POR ALFONSO VÁZQUEZ
El asturiano Pepe Monteserín publica Los bolsillos de Bach. Desconcierto y concierto de una coral polifónica, una obra doblemente coral en la que la grandeza del Magníficat de Bach se contrapone a las bajas pasiones de sus intérpretes.
La solemnidad, belleza infinita y, valga la redundancia, magnificencia del Magnificat de Bach puede irse a hacer gárgaras si lo perpetra una coral hispana en la que las pasiones humanas están a flor de piel. Si a eso añadimos la turbia muerte de la mujer del director, como telón de fondo, la disonancia está servida.
El escritor asturiano Pepe Monteserín (Pravia, 1952) es el responsable del brillante divertimento musical al que ha puesto por título Los bolsillos de Bach. Desconcierto y concierto de una coral polifónica, que ha editado Ediciones del Viento.
La novela es coral en el doble sentido, pues además de retratar la vida profesional de la formación vocal, que está a punto de interpretar el Magnificat nada menos que en la iglesia de Santo Tomás de Leipzig -sanctasanctórum de los admiradores de Johann Sebastian- nos cuenta la vida y milagros de sus miembros, que en nada parece que proclamen la grandeza del Señor, como manda la pieza, por sus comportamientos poco angelicales.
Pepe Monteserín, dotado para la retranca, la ironía y el humor de reminiscencias británicas, escribe conciso y con elegancia y nos deja unos diálogos chispeantes y ágiles en los que muestra la otra cara de unos tenores, sopranos y mezzosopranos cuya alteza lírica de miras contrasta con el dechado de defectos de su deambular terrenal.
El hijo que persigue la firma de su madre, con demencia senil, para obtener un importante crédito bancario; la Lolita que seduce a un maduro escritor tardío de aires noventayochistas; la mujer que habla con sus repollos… personajes y situaciones que habrían armado una sólida comedia del tándem Berlanga & Azcona, con Sazatornil o López Vazquez de director de la formación.
El tono humorístico de esta obra sin altibajos se nutre de la buena mano del autor en cada párrafo, en cada página, siempre en busca de la punzada, del juego de palabras y la atención a los más mínimos detalles: «A la secretaria del presidente, con ganas de irse, con bolígrafos cerrados en su capuchón, le atraía más darle la teta a su pequeño que partirse el pecho por su jefe».
A este respecto, por su trabajado estilo y elegancia, incluso cuando llegan los momentos más ridículos, recuerda a Ávidas pretensiones, la premiada novela de Fernando Aramburu.
Acierta también Monteserín con el lugar de la acción, el Arenal Gris, un rincón norteño de cielos grises, gaviotas impertinentes y playas en las que el paseante puede encontrar la paz, la tranquilidad y algún cadáver. Brillante actuación.
Fuente: http://mas.laopiniondemalaga.es/