POR MANUEL GONZÁLEZ RAMÍREZ, CRONISTA DE ZACATECAS (MÉXICO)
El cacahuatero.
Con los frutos de su comercio aunados sobre petates de palma. De vez en vez rompía el silencio del entorno con su acostumbrado pregón: «¡Cacahuate tostado de horno, al buen cacahuate, pasen y preben!».
Hoy en día, los cacahuates suelen usarse para rellenar los bolos que se reparten en las posadas. Una costumbre que se niega a desaparecer del todo.
La buñolera.
Permanecía en silencio. No pregonaba su producto. Se le veía muy afanada en estirar con las manos, sirviéndole de núcleo el rodillo y sobre una servilleta, la maleable masa de harina, hasta que adquiría la forma de un delgado disco de 14 a 15 centímetros de diámetro, y luego lo echaba a freír en la sartén, teniendo cuidado de darle vuelta en la manteca requemada con la ayuda de dos palillos.
Hecho el buñuelo iba a dar a un cesto donde ya había unos cincuenta o más, recién hechos, y de ahí pasaban al plato del comprador con su respectiva rociada de miel.
En la actualidad, hay un emblemático buñolero que no solo en Navidad sino durante todo el año ofrece sus buñuelos enmielados en la entrada del atrio del Santuario de Nuestra Señora del Patrocinio en el Cerro de La Bufa de Zacatecas. Y siempre está ofreciendo una prueba a los paseantes.
Hay varios sitios que los ofrecen, los tradicionales o los llamados «de viento», ya sea azucarados o enmielados.