POR ALFONSO ROVIRA. CRONISTA OFICIAL DE ALZIRA (VALENCIA)
Un grupo de alcireños conmemoró hace 44 años el VII centenario de la muerte en Alzira, de Jaime I, en el monasterio de Santa María de Poblet.
El 19 de diciembre de 1976, el pasado sábado de cumplieron 44 años, cuando un grupo de alcireños programaron un peregrinaje oficial al monasterio de Poblet, en la provincia de Tarragona, para visitar la tumba del Conquistador de se halla en este Real Monasterio cisterciense.
Fue un desplazamiento en el que tomaron parte numerosos alcireños, a los que se unió la banda de la Sociedad Musical de Alzira, dirigida por Francisco Hernández Guirado, que revistió el mayor de le éxitos, resultando ser un verdadero homenaje a la buena memoria de aquel invicto rey, creador de nuestra personalidad.
La visita se realizaba como pórtico o anuncio de las fiestas que se iban a celebrar en Alzira, conmemorativas del VII centenario de la muerte del rey de Aragón, acaecida en el palacio real de Alzira, el 27 de julio de 1276.
A las cuatro y media de la madrugada del domingio 19 de diciembre de 1976, partía desde la plaza del Reino hacia Poblet, el cuarto autobús de los que integraban la expedición, llegando a las puertas del monasterio, cerca de las diez de la mañana, siendo recibidos por los peregrinos de los otros tres autocares, que con la finalidad de asistir y escuchar el canto de los maitines por los monjes, que dan comienzo a las cinco y media de la madrugada, habían salido de Alzira a la una de la madrugada.
Todos juntos, atravesando la portería vieja, penetraron en el cenobio; un patio descubierto y la puerta dorada atravesando la gran plaza, que los monjes llaman Plaza Mayor, al fondo de la cual se halla la artística frontera de la iglesia abacial con su portada barroca.
Traspasaron la puerta de la basílica para asistir a la misa conventual concelebrada, que presidió el Padre abad con algunos monjes. Al finalizar la misa, los peregrinos se trasladaron al locutorio donde tuvo lugar el concierto a cargo de la banda de música, que fue un regalo para los oídos el poder escuchar aquellas armoniosas notas, gozando más de una hora con el mayor de los silencios y atención extrema el escogido programa que había seleccionado para aquella ocasión el mestre Francisco Hernández Guirado. El concierto fue presentado por el profesor Bernat Montagud.
La banda hizo tronar las gruesas paredes conventuales, dando la sensación de encontrarse en el mejoor de los paraísos. El lugar donde se hallaban los peregrinos alcireños, que sumaban poco más de dos centenares, el locutorio del monasterio, por su amplitud y elevado techo, era el punto más adecuado para la celebración del concierto matinal, por lo que el mestre recibió los plácemes y felicitaciones de todos los asistentes.
Acto seguido y en compañía de los monjes, dirigidos por el guía perteneciente el Patrimonio Artístico Nacional, giraron la protocolaria visita turística, comenzando por la iglesia abacial, contemplando primeramente dos
monumentos funerarios situados a ambos lados del crucero; son los sepúlcros reales que contienen los restos del Rey Don Jaime I el Conquistador; Pere el del “Punyalet” y sus tres esposas; Fernando de Antequera; alfonso II, el “Casto”; Juan I y sus dos esposas y los padres de Fernando “El católico, Juan II y Juana Enriquez de Navarra. Girando poco la vista pudieron admirar el retablo de alabastro, esculpido entre 1527 y 1529 por el artista valenciano Damián Forment, juntamente con la mesa-altar, construida por un gran piedra sostenida por pilastras románicas, constituye el valioso altar mayor situado arriba, en el presbiterio.
Los peregrinos alcireños -siempre bien recibidos en el monasterio, por el motivo conocido, San Bernardo, príncipe árabe de Carlet y mártir de Alzira, se convirtió al cristianismo en este cenobio mediaro el siglo XII-, tuvieron ocasión aquella mañana de domingo, de recorrer todas las dependencias del monasterio, como las diversas salas y el claustro mayor iniciado para su acceso por una bella portalada románica, antigua entrada del convento.
Allí convergen todas las dependencias monacales donde se sitúan en lo alto de las paredes gran cantidad de tumbas de nobles que tuvieron el privilegio de ser sepultados en este lugar sagrado. Penetraron en la rica biblioteca compuesta de dos salas; una con cuatro pilastras centrales muy espaciosas y la otra, a la que se accede desde el fondo de la primera. Al fondo se hellan las estanterías, dando la sensación de gozo ver tanto libro y multitud de documentos maravillosamente ordenados.
Al mediodía se dio por terminada la visita al monasterio, despidiéndose de los monjes, que por cierto manifestaron que, aún sin conocer nuestra ciudad, la parecian de singular manera, ya que “és la terra del mártir Sant Bernat, monjo de Poblet, que per Déu i la religió, juntament amb les seues ermanes de sang, María y Gràcia, donaren la ida terrena, glorificant el Monestir, a més, que el rei i net del fundador, Jaume d’Aragó, les depulles del qual, abans de morir a Alzira, va renunciar a la corona a favor del seu fill Pere, es va fer monjo del Císter i va rebre el Sant Viàtic i sense dubte va exhalar del darrer suspir”.