POR PEPE MONTESERÍN CORRALES, CRONISTA OFICIAL DE PRAVIA (ASTURIAS).
Me pregunto si la navaja de mi abuelo es en verdad la de mi abuelo, cuando mi padre le cambió las cachas de palisandro y yo el rebajo, la cabeza, el muelle y la hoja de acero. Como aquella nave en la que volvieron desde Creta Teseo y los jóvenes de Atenas, a la que fueron cambiándole tablas, mástiles y velas. O el calcetín de John Locke al que le salió un tomate: el filósofo lo remendó, a un segundo agujero añadió otro remiendo, hasta que, tras sucesivos parches, el calcetín llegó a ser puro remiendo. El trío Los Panchos, de Chucho Navarro, Alfredo Gil y Hernando Avilés, cambió de componentes así de veces, y Basurto, que era un bebé cuando nació el grupo, llegó a ser esencia de Los Panchos. ¿Y qué decir de los ríos, que cambian de agua, de limo y hasta de cauce? Las células de nuestro propio cuerpo se renuevan por completo cada diez años, somos sucesivas copias de nosotros mismos.