POR TOMÁS DE LA TORRE LENDÍNEZ
Durante la Cuaresma anualmente se cumple un rito: los pregones de las cofradías en particular, para acabar en el pregonero oficial de la Semana Santa. Entre las personas que más pregones ha impartido en su vida está mi amigo, el escritor don Manuel López Pérez, cronista oficial de Los Villares, quien con papeles o sin ellos ha cantado y contado las experiencias religiosas lo mismo del sencillo y rural Cristo del Arroz que a la venerada imagen de Jesús de los Descalzos, vecino donde comenzó a vivir a finales del siglo XVI, en su Camarín.
El género literario de los pregones es harto difícil, mi amigo don Manuel lo domina a la perfección, tanto si el auditorio es sencillo, como si es cofradiero culto. Se adapta a todos los oídos, porque toda su vida ha sido maestro de escuela, hijo de otro maestro, lo que le ha dado una capacidad pedagógica para hacer fácil lo difícil, y contar los misterios de la fe católica con el lenguaje de quien vive lo que dice y cree lo que expresa. Jesús de Nazaret lo dejó resumido: “De la abundancia del corazón habla la boca”. El señor López Pérez lo hace cuando escribe y habla.
Así lo hizo, días pasados, en el pregón que impartió en el teatro Darimelia, organizado por la directiva de la cofradía de Jesús de los Descalzos, Nuestro Padre Jesús, de Jaén, de la cual es cronista y autor de varios tomos de su historia centenaria. Cuando este pregonero habla no hace oratoria de subidas y bajadas de tonos de voz, no utiliza florituras literarias a modo de las volutas que salen de los incensarios en los templos barrocos; lo realiza de manera sencilla, cordial, magistral, serena, y con una convicción en sus ideas, que irradia amor a Jesús, el Hijo de Dios, a su Madre María, a la Iglesia Católica donde fue bautizado, y a la ciudad que le vio nacer, este Jaén de sus amores y pesares, de sus cuestas y bajadas, donde ha creado una familia continuadora de su vocación por la docencia y la investigación histórica.
Para este escritor de nuestra localidad solicito, desde este campanario de papel, al consistorio municipal que rotule una calle con el nombre de don Manuel López Pérez, porque se lo merece, tanto o más que otros. Pocos han llevado el nombre y la historia de Jaén tan lejos, tan en el corazón y tan extendida por toda España, tanto con la mano y la letra, como con la lengua y el corazón.
En nuestro Diario IDEAL, don Manuel López Pérez, ha dejado unas columnas de opinión en la sección La Carrera, durante largos años, insuperables tanto en el contenido como en el vestuario literario con que lo expresó. Lo mismo ha escrito sin acritud contra los desmanes de la demolición del patrimonio inmobiliario del callejero, como ha contado lo que son las caserías del término municipal, como ha expresado sus sentimientos por un Jaén que fue habitable y pueblerino y ahora ha perdido, con el afán ladrillero, su duende, gracejo y embrujo. Demos una calle a este vecino ilustre.
Fuente: http://infovaticana.com/