POR JOSE ANTONIO FIDALGO SÁNCHEZ, CRONISTA OFICIAL DE COLUNGA (ASTURIAS)
Los «potarros», que es el animal grande, y los «potarrinos», que son los mediano-pequeños, son cefalópodos (tienen «los pies en la cabeza») decápodos (con diez tentáculos), al igual que la jibia (Sepia officinalis) y el calamar (Loligo vulgaris).
Los científicos dan al potarru el nombre -¡no, por favor, no se asusten!) de Ommatostrephes sagittatus, detalle que por sí solo invita a no consumirlo y que, no sé si por tal razón, no es «materia prima» frecuente en la hostelería asturiana.
Dicen de los potarros que tienen un sabor fuerte, muy marcado y característico; un olor demasiado penetrante; una carne más bien dura— y ¡que no, vaya, que no!, que la clientela no gusta de sus preparaciones.
¡Error! ¡Grave Error! ¡Disparate enorme!
Muestra de la ignoranca, de la presunción (¡ay, por Dios, en mi casa no se comen esos bichos!), y del afán de no saber cocinar.
¿Saben ustedes (¡anda, José Antonio, danos una recetina de les tuyes, me decía el otro día una colunguesa amiga!) que el guiso de patatines con potarros y mejillones es una delicia de paladar y una exaltación de la cocina marinera?
Les explicaré cómo lo hago yo
En una cazuela dispongo patatas cortadas (como para guisar), media cebolla picada en fino, un pimiento italiano cortado en aros, medio pimiento rojo de carne gruesa cortado en tiras o medias tiras, dos dientes de ajo picaditos,un potarro de unos 750 g limpio y troceado, una cucharada de pimentón y un chorro de aceite.
Rehogo todo muy bien y cubro con agua en la que previamente hirvieron unos mejillones (algo más de medio kg), sumo un buen chorro de vino blanco y dejo cocer lentamente en hervor constante hasta que todo esté en su punto de «blandura». En ese momento agrego los mejillones (sin la concha, claro está) y rectifico de sal, pues el agua de cocción de los mejillones está salada.
Reposa unos 15 minutos.
Sirvo, muy caliente, en cazuela de barro.
¡Ah! ¿Que por qué se llaman potas o potarros? Esta denominación procede del latín «pauta», con significado de «garra», lo que refiere el gran poder adhesivo de sus dos grandes tentáculos, pues los otros ocho son menos «agresivos».
Pues ya lo saben: aventúrense con ese guiso y me darán la razón. Y si lo desean, complementen, aromatizando, con media hoja de laurel y con una guindilla; que el picantín tiene «su aquel».