POR FRANCISCO SALA ANIORTE, CRONISTA OFICIAL DE TORREVIEJA (ALICANTE)
Pilar Pacheco González, titulada en peritaje mercantil, fue la primera mujer que ocupó un cargo de concejal en Torrevieja, bajo las alcaldías de Martín Zurbano y Vicente García (1964-1972)
Nombrada Segundo Teniente Alcalde, formó parte de las ponencias de Beneficencia, Sanidad y Cultura. Perteneció a la Comisión Oficial de Fiestas, en un pueblo de veraneo y turismo con un gran radio de acción y una inmensa proyección, no sólo nacional, sino también europea y universal, pues entre otras cosas estaban incluidos los Festivales de España y los Certámenes de Habaneras y Polifonía.
En declaraciones hechas el año de su nombramiento, decía, que “la mujer en la vida es tan importante y necesaria como el hombre”. Preguntada por los proyectos que tenía como más inmediatos expuso que en Beneficencia había mucho que trabajar, no sólo en el aspecto material, sino en el moral y el espiritual; sobre todo en dar calor y cariño a los ancianos del Hospital de Caridad, pues la caridad, a su juicio, era la más hermosa misión que tenían que cumplir todos los seres humanos.
En Cultura, se contaba en su época con una Escuela de Idiomas e inició los trabajos para conseguir un Instituto de Segunda Enseñanza y una Oficina de Información y Turismo, sumándose a sus proyectos la promoción de Torrevieja en el extranjero con el inicio de intercambios y relaciones institucionales con la recién formada “Colonia Sueca”.
El 1 de marzo de 1965, asistió en representación del Ayuntamiento de Torrevieja a la inauguración de la Estación Naval de Radiotransmisiones de EE.UU. -conocida por la ‘Torre de los Americanos-, estando acompañada por otras autoridades militares y civiles, llamando la atención de los otros asistentes que fuera una mujer -teniente alcalde del Ayuntamiento- quien hiciera de embajadora de la ciudad.
Uno de sus objetivos marcado y cumplido fue la edificación del Colegio Público Inmaculada, cortando su cinta inaugural el 7 de agosto de 1968.
Años antes, el 30 de mayo de 1965, Pilar Pacheco clausuró en la Hermandad de Torrevejenses Ausentes en Barcelona un ciclo de conferencias leyendo la titulada ‘La mujer torrevejense a través del tiempo’, de la que me he permitido hacer un corto resumen:
“La mujer torrevejense del año 1900.-
En Torrevieja se leía, se recitaban versos, se tocaba el piano, se hablaba de historia, de pintura y se formaban y reformaban bibliotecas particulares, musicotecas y hasta pinacotecas también particulares. Y todo esto lo hacía la mujer. Las brillantes dotes de la mujer, de un lado, y el hecho de que la mayoría de los hombres eran marinos y pasaban la mayor parte del tiempo en el mar hacia resaltar aún más sus innegables condiciones de señoras de su casa y la cabeza visible del hogar.
Los aires de París, pasados por el tamiz de los de Barcelona trajeron a Torrevieja, de la mano de la mujer torrevejense, la costumbre de los salones literarios en los cuales se hablaba del arte en todos sus aspectos, y se cultivaba también en todas sus manifestaciones. Se leía a los literatos de la época y se representaba a Echegaray, a los Quintero y a Benavente. Y todo esto por obra y gracia de la mujer.
El interregno de la guerra
En los años de la Guerra Civil, la mujer torrevejense supo demostrar que sabía soportar toda clase de trabajos, privaciones, sacrificios y hasta heroicidades. En esta época hubo mujeres torrevejenses, que por circunstancias especiales derrocharon ingenio, gracia y simpatía para poder salir adelante y, además, muchas de ellas tuvieron que trabajar no como hombres, sino cada una como varios hombres, pues además de tener que llevar adelante sus casas en las especiales y anormales circunstancias de una guerra, tenían que convertirse en tratantes, en chamarileros y en todo aquello en que, honradamente, podía dignificar el humilde pedazo de pan o el mucho más humilde pedazo de torta de cebada.
La mujer torrevejense en la postguerra.-
Pocas mujeres españolas habían luchado tanto, después de la guerra para llevar adelante la vida y arreglar y remozar sus casas, para que el veraneo tradicional en Torrevieja volviera a resurgir tras la contienda.
Otros pueblos de la comarca, en aquellos años en que la agricultura estaba en alza, contaban con toda clase de medios económicos para hacerse y reconstruirse. Torrevieja no se encontraba en ese caso. Torrevieja se hizo gracias a la habilidad, al tesón y al arte de sus mujeres, que con los más simples y rudimentarios medios, convierten una choza en un hogar de buena apariencia, y una casa vulgar en poco menos que un palacio.
Desde muy antiguo la mujer torrevejense ha tenido una gran disposición para dedicarse al trabajo de toda clase de artesanías; desde tejer un encaje maravilloso, hasta pintar un cacharro bonito. La mujer torrevejense ha hecho, con increíble perfección, los trabajos decorativos más heterogéneos e increíbles, incluyendo desde las artes del hogar hasta artes personales de la modistería, sastrería y algunos aspectos de la zapatería de fantasía. En Torrevieja hay mujeres que después de preparar un menú exquisito al último grito de la moda y fregar los platos correspondientes, se sienta a trabajar y hacer encajes del estilo que se le propone, corta y cose vestidos de señora, vuelve americanas y abrigos de caballero, pinta un cuadro, fabrica unas sandalias o construye un bolso de calle. Y después de tomar el vermout en la barra de cualquier bar, confecciona una cena apetitosa con los sobrantes de la comida del mediodía.”
Fuente: Semanario VISTA ALEGRE. Torrevieja, 10 de marzo de 2018