POR LA SEÑAL DE LA CRUZ
Dic 05 2022

POR MARIA TERESA MURCIA CANO, CRONISTA OFICIAL DE FRAILES (JAÉN).

La celebración de las populares cruces de mayo tienen su origen en el hallazgo de la Santa Cruz en la que murió Cristo y que fue encontrada, mucho tiempo después –en el año 326– por Santa Elena. Tras convertirse al cristianismo y llevar muchos años de vida piadosa y encontrar la Cruz de Cristo en Jerusalén, según ha narrado la leyenda hasta nuestros días, fue considerada santa por la Iglesia de Roma. Dicha leyenda se remonta a una batalla en la que el emperador Constantino se enfrentaba a los bárbaros a orillas del río Danubio y la victoria se antojaba prácticamente imposible ante el gran número de efectivos del ejército rival. Pero un sueño en el que se le apareció una cruz con el lema In hoc signo vincis (vencerás con esta señal) le hizo construir una gran cruz que puso al frente de su tropa y ésta, de forma sorpresiva y contra todo pronóstico, ganó la batalla a los bárbaros.

El signo de la cruz es el primer gesto de fe que aprendemos y es el que acompaña a cada oración oficial o personal de la Iglesia. La simbología que expresa es límpida, especialmente cuando está acompañado por las palabras “en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo”.

Su historia es antiquísima y se pierde en los orígenes de la Iglesia apostólica, que empieza a estructurar su propia fe a través de gestos y palabras comunes. Los primeros testimonios se remontan a la época de los Padres de la Iglesia, y se refieren al pequeño signo de la cruz, el único entonces en uso, hecho con el pulgar generalmente en la frente, a veces en otras partes del rostro y después del cuerpo.

Tertuliano, autor a caballo entre los siglos II y III, habla de un uso personal y difundido del signo de la cruz. En una obra clave en que compara el compromiso bautismal de los cristianos con el juramento de los soldados del imperio, afirma: “Si nos ponemos en camino, si salimos o entramos, si nos vestimos, si nos lavamos o vamos a la mesa, a la cama, si nos sentamos, en estas y en todas nuestras acciones nos marcamos la frente con el signo de la cruz” . Poco más tarde aparecen los primeros testimonios litúrgicos. Se trata siempre del pequeño signo de la cruz, que acompaña en varios momentos a la liturgia bautismal, con la que se comunica el misterio de la Pascua de Cristo, para vivir en la comunión de la Trinidad.

La costumbre de signarse también el pecho se remonta al siglo V: nace en el Oriente cristiano, se difunde después en la Galia y en el ritual romano (unción con el óleo de los catecúmenos; durante la Misa al principio de la lectura del Evangelio). Siempre en Oriente, durante el siglo VI, nace la costumbre de signarse con tres o dos dedos abiertos, mientras que los demás permanecen cerrados. El gesto se refiere a las luchas teológicas para definir la fe en la Trinidad (los tres dedos abiertos) o en Cristo, verdadero Dios y verdadero hombre (los dos dedos abiertos).

De nuevo, la costumbre llega a la tradición latina. Tenemos de ella una representación plástica en un bajorrelieve en la catedral de Módena (Italia), que se remonta al siglo XII, donde se ven algunos fieles que se signan sobre la frente con los tres dedos abiertos, ante el sacerdote que empieza a leer el Evangelio. El uso de un gran signo de la cruz nace en los monasterios hacia el siglo X, pero probablemente se remonta a épocas anteriores, especialmente en el uso privado. Al principio se trazaba aún con los tres dedos abiertos y bajando de la frente al pecho, pasando después del hombro derecho al izquierdo.

La tipología del gesto es típicamente oriental. En momentos posteriores, la tradición occidental comenzó a usar la mano extendida, invirtiendo el sentido de izquierda a derecha. Esta forma es codificada en la liturgia romana sólo con la reforma litúrgica del siglo XVI, después del concilio de Trento.

Finalmente, recordemos que el signo de la cruz estaba muchas veces acompañado por una fórmula.
La trinitaria, que usamos todavía hoy, se remonta a la redacción del Evangelio y se convirtió en canónica desde la reforma carolingia del siglo IX. Pero se usaban también otras fórmulas, como cuando se abre la oración de la mañana signándose la boca diciendo: “Señor, ábreme los labios”. Los griegos suelen decir: “Santo Dios, Santo fuerte, Santo inmortal, ten piedad de nosotros”. Este gesto, a través de las pequeñas modificaciones, ha acompañado la vida de fe de la Iglesia a lo largo de los siglos.

Por la señal de la Santa Cruz
de nuestros enemigos,
líbranos Señor, Dios nuestro
en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén

La “señal de la Cruz” no es un gesto ritualista, sino una verdadera y poderosa oración. Es la señal de los cristianos. Por medio de ella muchos santos invocaban la protección del Altísimo, a través de ella pedimos a Dios que, por los méritos de la Santa Cruz de su Hijo, Nuestro Señor Jesucristo, Él nos libre de nuestros enemigos, y de todas las trampas del mal, que atentan contra nuestra salud física y espiritual.

Por la señal de la Santa Cruz (en la cabeza): pedimos a Dios que nos dé buenos pensamientos, nobles y puros. Y que Él aleje de nosotros los pensamientos malos, que sólo nos causan mal.

De nuestros enemigos (sobre la boca): pedimos a Dios que de nuestros labios sólo salgan alabanzas. Que nuestro hablar sea siempre para la edificación del Reino de Dios y para el bienestar del prójimo.

Líbranos Señor, Dios nuestro (sobre el corazón): para que en nuestro corazón sólo reine el amor a la ley del Señor, alejándonos de todos los malos sentimientos, como el odio, la avaricia, la lujuria… Haciéndonos verdaderos adoradores.

En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén – Es el acto liberador y debe ser realizado con la mayor reverencia, consciencia, fe y amor, pues expresa nuestra fe en el Misterio de la Santísima Trinidad, núcleo de nuestra fe cristiana, Dios en sí mismo. Debe hacerse con la mano derecha, llevándola de la cabeza a la barriga, y del hombro izquierdo al derecho.

FUENTE: https://mteresamurcia.com/2022/12/05/por-la-senal-de-la-cruz/?fbclid=IwAR2QMxQd98Vm-uyvW-jtwnpx8eSsp9KLX5rbk73teJ3ks26xIxPhGStJRjU

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