, cualquiera comprueba que igual no impregnará los ámbitos de la vida regional. Pero sí que impregna, y sabrosamente mucho, la vida personal de cada quisque.
Pese a todo, tampoco está mal ensalzar un producto tan icónico que en muchos obradores bordan, pongo por caso Bonache, Zaher, Roses, Megías, Ricardo, Espinosa, Luis Miguel, La Gloria del Palmar, Jiménez de ‘Bacon Bridge’ o Fernando de Sangonera.
–¿La Verde o la Seca?
–La Verde.