POR JOSÉ ANTONIO FIDALGO SÁNCHEZ, CRONISTA OFICIAL DE COLUNGA (ASTURIAS)
La noticia, aunque esperada, fue para mí, más que un mazazo de dolor, un sentimiento de pena y a la vez de alegría.
Pena porque perdía a un compañero y amigo de bachillerato (él, promoción 1956; yo, promoción 1957) y compañero y amigo de docencia en el Colegio de la Inmaculada (PP. Jesuitas. Gijón) desde 1969.
Una convivencia y amistad de bachilleres jugando al frontón con Alfredo Somolinos, Pablo de León, José Santamarta o charlando sin más con el gran sabio, compañero jesuita, que fue Enrique Menéndez Ureña.
Pero alegría porque se y viví intensamente la personalidad de Pedro.
El, siempre con la sonrisa en los labios y con una mirada de cariño al interlocutor, sabía transmitir seriedad, bondad y alegría. Y todo con calma, sin alterarse, dando tiempo al tiempo porque la sonrisa, el cariño y el tiempo tienen solución para todos los problemas.
Alegría, por tanto, pues hoy, esta tarde de sábado estival, Pedro ya estará en el cielo organizando el «Coro de Ángeles» como aquí, en su Colegio organizó y dirigió el «Coro de Padres de Alumnos».
Y dará clases de Música a Querubines y Serafines, que son unos negados para esta materia; y de Filosofía a Tronos y Dominaciones, que en esto del pensar andan muy flojos.
Alegría, sí, porque el «Chifu» desde el cielo nos regalará alegría y bondad.
Pedro fue jesuita, profesor, músico, Rector-Director del Colegio de la Inmaculada y Consiliario de la Asociación de Antiguos Alumnos. Dejó impronta de persona bondadosa y siempre fiel en la atención al alumnado y a sus familias.
Hoy, el Colegio de la Inmaculada llora su pérdida.
Yo, «el viejo profesor Fidalgo», siento mucha alegría al saber que tengo un gran amigo en el Cielo