POR HERMINIO RAMOS, CRONISTA OFICIAL DE ZAMORA
Ocho años, tercero de Primaria, ocho profesores, nueve para aquellos que piden Religión, ocho textos con ocho cuadernos. Bastaría esta triste y mugrienta relación para iniciar toda una retahíla de adjetivos calificativos, que agotaría el inmenso vocabulario de nuestra rica lengua, y bien creo que aún se quedarían muchos padres, ciudadanos y profesionales con ganas de decirles más piropos. Huelga añadir qué color y perfume se le añadiría a esa caterva de responsables de la serie de cambios en los planes de Enseñanza, que se acercan a la media docena en poco más de una década, rompiendo toda continuidad.
Que los cimientos de una sociedad no se cuiden y se traten con todo esmero y atención en todos los aspectos a fin de asegurar con toda garantía el edificio que sobre él se proyecta, no resulta fácil de entender.
Viví a plena carga el Plan que nace el año 1931 y conservo dos joyas de los cursos 1934 al 36, manchados de sangre ciertamente, pero tan claros, que por sí solos cantan las bondades de aquel Plan y de cómo se desarrollaba en una escuela mixta de una aldea que no llegaba al centenar de habitantes.
A ese Plan se deben las célebres Misiones Pedagógicas, que marcaron un antes y un después en una parte de ese mundo rural al que solo llegaba el recaudador de contribuciones. El cambio de régimen no afectó a las esencias del Plan, las escuelas mixtas pasaron a ser llevadas por maestras y se añadieron los matices propios, dejando sin embargo una hermosa lección con la aplicación de una de las grandes creaciones del anterior régimen como fueron las Misiones Pedagógicas. Se comenzaron a aplicar en ese abandonado mundo rural, exclusivamente a la mujer, y la labor de esas célebres cátedras se completaba con una actividad cultural muy rigurosa y digna.
Este ejemplo de aplicar y adaptar un determinado Plan a las exigencias del momento no se tiene en cuenta en estas etapas que vivimos. Aquí se cambia de siglas y se revuelca de la manera más irresponsable el Plan creando cortes, lapsus que rompen el ritmo formativo, lo que hace difícil en esa edad seguir el ritmo del aprendizaje.
Si no cuidamos el santuario del aula estamos perdiendo lastimosamente generaciones enteras.
Fuente: http://www.laopiniondezamora.es/