POR PEPE MONTESERÍN, CRONISTA OFICIAL DE PRAVIA (ASTURIAS)
No hay en Oviedo, que yo sepa, una calle dedicada al amor. Existe Fraternidad, que no es lo mismo; Rosal, que alude al jardín de Eros; Jesús, que es amor y más cosas; Sacramento, al menos de la eucaristía y del matrimonio; Luna, que vino a conquistar Vetusta con su polisón de Nardos (contamos ya con la calle García Lorca, por cierto); Oscura, que no significa amor pero lo propició; Paraíso, que fue Edén y cuna del deleite; Rayo, que a veces es fecundo; Paz, que oscila entre el amor y la anestesia; La Regenta, llama y ansia; Lila, no la flor sino Lila Morralla, que concitaba el amor de pago; Campoamor, por razones etimológicas… Y erigimos monumentos a Afrodita, a la concordia, a la esperanza, a la maternidad, a la vida, a la libertad, al culo, a las palomas… Pero echo en falta la Calle Amor, sobre todo amor a la patria (mis disculpas por el exabrupto).
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