PONGA PANGA, BOGA Y CARAMEL
Feb 16 2017

POR FRANCISCO SALA ANIORTE, CRONISTA OFICIAL DE TORREVIEJA

Finales del siglo XIX. Subasta del pescado en la playa de Torrevieja a la salida del sol. / Foto: A. Darblade - Colección de Fco. Sala
Finales del siglo XIX. Subasta del pescado en la playa de Torrevieja a la salida del sol. / Foto: A. Darblade – Colección de Fco. Sala

Panga llaman en México al transbordador, guiado por cables, utilizado para cruzar ríos y transportar vehículos; aquí a la panga lo llamamos ferry. Pero la panga del que les hablo es un pez, el Pangasius hypophthalmus; de carne blanca, barata y poco alimenticia, atiborrada de antibióticos, criado entre sus heces en el contaminadísimo río Mekong, en Vietnam.

Carrefour dejó de vender panga desde en sus supermercados en España, en línea con la decisión adoptada por el grupo francés en otros países europeos, pescado que se ha estado sirviendo en comedores de colegios y hospitales. Se ha explicado que ésta es una decisión adoptada «de forma preventiva» y que está «alineada con la de otros países del grupo», debido a motivos ‘medioambientales’. Casi todos los proveedores son de Asia, con Vietnam a la cabeza, seguido de Indonesia, Tailandia, Bangladesh y Birmania.

¿Por qué no se habla y/o prohíbe el salmón? Sus criadores noruegos y chilenos utilizan en para su cría antibióticos para controlar enfermedades, pero su uso puede desarrollar ‘superbacterias’ capaces de desatar infecciones incurables. ¿Analizamos las cantidades de plomo que retienen muchos de los grandes peces: atunes, emperador, etc.; amén de las condiciones medioambientales de los criaderos españoles? Yo creo que sí.

En Torrevieja, en otros tiempos, entre los pescados baratos y que ahora se les llaman ‘salvajes’ -como si los criados en piscifactorías estuvieran domesticados- se encontraba el caramel, pescado blanco pero humilde, que le pasó lo que suele sucederles a esos hijos de familias bien que, al no destacar excesivamente por sus talentos, ni por sus virtudes, ni tan siquiera por sus defectos, se quedan nadando entre dos aguas, sumidos en la más apacible de las vulgaridades. En 1965, llegó a muelle pesquero una mamparra cargada de esta clase de peces que corrientemente suelen atraparlo en pequeñas cantidades las embarcaciones de arrastre, viniendo a corroborar lo que dejábamos sentado anteriormente: que le pegan los de arriba y los de abajo. Ante tal abundancia se cotizó a lo bajo en la subasta, y en la pescadería se voceaba a ocho pesetas el kilo, precio que sólo recuerdan los antiguos y algunos modernos con memoria de elefante. Por aquellos años, en la lonja hubo una partida que llegó a pagarse a seis reales para convertirlo en harina.

Otro pescado, calificado por algunos de pordiosero, era la boga, que estaba también a la cola en cuanto a precio y popularidad. Para mí, comer este pescado, en otra época de las clases más menesterosas y paupérrimas, puede ser un lujo… estando frescas y muy baratas, dos euros el kilo; según el pescadero, suelen estar aún a más bajo precio. ¿Y por qué? Casi nadie las compra y se les tiene muy poco aprecio por las bogas; aun siendo un pescado bastante sabroso.

Me relataron que tiene su originaria explicación en agosto de 1906, cuando naufragó frente a cabo Palos el trasatlántico ‘Sirio’. A las pocas semanas se produjo una enorme pesquera de bogas: cientos, miles de repletas cajas llegaban a la playa de Torrevieja; pero la gente no las compraba. Se comentó, que había tantas porque se estaban alimentando de los cadáveres, como peces carroñeros que son. Muy buenas y deliciosas están las bogas fritas, acompañadas con ñoros y tomate frito, eso sí, primero limpias de escamas, de tripas y medio cortada la cabeza. ¡Para chuparse los dedos!

Mientras el panga se ahoga en su mala fama abrían que realizarse estudios de mercado, no del capazo y el carrito de la compra, sino de las grandes economías mundiales: europeas, americanas y asiáticas. Se delibera sobre la venta y el consumo del pescado asiático, en el escaparate de un céntrico establecimiento colchonero leo el siguiente cartel publicitario: “No trabajamos productos asiáticos ya que en nuestra empresa apostamos por la producción nacional”. Quizás no se hayan advertido en donde ha sido fabricado el teléfono móvil que portan en su bolsillo a través del que reciben sus pedidos comerciales. Muy atrás quedaron los vociferantes anuncios de aquellos vendedores: ¡Boga! ¡Caramel! ¡Asar y comer!… y se vareaban los colchones de lana.

Fuente: http://www.diarioinformacion.com/

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