POR ANTONIO LUÍS GALIANO PÉREZ, CRONISTA OFICIAL DE ORIHUELA (ALICANTE).
Soy de los que piensan que ante algunas dificultades debemos de tener paciencia, y de manera conformista recurrir aquella frase coloquial de que «todo se andará». Pues, incluso, como en otras tantas veces es conveniente recordar aquel pensamiento del Sabio Caralampio que nos dice que «Difícil es llegar cuando no se conoce el camino». Lo cual se puede ir solucionando echando imaginación en el trayecto hasta alcanzar la meta.
Al margen de todas las dificultades familiares, laborales, sociales y económicas que sufrieron los exiliados españoles en México tras la Guerra Civil tras ser acogidos por el Presidente Lázaro Cárdenas del Río, se encuentra como nos narra Fernando Serrano Migallón en su libro «El exilio español y su vida cotidiana en México», la circunstancia de que se les producía confusión «entre el español hablado en México y el que se habla en España», lo que estoy seguro de que se les incrementaría al encontrarse con nombres o situaciones anteriores a la Conquista de México.
Para mí, y lo reconozco, esto último me sucede y entonces para no ofender por no pronunciarlo bien, recurro como decía a la imaginación, con lo que se puede quedar bien. Esto me sucedió el día 28 de abril, al tener que intervenir en un homenaje al rey chichimeca de Texcoco Nezahualcoyotl, con motivo del seiscientos veintidós aniversario de su natalicio. Extensivo el citado homenaje al hermanamiento entre dicha ciudad y la de Cáceres en España, a través de dos esculturas gemelas obra del artífice mexicano Humberto Peraza.
Así como, al promotor de dicho hermanamiento efectuado en 1992, por nuestro recordado amigo Alejandro Contla Carmona, Cronista de Texcoco. Pero, había que salir adelante ante el hecho de tener que nombrar por su nombre al citado Rey que destacó por su valentía, forma de aplicar la justicia y por sus dotes de poeta. Así, la solución fue la de referirme a él como «el rey justo y poeta», y utilicé algún fragmento de uno de sus textos como el siguiente: «¿Acaso de verdad se vive con raíz en la tierra? No para siempre en la tierra: sólo un poco aquí. Aunque sea jade se hace pedazos, aunque sea plumaje de quetzal se desgarra. No para siempre en la tierra, sólo un poco aquí».
Y hablando sobre la dificultad en la pronunciación, nos encontramos con el título de este artículo: «Huei Tzompantli», a cuyos restos arqueológicos tuvimos acceso privilegiado gracias al asturiano afincado desde hace muchos años en México, Francisco Santoveña Gómez, propietario del Hotel Catedral de Ciudad de México, con el que comprobamos, el 8 de septiembre de 2022, su compromiso con la cultura al facilitar la recuperación del patrimonio arqueológico del mundo prehispánico, tras el inicio de las obras de ampliación de dicho Hotel, en el inmueble sito en la calle República de Guatemala, nº 16, y cuyas excavaciones dejaron a la luz parte del templo dedicado a Ehécatl-Quetzalcóatl, «Dios Mexica del Viento» y del Juego de Pelota, del último tercio del siglo XV. Y en esta ocasión pudimos evidenciar el día 30 de abril del presente año que las obras de la ampliación del Hotel estaban avanzadas y prácticamente concluidas, estimando su inauguración en unos tres meses, con lo cual las excavaciones arqueológicas serán visitables y visibles desde el «lobby» y las habitaciones del nuevo Hotel. Días antes, al preguntarle cómo iban
dichas obras, me informó de las excavaciones que se estaban efectuando en el inmueble de la calle República de Guatemala conocido como Edificio las Escaleritas en donde se establecerá el Museo del Chocolate, lindero con el Centro Cultural de España en México, dependiente de nuestra Embajada, y con el de su Hotel.
En dichas excavaciones se habían localizado los restos del «Huei Tzompantli de Tenochtitlan» dedicado a Huitzilopochtil, dios tutelar y solar de los mexicas, al que se le ofrecía en forma de un extenso muro desde el Templo Mayor al Juego de Pelota, formado por cráneos traspasados por maderas horizontales separados por pilares verticales a cierta distancia. Al proponerme Francisco Santoveña la visita no lo dudé, y días después, el 30 de abril, en su compañía y guiados por Raúl Barrera Rodríguez, Director del Programa de Arqueología Urbana para el seguimiento permanente de las obras de rehabilitación de edificios históricos, y rescate, y protección de los restos arqueológicos; se nos ofreció una clase magistral particular junto con Susana Avilés Aguirre, directora del Museo Casa Presidencial Lázaro Cárdenas y Lola. Allí sobre una maqueta del «Huei Tzompantli», el doctor Barrera nos ilustró sobre la construcción del mismo, informándonos que se había rescatado de momento del orden de once mil fragmentos de cráneos procedentes de personas vinculadas con la guerra, ya fueran de sacrificios de enemigos, de guerreros y esclavos.
De hecho, se han visualizado 655 cráneos y se están analizando 214. Por otro lado, de la muestra, el 60% corresponden a varones, 38% a mujeres y el 2% a niños. Estos cráneos cuando se fragmentaban pasaban a dos torres circulares fabricadas de aproximadamente 4,70 metros de diámetro situadas en los extremos, en las que dichos cráneos quedaban unidos por argamasa de cal y arcilla. En la visita tuvimos ocasión de observar la excavación de una de estas torres, en la que se aprecian claramente los cráneos, y que me atrevería a considerarlas con lo que nosotros conocemos como un osario, para almacenar los fragmentados óseos y así dejar espacio para ser repuestos por otros más recientes.
FUENTE: https://www.informacion.es/opinion/2024/05/19/huei-tzompantli-mexico-orihuela-102548531.html