POR LEOCADIO REDONDO ESPINA, CRONISTA OFICIAL DE NAVA (ASTURIAS)
“Per San Miguel, come figos el que quier”, según dice el refrán, y bien recuerdo que, antiguamente, casi siempre al lado de cada casa había una figar, y uno oía hablar, más que ahora, de los “figos miguelinos”. Vino la última quincena de septiembre con tiempo revuelto, que incluyó lluvia y una bajada notable de la temperatura, y terminó con días que se iniciaban con nieblas matinales, para terminar después luciendo el sol. Y también, como casi siempre, se produjeron decesos en estos días. Así pues, el martes 15 nos dejaba, en Nava, Enriqueta Llamedo Camblor, a los 91 años. Enriqueta era viuda de Joaquín Vallina Ceñal, también conocido como “Xuacu el calaveru”, y fallecido, por cierto, en enero de 2019, con el que tuvo dos hijos, Joaquín y María Luisa.
Y el domingo 20 faltaban dos mujeres, Matilde y Carmen, vecinas ambas de la zona de La Puente Arriba. La primera, Matilde Fueyo Fernández, que finó en su domicilio de Grátila, a los 95 años, era viuda de Laudino Robledo Ordoñez, con el que tuvo la siguiente descendencia; Antonio, María Luisa y Reme, y podemos añadir que su marido, Laudino, trabajó durante un tiempo en la Compañía de los Ferrocarriles Económicos de Asturias. Mientras que Carmen González Torga, que lo hizo en su domicilio de Ovín, contaba cien años, cumplidos el 25 de diciembre pasado. Madre de Ana González Torga, Carmen era hija de Luis, de Piloñeta, y de Encarnación de Ovín, y hermana de Maruja, José Luis y Eloy, todos ya fallecidos.
Anotamos, a continuación, el martes 22, la entrada del otoño, y luego, el viernes 25, consignamos la falta de María Concepción Redondo Suárez, que nos dejaba en Oviedo a los 88 años. Vecina que fue de Purnea, María Concepción, que era madre de tres hijos, Aurelio (fallecido el 10 de mayo del actual), Juan y Conchi, descansa en el cementerio parroquial de Cuenya. Asimismo, constatamos que el sábado 26 la Asociación de Pensionistas y Jubilados Alfonso X el Sabio pudo por fin llevar a cabo la entrega del bollu y del vino a los socios, entrega que estaba suspendida desde el 4 de julio, mientras, por otra parte, vemos como alegra la calle la presencia de la grey infantil, pues han dado comienzo sus clases en las instalaciones de La Colegiata.
Después, el lunes 28 nos dejaba, en Oviedo, Olga Vigil Argüelles, a los 93 años. Nacida en Ceceda, Olga era hija de Aurelio y de Azucena, la cual atendió primero una carnicería y luego una frutería en su casa de Ceceda, y hermana de Guillermina, que, entre otras cosas, fue mi catequista y cantaba y tocaba el armonio en el templo parroquial. Olga, a la que recuerdo con afecto, fue también catequista, y regentó una escuela de niñas y niños en su domicilio de Ceceda, pasando ya de mayor a residir en Oviedo. Y he de decir que con su falta, y el recuerdo imborrable de su hermana, Guillermina, se va otro migayín de mis vivencias de niño en Ceceda, cada vez más recortadas. Y el martes 29 finaba, en su domicilio de Llames Bajo, Avelino Fernández Vega. Avelino, que contaba 83 años de edad, estaba casado con Marisa Fernández Cifuentes, con la que tuvo dos hijas, Anabel y Victoria.
Despedimos, pues, septiembre, con la impresión, por lo que se lee, se escucha y, sobre todo, por lo que subyace, de que existen razones para sentir preocupación. Entonces, con la esperanza puesta en que el sentido común sea el que predomine en el mes que ahora se inicia, nos apoyamos en un refrán emanado de la sabiduría tradicional del campo asturiano, que dice: “D´ochobre a xineru, repón el to aperiu”. Porque, si tomamos en cuenta lo del “y con el mazo dando”, no cabe duda de que, con la herramienta preparada, la faena se hará luego más llevadera.
Publicado en La Nueva España. Domingo, 11 de octubre 2020, pág. 10.