POR MANUEL GARCÍA CIENFUEGOS, CRONISTA OFICIAL DE MONTIJO Y LOBÓN (BADAJOZ)
Siempre me fascinó Poncio Pilatos, pretor de Judea. Aseguran, quiénes lo han estudiado, enjuiciado y novelado, que fue débil, medroso y dubitativo. Que se doblegó ante las presiones de los sátrapas que gobernaban y manipulaban el Sanedrín. Pura estampa, a pesar de los más de dos mil años transcurridos, de lo que pasa ahora cuando se administra justicia. Escuchar cortésmente, responder con sabiduría, ponderar con prudencia y decidir imparcialmente. ¡Señorías, ahí es nada, con la que está cayendo!
Admiro a Poncio Pilatos por su decisión de no cambiar lo escrito sobre la tablilla de la cruz, aunque fallara en lo esencial. Derrotado por conservar el cargo, condenó al reo lavándose las manos. Quod scripsi, scripsi. Lo escrito, escrito está.