PONER EN VALOR
Ago 31 2020

POR ANTONIO MORENO HURTADO, CRONISTA OFICIAL DE CABRA (CÓRDOBA)

Caricatura de 1869 publicada en La Flaca

Las palabras, como todo lo de origen humano, están expuestas a cambios a lo largo del tiempo y del capricho de sus usuarios.

Cuando se lee una obra literaria clásica o un documento con varios siglos de antigüedad hay que tener cierta precaución para asegurarse del sentido exacto que daba el escritor a sus palabras.

Entre los siglos XVI y XVIII, por ejemplo, la palabra “nuevamente” significaba “recientemente”, algo que se acaba de crear. Hoy se entiende como “de nuevo” u “otra vez”.

Por eso no falta quien haya entendido mal la expresión “esta hermandad nuevamente erigida” (Virgen de la Sierra, hacia 1560; Aurora, hacia 1729), creyendo que se demostraba así la existencia de una cofradía con anterioridad a esa fecha, cuando, documentalmente, se demuestra que fue entonces cuando se puso en marcha por vez primera.

En el año 1710, al terminar las obras de la Catedral de San Pablo, en Londres, la prensa británica la definió como un “awful building”, un edificio impresionante, magnífico. Hoy “awful” significa “horrible, terrible”.

Con motivo de una importante donación a la Escuela de Cristo, en el año 1691, los donantes pusieron como una de sus condiciones que su Junta de Ancianos fuera “la administradora única y despótica de esta fundación, nombrando capellán o capellanes, removiéndolos a su voluntad, lo mismo que a los demás oficiales y sirvientes, tomando cuentas a sus administradores y nombrando diputados para que todos los meses reconocieran si se cumplía con la obligación”. Ordenan que “ni en este Hospital ni en su hacienda interviniese juez ninguno, eclesiástico ni seglar, para pedir cuentas, ni para reformarlo, ni para ninguna otra cosa”.

Al decir “despótica” dejaban claro que su actuación debería ser “independiente”, con total autoridad.

Hoy despótico significa “tiránico”, “abusivo”, “injusto”, “arbitrario”…

También hay expresiones que se ponen de moda, se mantienen un tiempo y luego prácticamente desaparecen.

Hace unos años, se decía con cierta frecuencia y en niveles pretendidamente cultos, eso de “sin solución de continuidad”, con el sentido de “sin parar”, “de un tirón”.

Algún amigo de la novedad podría llegar a decir: “He ido de Cabra a Lucena sin solución de continuidad” y se quedaba “tan pancho”.

Ahora dicen de alguien que “va a su bola”.

Antiguamente, cuando se contrataba un servicio y corría prisa su ejecución, era normal que se incluyera la fórmula de “sin levantar mano”. Es decir, sin parar el trabajo hasta el final.

No hace mucho, para indicar que eras algo antiguado o “chapado a la antigua”, te decían que eras un “tronco” o incluso un “retablo”, si ya no tenías solución.

Todavía hoy, algunos presentadores de actos o de programas públicos, abusan de la expresión “como no podía ser de otra manera”, en un sentido laudatorio, para aplaudir la presencia o intervención de una persona famosa en un determinado lugar.

Algo así como: “Tenemos entre nosotros a don Fulano de Tal que, como no podía ser de otra manera, ha accedido a acompañarnos en…”, aunque su presencia no fuera esencial para el desarrollo del acto…

Por otra parte, con la moda actual de los neologismos, generalmente heredados de otros idiomas, la gente habla de “meter la gamba” (italiano: pierna, pata) o “tomarse una birra”.

Según las nuevas tecnologías hay que decir “comando”, “puerto”, “mail”, “computadora” o “celular”, aunque algunas veces sean una mala traducción al castellano, una lengua tan rica en matices.

Nos estamos acostumbrando a decir “reportar” por informar y “aplicar” por solicitar.

Si eres “despabilado” puedes llegar a ganarte la vida como “influencer”, “youtuber”, “shopper” u “organizador de armarios”, personas muy útiles para cierta gente falta de imaginación o de capacidad analítica para llevar adelante su propia vida.

Consiste en dejar que otros piensen y decidan por ti.

Ya no decides lo que te vas a poner para salir a la calle o lo que te sienta bien.
Un buen amigo dice que todo esto es, al final, culpa de LOGSE. Una ley de Educación que ha dejado millones de víctimas a su paso.

