POR MARI CARMEN RICO NAVARRO, CRONISTA OFICIAL DE PETRER (ALICANTE)
El segundo semestre del año 1918 fue catastrófico para toda Europa, para España y también para Petrer. Como muy bien puso de manifiesto el estudio de la profesora Reme Belando Carbonell, el número de fallecidos en nuestro pueblo por aquella mortífera epidemia de gripe fue de los más elevados de toda la comarca del Vinalopó. Se alcanzó un porcentaje del 1,05 % de la población. Cifra solo superada por la localidad vecina de Salinas, donde la mortalidad por la gripe se situó en el 4,4 % del total de vecinos.
La detección de la gripe en la primavera y verano de 1918 puso en alerta al Ayuntamiento y a la Junta Municipal de Sanidad, que tomaron rápidamente las medidas oportunas para desarrollar una política preventiva.
Entre las consideraciones más habituales en el pleno municipal celebrado en septiembre de ese año se decidió aplazar las celebraciones festivas hasta que mejorase el estado sanitario de la provincia y se pudiese llevar a cabo actos lúdico-festivos sin perjuicio de la población.
Como novedades con respecto a anteriores epidemias de cólera, se introdujo el uso del zotal diluido en agua en los establecimientos donde se vendía género y en los puntos donde se reunía público así como la necesidad de desinfectar diariamente los carruajes que realizaban el servicio de transporte a la estación. También se prohibió la entrada en el cementerio, pudiendo acceder exclusivamente el sepulturero y las personas que conducían el cadáver.
En Petrer se insistió desde el pleno del Ayuntamiento en la necesidad de que los vecinos pudientes se suscribieran cada uno con lo que pudiera, con el fin de cubrir los gastos extraordinarios ocasionados por la epidemia y, sobre todo, socorrer a las familias más pobres, convocatoria que no tuvo una gran acogida según se recoge en el acta municipal del día 20 de octubre de 1918.
El resto de medidas higiénicas, como rociar las calles con agua limpia, que las basuras y retretes sólo pudieran ser extraídos de las casas durante la madrugada, llevándolos a lugares alejados de la población o que no se viertan materias insalubres a las acequias, eran las medidas habituales desde hacía siglos.
Aquellas medidas preventivas de higiene pública no impidieron que aquella “peste del siglo XX” cayera sobre Petrer, ocasionando un total de 43 fallecidos entre los meses de octubre y diciembre de 1918. Cifra que ya de por si es una tragedia, pero que si lo ponemos en relación con los 4.093 habitantes que tenía la villa en aquel año, vemos como la gripe alcanzó al 1,05 % de la población.
Y para terminar, a modo de ejemplo, y poder comprender en su justa medida la gran tragedia que vivieron nuestros abuelos y bisabuelos, hoy en día con una población de 34.276 personas habrían muerto 359 personas.
La actual epidemia tiene una prevalencia especial sobre las personas mayores de 70 años. Hace un siglo fueron los sectores jóvenes de la población los más afectados, sobre todo los menores de 40 años, incidiendo casi por igual en hombres que en mujeres, señalándose como causa de la muerte afecciones como bronquitis o bronconeumonías. A las complicaciones pulmonares, que eran las más habituales y conocidas, la gripe también actuaba sobre el sistema neurológico, afectando a los tejidos de otros órganos y provocando infecciones sistemáticas.
Todos los cadáveres fueron enterrados en el cementerio viejo bajo condiciones especiales.