POR JOSÉ ANTONIO FIDALGO SÁNCHEZ, CRONISTA OFICIAL DE COLUNGA (ASTURIAS)
Bueno, bueno…Treinta de enero de 2019 (¡hoy no me equivoqué y Fernando, el «nio amigu llastrín», no me reñirá) y ya pasó Gabriel, el tormentón, que ahora dicen ciclogénesis, con más pena que gloria.
Aunque eso sí, frío, viento, agua y nieve en el Cantábrico.
Y se anuncia «pa peor».
Es decir, marchó Gabriel y vienen «Las Nieves».
Ya se sabe que los días fríos pregonan comidas calientes, nutritivas, grasas… En una palabra, ¡que «furnan»!; lo que quiere decir «que alimenten».
Aquí no valen modernidades de espumas ni deconstrucciones de tortillas ni palillos de chipirón sobre nube de glaseado de limón con azúcar moscovado.
Cuando «hay fame», como se anunciaba en los antiguos mesones y fondas: «SE GUISA DE COMER».
Invierno, frío y CUESTA DE ENERO con prolongación, como mínimo, a FEBRERO, que esto de pagar con «dinero de plástico» (léase tarjeta) trae consecuencias de ahorro prolongado.
Tres condicionantes «que condicionan» (valga la redundancia) nuestra cocina de temporada: CALIENTE, NUTRITIVA Y BARATA.
Antaño, cuando el racionamiento, y también «antes de la guerra», era comida frecuente el guiso de PATATES VIUDES; un guiso de patatas coloreadas con `pimentón, aromatizadas con una hoja de laurel y enriquecidas con un sofrito de cebolla y ajo. .- En ocasiones se complementaba con un poco de costilla o de chorizo ; complementos más bien dirigidos «a los mayores» que a «la reciella». Recuerdo aquella advertencia que una madre hacía a su hijo pequeño: «¡Comi patatines, monu, comi patatines; que la carne comióla papa!».
En tiempos de primavera «eses patatines viudes» eran compañeras de «fabones tiernes» (fabes de mayo, habas) o de «arbeyinos» (guisantes), también con complemento de chorizo, aunque poco «porque había que guardar pa cuando la herba y pa los compromisos».
¡Vaya!
Que nuestras gentes «de pueblo» sabían muy bien cómo aplicar aquello de «do ut des, do ut facies».
Otro de los complementos a «les patates viudes» era el arroz, procurando con él un guiso un poco más espeso (menos caldoso o «aguau») y más nutritivo.
Les confieso que yo , quizá por condicionamiento de Paulov, sea un ferviente enamorado de ese plato en el que revivo años de niñez y recuerdos colungueses. ¿Pueden creerme si les digo que cuando lo como en días de invernía termino cantando «La hija de Juan Simón», de Angelillo; o «La bien pagá» , de Miguel Molina, tal como me ensañaban las ancianas residentes en el «Asilo» de Colunga?
Pues he aquí mi guiso de PATATINES CON ARROZ Y UN PESTAÑU DE CHORIZU».
En una cazuela con agua pongo a cocer sobre unos 500 g de patatas (peladas, lavadas y troceadas en mediano-pequeño) junto con dos «puñadinos» de arroz. A media cocción (unos 10 minutos de hervor) agrego un sofrito de cebolla, ajo, pimentón, una guindillina de Cayena y medio chorizo asturiano bien picadín. Se sazona con sal y sigue la cocción, lenta, hasta que las patatas estén blandas. Si el guiso estuviera muy caldoso, se aplastan unas patatas con el tenedor y, así, espesa. Reposa en lugar templado y se sirve muy caliente.
¡Oiga! ¿Y para beber?
Pues eso: un apetitoso vino tinto asturiano de CANGAS.
Y lo beben en «cachu» de castaño o de roble, mejor que mejor.
Para los que no lo sepan, un CACHU es un cuenco de madera).