Un proceso en el que no importaba mucho la formación, el fomento de la capacidad crítica del estudiante y bastante poco su información. Que el estudiante fuera feliz, sin entrar en competición con nada ni con nadie.

Como si la vida no fuera, en el fondo, sino una terrible competición en la que sólo sale adelante el más preparado o el más listo. Algo que no siempre coincide en una misma persona.

El esfuerzo era poco rentable. Se decía que la memoria era la “inteligencia de los torpes”…

Como decían los romanos. “Panem et circenses”. Pan y circo.

Luego sería “pan y toros” y ahora “pan y fútbol”.

Una práctica bastante habitual en los políticos para tener sosegada a la población.

Alimento y necesidades básicas, con cierta dosis de diversión de dudosa calidad para ocultar otras deficiencias mayores.

Mientras veo el fútbol no pienso en otros problemas…

Ahora se ha puesto de moda la expresión “poner en valor”, especialmente por parte de ciertos políticos más o menos “progres”.

Se trata de resaltar alguna obra de interés llevada a cabo durante su mandato y demostrar que es algo muy importante y digno de celebrar.

Una defectuosa traducción, muchas veces, de “in Wert setzen”, “mettre en valeur”, “to put in value”, “per dare un valore”, “om in waarde te schatten”…

La idea, en el fondo, es de resaltar un proceso de restauración, renovación, reparación, reforma, recuperación, realce, valoración… O sea, revalorizar, inaugurar, dar a conocer algo.

Depende de cada caso, pero siempre en sentido positivo, casi triunfalista.

Pero no equivale a “tasar” o “poner precio” a algo, como la frase podría dar a entender.

Un descubrimiento arqueológico o la reforma de un edificio público de interés. Reparar, de forma más o menos artística, una joya, un velón de bronce, una fachada o un retablo eclesiástico deteriorados.

Un tejado interesante, un parque o un colegio deteriorados, para devolverles su aspecto primitivo.

Es decir, tratar de devolverles su valor original, aunque sea solamente con el paso del llamado “algodón mágico”.

Mas o menos, darles “un lavado de cara” en condiciones.

A nivel social, durante el siglo XIX y buena parte del XX, las familias “pudientes” escenificaban la llamada “puesta de largo” o “presentación en sociedad” de sus hijas “en edad de merecer”. Como si fuera un escaparate u oferta de disponibilidad.

La noticia podía aparecer en las páginas de Sociedad de la prensa local o incluso provincial, si el papá se “retrataba” adecuadamente.

Se comunicaba oficialmente la existencia de una “jovencita casadera”, que estrenaba así el primer maquillaje, las pestañas postizas o el corsé ceñido…

¿Podríamos decir hoy que se trataba de “ponerla en valor”?

Imaginemos que el país sufre una pandemia y finalmente hay que valorar sus efectos y la actuación del Gobierno. ¿Sería “poner en valor” todo lo ocurrido?

En los países serios, los Gobiernos se suelen interesar por la valoración de sus ciudadanos, aunque, en algún caso, esto conduzca a la caída del Presidente y de sus ministros…

Volviendo a nuestro tema.

La restauración de una imagen religiosa. ¿Es “ponerla en valor”?

¿Sería aceptable decir que “se está poniendo en valor la imagen de San o Santa… por el conocido restaurador don… para repararle unos desconchones de la cara…”?

Por otra parte, si se raspa toda la encarnadura original de una importante escultura barroca y se repinta totalmente, es ¿“ponerla en valor”?

¿Y si se demuestra que ha sido un fracaso o incluso un fraude?

En el caso de una posible “valoración” negativa, ¿quién sería el responsable, el artista o la persona que hizo el encargo?

Nosotros nos preguntamos. ¿Alguien podría decir que ha llevado la impresora al taller para “ponerla en valor”?

Decíamos que esta desafortunada expresión es de uso, quizás demasiado habitual, de los políticos menos “rodados”.

Hace ya algún tiempo, en una entrevista grabada, oíamos a un joven dirigente local sobre los trabajos que se venían llevando a cabo ese verano en determinado establecimiento municipal. La cosa iba bien hasta que espetó que la “puesta en valor será el próximo 15 de septiembre”…

Nos imaginamos que quería decir que el local se abriría al público ese día o que se haría el acto oficial de inauguración en ese momento.

En ningún momento supusimos que ese día se fuera a sacar a subasta…

Fuente: http://www.laopiniondecabra.com/

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