POR ANTONIO BOTÍAS SAUS, CRONISTA OFICIAL DE MURCIA
Era inevitable que la atención de un periodista, en un siglo cuajado de guerras y revueltas, se centrara en el lado más humano de la noticia. Y si ese comunicador fuera un apasionado de la huerta y de sus gentes, no le faltarían ocasiones para relatar las terribles injusticias en el reclutamiento de aquellos pobres huertanos que se llevaban al frente. Y eso hizo José Martínez Tornel al frente de ‘El Diario de Murcia’ y en otras producciones literarias, como aquella cancioncilla popular que recuperó y que así rezaba: «Ya se van los quintos madre; por la puerta de Orihuela; cuántas madres llorarán; y la mía la primera».
El sistema de quintas venía desde antiguo. Por ejemplo, en 1837 se publicó una ordenanza que pretendía nutrir de esa forma un nuevo ejército nacional. Pero se permitía que mozos no elegidos en el sorteo pudieran sustituir, a cambio de dinero, a aquellos que habían tenido la mala suerte de ser elegidos, lo que beneficiaba a las familias ricas. Y las pobres, si acaso querían que el zagal no fuera al ejército o a la guerra, se veían en la obligación de hipotecar sus tierras, cuando las tuvieran.
Estas cosas indignaban a Martínez Tornel, incluso antes de que editara su recordado ‘Diario’. Ya en 1871, el periódico bimensual ‘El Zorongo’ dio a conocer un artículo donde Tornel denunciaba «los abusos que se cometían con los quintos».
En su aportación, el periodista mostraba su pesar al ver «al tallador estirar los huesos al pobre que no alcanza la medida; oigo sonar dinero por todas partes, llamando a las conciencias de todos; y veo por último los rostros hambrientos y los ojos avaros de todos los que en la quinta toman parte, que no desean más que un momento favorable para coger presa y repartirse el botín». Cuando contemplaba tan penosa situación, Martínez Tornel reconocía la necesidad de escribir «un artículo furibundo que se titulara ‘Ni en Sierra Morena’».
Las madres de aquellos desdichados eran, en opinión del periodista, las que más sufrían «por no haber tenido cincuenta duros con que apedrear la ley». Casi 20 años más tarde, el 8 de febrero de 1890, el autor, tras comentar el paso de un cañón sobre el Puente del Reguerón, en El Palmar, publicaba en su sección ‘Lo del día’ que «como nosotros no pensamos, por lo general, más que en las obras de las inundaciones, en los campos experimentales, en la necesidad de mejorar las semillas del gusano de seda, en la lástima de que no se facilite la exportación de los frutos de esta huerta, en el pimiento, en los trigos… todo ello agrícola, encarnado en nuestro modo de ser y de vivir… lo que huele a guerra y a discordia no lo vemos más que por las quintas que diezman y los tributos que suben; y por eso no nos alegramos gran cosa con los inventos de Hontoria».
Muchos «inútiles»
Las críticas del célebre comunicador se mantuvieron durante años, aunque fueron más evidentes en 1898, por la Guerra de Cuba y cuando se destapó en Murcia una trama para librar de ir a filas a cientos de jóvenes, trama que se convirtió en un escándalo nacional tras revisarse los expedientes de los exentos.
El pastel era monumental. Como se constató durante la investigación, en Murcia había en 1898 un total de 432 «inútiles». En el reemplazo de aquel año, de los 5.292 alistados solo 2.890 -un 55%- fueron declarados aptos para el servicio. El resto, aparte de los «inútiles» se consideraron excluidos por no dar la talla o tras abonar 1.500 pesetas.
Eran las llamadas «redenciones» mediante las que cualquiera podía quedar ‘liberado’ de formar parte de las milicias si abonaba esa cantidad. Era, pese a lo injusto, un procedimiento legal. Y muy secundado, por cierto. No extraña que, por aportar un dato, el día 3 de mayo de 1898 se verificaron en la Delegación de Hacienda de Murcia hasta 44 ingresos correspondientes a otros tantos mozos que quedaban liberados. A veces, como sucedió en 1869, el Ayuntamiento de Murcia realizó una redención colectiva que le costó 116.650 pesetas mediante dos préstamos.
Las pesquisas de la comisión de investigación probaron la existencia de algo más antiguo que orinar a pulso: tráfico de influencias. Y señalaron, entre otros, al diputado liberal murciano Miguel Jiménez Baeza, quien era médico de la Comisión Mixta de Reclutamiento. Las páginas de ‘El Diario’ reprodujeron el caso desde el día 16 de septiembre hasta finales de año. Las conclusiones de la comisión fueron ratificadas por una Real Orden de fecha 30 de enero de 1899. En torno a 180 exclusiones fueron anuladas por diversas irregularidades. La Real Orden confirmó entonces los dictámenes de la comisión y sancionó la conducta de los médicos «Jiménez Baeza, Castillo, Alonso y otros». Un mes más tarde, Jiménez Baeza renunció a su acta de diputado.
Diario del frente
‘El Diario’ no solo defendió a los quintos. Más tarde, cuando ya andaban jugándose la vida en Cuba, sus páginas se convirtieron en improvisado portavoz que anunciaba el estado de las tropas. Así, muchas familias enviaban a Martínez Tornel el nombre de sus hijos y maridos para que este, a su vez, lo remitiera al corresponsal del periódico en Madrid, encargado de recabar información ante el Ministerio de Guerra. De forma periódica, ‘El Diario’ publicó listas de soldados, aunque no pudieran considerarse datos fiables. Y eso cuando los hubiera. El 6 de diciembre de 1898, Martínez Tornel insertó una nota donde advertía a «los que nos han remitido notas de soldados de Ultramar para que preguntemos sobre su situación» que el Ministerio no había ofrecido información alguna.
Curiosamente, algún autor ha recordado que el célebre periodista ‘alquiló’ en su día a un sustituto para escapar del servicio militar. Así lo asegura Julián Navarro en su obra ‘Organización social y sistemas políticos en Murcia durante la I República’. Si así fue, no lo parece a juzgar por su posterior dedicación a la causa.
Fuente: http://www.laverdad.es/