POR PEPE MONTESERÍN, CRONISTA OFICIAL DE PRAVIA (ASTURIAS)
Cazatesoros sonsacan de Bob Dylan esporádicos versos con sentido, aunque el conjunto de sus letras vale menos que un claro de luna. A saber qué pasaría si sus agiotistas leyeran, ya no a Vicente Aleixandre, a José Luis Perales, luz de la infancia: “Que canten los niños, que alcen la voz, / que hagan al mundo escuchar; / que unan sus voces y lleguen al sol; / en ellos está la verdad”; adalid de la tolerancia y la inserción social: “A ti, mujer, / no importa quién seas, / ni de donde vengas, / ni por qué te vas”; luchador infatigable contra el cambio climático: “Cómo sopla el viento en las ventanas, / cómo llueve hoy. / Cómo está la calle de vacía, / cómo muere el sol”, y capaz de penetrar en las almas recónditas: “Mirándote a los ojos juraría / que tienes algo nuevo que contarme. / Empieza ya mujer no tengas miedo, / quizá para mañana sea tarde”… Si los perales de Cuenca fueran colimbos de Minnesota, otro pato cantaría.
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