POR JOSÉ ANTONIO FIDALGO SÁNCHEZ, CRONISTA OFICIAL DE COLUNGA (ASTURIAS)
Decía el viejo refranero que «Por Todos los Santos, la nieve en los altos». Y como siempre, aunque con retraso de días, se cumplió el pronóstico: lluvia, vientos, nieves y frío invernal en el Cantábrico.
Para combatir esta situación, preludio de catarros y de gripes, nada mejor que uno de esos platos que llaman «de cuchara», calentín y caldoso, pero «sin salirse del presupuesto», que la Navidad está a la puerta.
Yo preparé, así como quien no quiere la cosa, «unes patatines con langostinos» que me recordaron citas literarias, poéticas y hasta históricas.
Porque la patata, llegada a Europa vía Sevilla en 1542, quiso ser alimento para gentes acogidas en el Hospital de Caridad, de Sevilla, y no fue aceptada como tal alimento. La Guerra de los Treinta Años, en Europa, y los esfuerzos de Parmentier, en Francia durante el reinado de Luis XVI, empezaron a convertir en producto de cocina lo que se utilizaba como planta ornamental. En España fue introducido su consumo en los finales del XVIII y comienzos del XIX, con fuerte oposición del clero, pues denominaban a tan rico tubérculo como «raíz del diablo».
¿Por qué raíz del diablo?
Antes los «fieles cristianos» colaboraban con sus «diezmos y primicias» al sustento de la Iglesia. Se entendía por primicias los primeros frutos de las cosechas, siendo éstos los producidos por las plantas SOBRE LA TIERRA… y como las patatas son SUBTERRÁNEAS pues los agricultores negaban esa colaboración. Forma de combatir el caso: anatemizando el producto.
Recuerdo también unos versos dedicados a las berenjenas que bien pudieran ser aplicados a las patatas:
«En una mesa muy reducida,
con un cariño de fuego lento,
de los que ofrecen toda la vida
paz y ternura, calma y contento,
todos los platos saben a gloria,
ya guarnecidos con macarrones
o con rodajas de zanahoria,
o con almejas o CAMARONES,
pero en familia, libres de penas,
son celestiales las berenjenas»
Pues aquí en Asturias, en mi Colunga, preferimos permutar las berenjenas por unas sabrosísimas patatas «de guñu azul» ya serenadas en su reposo del «horru».
¿Y los langostinos, camarones, gambas, gambones y similares?
Esos son de importación y congelados. ¡Ye lo que hay!
Así hicimos el guiso.
Eliminamos la cabeza y caparazón a dos docenas de langostinos (tamaño mediano) y freímos esos despojos» en aceite hasta dorar. Añadimos agua y tras unos hervores, aplastando las cabezas con un tenedor, colamos el caldo.
En ese caldo con algo más de agua, si procede, cocimos sobre 1 kg escaso de patatas, bien limpias y «escachadas» en trozos medianos.
Casi a cocción finalizada añadimos un sofrito a base de cebolla, ajo y pimiento rojo picado en fino, en el que rehogamos las colas de langostinos y bautizamos con un chorro de fino andaluz. Coloreamos con azafrán molido, rectificamos de sal y terminamos la cocción a fuego moderado.
Un reposo de una o dos horas le viene muy bien al guiso.
Ha de servirse muy caliente.
Pues ahí tienen la «semeya».
No se si les estimulará el apetito; pero les aseguro su exquisitez para días electorales. Con este guiso siempre gana el que no deseamos, pero lo disfrutamos a «mandíbula batiente».