POR JOSÉ ANTONIO FIDALGO SÁNCHEZ, CRONISTA OFICIAL DE COLUNGA (ASTURIAS)
Hay dos recuerdos que uno guarda con nostalgia de niñez: el papel de estraza y «les sardines arenques».
El papel de estraza, que después supe que también se llamaba «papel de madera», era un papel basto, de color parduzco, con dos destinos muy interesantes: envoltura de alimentos en tiendas de comestibles y evoltura protectora de alimentos que se asaban a la brasa o a la plancha de la cocina de carbón.
Así, antaño, cuando las cocinas eran de llar y el fuego de brasas de leña, los chorizos (pongamos por caso) se envolvían en papel de estraza y, cubiertos con ceniza, asaban en el rescoldo («rescaldar») del fuego.
Las sardinas arenques eran sardinas saladas y secas, alimento importante en la invernía, cuando los temporales impedían la pesca en la mar. Bueno, en realidad eran y siguen siendo.
Estas sardinas se desescamaban siguiendo dos procedimientos: aplastándolas contra el quicio de una puerta o, envueltas en papel de estraza, se calentaban al rescoldo del llar o sobre la chapa de la cocina bilbaína (así llamábamos a las de carbón), para después eliminar escamas y espinas.
¿Y cómo se consumían?
En ocasiones, una vez asadas, se acompañaban con torta de maíz cocida sobre la llábana del llar o sobre la chapa de la cocina (o, también, con rebanadas de pan de trigo o de borona).
En otros casos era frecuente desmenuzar las sardinas (previamente asadas) y, mezcladas con miga de pan remojada en leche, cuajar una tortilla.
Pero como a mi me gustaban, y me siguen gustando, era complementándolas con un pisto a la asturiana.
Para ello sofríen en aceite, hasta pocharbien, cebolla, ajo y pimientos verdes y rojos (todo muy picado); ya en su punto se añade puré de tomate (o tomate crudo picado muy en fino) y se deja hacer hasta que esté bien pasado todo. En ese momento se suman las sardinas, seleccionados sus lomos, y da unos hervores.
¡Ojo! No es preciso salar el pisto pues las sardinas ya aportan suficiente sal.
Y para terminar, una anécdota simpática.
Por tierras aragonesas a las sardinas arenques las llaman (ignoro la causa) «guardias civiles».
En una ocasión, en un mercadillo de pueblo, un vendedor ambulante anunciaba así su producto: «Guardias civiles, a 25 céntimos la unidad».
Pasando la guardia civil por allí, haciendo la vigilancia, le llamaron la atención con amenza de denuncia.
Inmediatamente el vendedor cambió su anuncio por este otro colocado sobre las sardinas: «A CINCUENTA CÉNTIMOS LA PAREJA».
Ingenio y picaresca nacionales.