POR JOSE ANTONIO MELGARES GUERRERO, CRONISTA OFICIAL DE LA REGIÓN DE MURCIA Y CARAVACA
Como sabe el lector, tras la aprobación por las Cortes Generales de la Ley de Reforma Política que acabó con la dictadura del general Franco, y la aprobación de la Constitución de 1978, se celebraron las primeras Elecciones Municipales del nuevo sistema democrático en la primavera de 1979, en las que ganó en Caravaca la denominada Unión de Centro Democrático (UCD) que a escala nacional lideraba Adolfo Suárez y en el plano local Pedro García-Esteller Guerrero. A aquellas elecciones concurrieron, además del partido político referido el Partido Socialista Obrero Español (PSOE), Alianza Popular (AP) y el Partido Comunista (PC), además de otras formaciones de menos implantación que no tuvieron representación en el Pleno Municipal. Fue la candidatura de UCD quien ganó las elecciones obteniendo 11 de los 21 concejales de que constaba el Ayuntamiento local, con lo que Pedro García-Esteller se convirtió en el primer alcalde de la Democracia Caravaqueña de la que aún disfrutamos.
Pedro vino al mundo en la C. del pintor Rafael Tejeo en marzo de 1945, siendo el tercer fruto del matrimonio formado por Mariano García Esteller Bañón y Josefa Guerrero Rodríguez, quienes también engendraron a Mariano, Caridad y Rosa. Su primera formación transcurrió en el viejo Colegio Cervantes donde tantas generaciones de caravaqueños y comarcanos cursamos nuestro bachiller, antes de la llegada del Instituto a la ciudad. Posteriormente siguió los estudios universitarios en Granada y Madrid, graduándose en esta última universidad en Ciencias Geológicas, y dedicándose posteriormente a la docencia en el instituto San Juan de la Cruz donde, además de profesor, fue jefe de estudios durante varios de los años de ejercicio profesional.
Cuando comenzó su andadura el nuevo sistema político, en los años siguientes a 1975 en cuyo otoño falleció Franco, y los partidos políticos de vieja implantación o de nueva aparición iniciaron su actividad proselitista para apoyar sus respectivas ideologías, no sólo a nivel nacional sino provincial y local, la unión de partidos que formó la UCD (que en Murcia acaudillaba el historiador Ricardo de la Cierva y Hoces coqueteando en Caravaca con Pedro Campos Orrico y Juan López Moya), se fijó en un hombre independiente, que había demostrado su entrega a la sociedad local en lo que hasta ese momento había estado permitido; caravaqueño y caravaqueñista, sin pasado político, joven y totalmente aceptado en todos los ambientes, con trayectoria deportiva pues había sido árbitro, en su época estudiantil, en la Federación Castellana.
Pedro García-Esteller se rodeó de un equipo de personas con su mismo perfil, y con ellas concurrió, como digo, a las primeras elecciones municipales en las que obtuvo el triunfo mencionado. Sucedió en la alcaldía a Mariano Rigabert Girón y prolongó su mandato a lo largo de dos legislaturas. En la primera apoyado por la UCD y en la segunda como independiente tras el descalabro político a nivel nacional de aquel partido que en origen fue una unión de partidos y por tanto de difícil futuro en su liderazgo.
Participó, si éxito, en la denominada Operación Roca, que de alguna forma pretendía heredar los ideales de la UCD en lo que se denominó Partido Reformista Democrático, liderado por el catalán Miguel Roca, el cual no llegó a cuajar en la sociedad española; y con fino olfato político no se presentó a la segunda legislatura municipal bajo aquellas siglas, sino como independiente, como acabo de decir, obteniendo más votos, y por tanto más concejales que en la primera ocasión, de manera que en las Elecciones Municipales de 1983 llegó a tener 13 de los 21 concejales en el Ayuntamiento Caravaqueño.
Su valía personal y política hicieron de él un ser al que le llegaron ofertas tanto de la derecha (entonces acaudillada a nivel regional por Juan Ramón Calero), como de la izquierda moderada (liderada por Andrés Hernández Ros). Su mayor logro a escala local fue la consecución del Hospital Comarcal, vieja aspiración caravaqueña de difícil obtención, por la que luchó denodadamente, y no sólo con sus adversarios socialistas sino con políticos de su propio partido a quienes amenazó con medidas de presión que no fue necesario utilizar. También la Escuela de Artes y Oficios que luego se dejó perder (y funcionó en la actual Casa de la Cruz de la C. de las Monjas), además de otros proyectos con los que comenzó la modernización de Caravaca y sus pedanías que ahora prosigue.
En la primavera de 1987 y por propia iniciativa, no se presentó a la nueva legislatura en las elecciones municipales de aquel año, en las que ganó, como también se sabe, el Partido Socialista Obrero Español cuyo liderazgo en Caravaca ostentaba Antonio García Martínez-Reyna, que fue quien le sucedió en la Alcaldía. Pocos días antes de su cese, el 27 de junio del citado año 1987, en ceremonia pública celebrada en el entonces Santuario y hoy Basílica de la Stma. Cruz, ofrendó su bastón de mando (el particular obsequio de un grupo de amigos en 1979) a la Patrona, fecha en que el pueblo le tributó una cariñosa despedida en acto popular que organizó la Comisión de Festejos de la real e Ilustro Cofradía de la Stma. y Vera Cruz en los desaparecidos Salones Vera Cruz que regentaba en la Gran Vía Diego Moya.
Su separación voluntaria de la vida política activa no le impidió seguir al frente de proyectos de servicio a la sociedad, tales como el Teléfono de la Esperanza o la Fundación Pía de la vera Cruz (de la que fue su primer presidente siendo Hermano Mayor de la Cofradía Antonio Caparrós Bravo). Siguió en el mundo de la Fiesta como uno de los fundadores del reconvertido grupo de Armaos. Antes había sido festero activo en el seno del grupo cristiano Aragonés, y caballista en la peña Pura Sangre, además de haber participado en la gestión de aquella como Diputado en la Junta Representativa de la Cofradía que presidió Juan Marín Fuentes como Hermano Mayor.
Finalmente formó parte del grupo de radioaficionados locales, una vez incorporado a la docencia en el instituto de donde partió y al que siempre estuvo decidido a volver. Fue consejero de APCOM (Asociación de Padres del Centro Ocupacional de Minusválidos), y vicepresidente del Consejo Escolar de la región. Entre estas últimas actividades le sorprendió la enfermedad que le llevó a la tumba en 17 de diciembre de 2003.
Caravaca, agradecida a su gestión y a la impecable manera en que llevó la transición política en la ciudad, le nombró Hijo Predilecto a título póstumo, por decisión municipal de 18 de diciembre de 2003 (al día siguiente de su muerte) y pocos años después, también por decisión municipal de 3 de julio de 2007, se le dedicó un jardín de nuevo trazado junto a la Avenida de la Constitución, en la prolongación de la Gran Vía que todavía aboca al campo de futbol.
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