POR PEPE MONTESERÍN, CRONISTA OFICIAL DE PRAVIA (ASTURIAS)
En un poema no caben defectos, un poeta es buenísimo o malo; y no hablo de rapsodas, que pueden ser potables y no necesariamente poetas, así canten en verso. No son poetas Sabina, Serrat, Silvio, Bob Dylan, Leonard Cohen…, aunque emocionen sus Noches de boda, Lucía, Yolanda, el paisano del tambor y Susanita, que como poemas no tienen un pase. Los prosistas sí podemos ser de carne mortal, mediocres a trechos; hay obras maestras con páginas de bajo nivel (“El Quijote”, “Guerra y paz”, “Los Karamazov”, “Los novios”, de Manzoni…) y no perjudican la novela ni al novelista. La narrativa, no sólo la de paso largo, también la epigramática o un cuento, permite ausencias; la poesía es en cambio una destilación celestial (o infernal), el poeta es un inspirado; un verso flojo e incluso una sola palabra bastaría para cagarla, y un poeta jamás puede oler mal. Un prosista sí. Esto es todo, lectores míos, adiós muy buenas.
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