POR JOSÉ ANTONIO FIDALGO SÁNCHEZ, CRONISTA OFICIAL DE COLUNGA (ASTURIAS)
Si ayer iniciábamos «nuestres Histories…» con una clase de historia culinaria (perdonen la redundancia), hoy «toca» clase de latín que, como saben, es materia que nos da mucho «juego».
Cuando yo estudiaba latín en mi bachillerato, uno de nuestros profesores (P. Eustaquio Sánchez Castro S.J.) solía mandarnos traducir frases «capciosas» de doble sentido. Una de ellas, que recuerdo ahora, era: MATER TUA MALA EST. Evidentemente todos traducíamos por «tu madre es mala» cuando la auténtica traducción corresponde a TU MADRE COME MANZANAS.
La palabra «est» deriva del verbo «edo= comer» y MALA es el acusativo plural de MALUM, palabra esta con significado de manzana y, en general, de toda fruta carnosa.
Los científicos botánicos dieron en llamar MALUM COTONIUM al melocotón cultivado y MALUM PERSICUM (y también Prunus persica) al melocotón silvestre.
De ese «complemento» PERSICUM deriva la antigua palabra castellana PÉSSEGO o PÉSEGO, que en Galicia derivó a PÉXEGO y en Asturias a PIESCU (plural, piescos). Al árbol se le conoce en Galicia como PEXEGUEIRO y en Asturias como PESCAL o PIESCAL.
Aquí, en el Principado, se cultivan «a su aire» diversas variedades de piescos: «Cerraos», si no despegan la pepita; «Abiertos», si la despegan; «Tempranos» si maduran en los mediados de agosto; «Invernizos», si la maduración es más atrasada; «De carne blanca», si ese es el color de su pulpa… En fin, hay para todos los gustos y paladares.
¡Ah! Y no me meto en temas picardiosos porque, tal como cuentan algunos, la FRUTA PROHIBIDA del Paraíso no era ni una manzana ni un higo sino que era, por lo aterciopelado de su piel, lo agridulce de su sabor y la delicadeza de su aroma, un verdadero melocotón silvestre; es decir, un PIESCU. Yo no me atrevo a opinar; así que ustedes piensen lo que quieran. Lo que sí es cierto es que esta fruta, silvestre o cultivada, tiene origen de «perendi p´allá».
Desgraciadamente apenas hay piescos en Asturias, Antaño se plantaban pescales en los linderos de los huertos y de los praderíos de pasto. También en los «cierres» o tapias que delimitaban una propiedad. Los rapazos «asistiábamos» los lugares donde presumíamos «buena cosecha» en abundancia y calidad pues, como decía el refrán: «el que piescos quiera robar, ya en marzo los tien que asistiar». Y esto por dos razones: en marzo es cuando florecen «les pescales» y porque el hecho de ROBAR encierra varios placeres: el de gozar el sabor de una fruta (placer objetivo) y el de «cometer con inteligencia un acto prohibido» eludiendo la posible vigilancia del dueño de los frutales (placer subjetivo).
Los piescos deben comerse recién recolectados del árbol. Si se machacan se deterioran con facilidad. Muchas personas los destinan para la elaboración de mermeladas o de dulces, siempre interesantes «pa tener a mano». Yo, ¿qué les voy a contar?, aunque «vieyu» sigo siendo rapaz: me gustan madurinos, muy frescos de la rosada de la mañana y recién recolectados del árbol. Y como ya no puedo «saltar muries» y, en consecuencia, «robar», pues … «a enaguar».
Esto es lo que apunta el significado de AÑORANZA: Pena que siente una persona al recordar un suceso que en su día dejó recuerdo de placer y de dicha.
Alguna vez preparé DULCE DE PIESCOS y para ello seguí este proceso.
1.- Después de pelados los piescos y eliminada su pepita, les di unos hervores en una cacerola con un poco de agua y el zumo de un limón.
2.- Ya blandos, los pasé por un pasapurés y, de nuevo en la cazuela, les añadí (en peso) una cantidad casi igual de azúcar (según el dulzor que cada cual dese).
3.- Bien homogenizada la mezcla «piescos-azúcar», siguieron los hervores hasta que una muestra, depositada sobre el mármol de la cocina, mostrara, al enfriar, textura compacta de dulce.
4.- Se lleva el dulce a tarros aseptizados y muy limpios, dan unos hervores al baño maría, enfrían… y a ¡guardar!
O, ¡a comer!, que ya dice también el refranero: «No dejes para mañana lo que puedas hacer hoy».