POR ANTONIO BARRANTES LOZANO, CRONISTA OFICIAL DE VILLANUEVA DE LA SERENA (BADAJOZ).
No podemos dejar que pase desapercibido el centenario de ‘El miajón de los Castúos’ por lo que representó en su momento y por la aportación continua que hace a nuestro sentir extremeño.
No puedo dejarme arrastrar con opiniones propias por que la admiración que profeso a la obra ‘El miajón de los castúos’ no me dejará equilibrar mi subjetividad. Máxime cuando es innegable el vínculo que tiene su autor, Luis Chamizo, con Villanueva de la Serena, de donde era parte de sus raíces y, por tanto, parte de él mismo y parte de esa obra maestra que cumple un siglo.
Por ello, para poner distancia a la tentación, he buscado opiniones más ecuánimes y de más autoridad, y cual mejor que la de sus primeros lectores: D. José Ortega Munilla, periodista, escritor, diputado en Cortes, Académico de número de la RAE, redactor y director del Imparcial. Él tuvo a bien prologar la primera edición de este libro. Y lo mejor es dejarse llevar por su lectura:
«Este poeta ha tenido un acierto singularísimo: el de hallar en el lenguaje de los extremeños de la provincia de Badajoz palabras, giros, temas de energía y de originalidad asombrosos… el novel ingenio posee dos cualidades eminentes y dominadoras: la originalidad y la vehemencia expresiva, y aumenta el interés de estas composiciones el estar escritas en el decir, un tanto bárbaro y fiero, de la gente de Extremadura, el haberse adueñado el compositor del estilo arrogante y bravo de sus pasiones, el haber inventado, en fin, un nuevo modo de belleza en las letras… cuando los bien entendidos otorguen a Chamizo su aplauso, como yo se lo otorgo, deberán sentirse alegres y contentos los hombres de la montanera, los labriegos de la Extremadura, los que el poeta ha sacado a la luz del aplauso en sus pasiones y en sus quereres, recios como la encina, luchadores como los que crearon su antiguo linaje…»1
El político más insigne de la época, D. Antonio Maura, el 13 de febrero de 1921, agradecido, escribía al poeta: «Muy Sr. mío: Llegó a mis manos, hará luego veinticuatro horas, el tomo que usted tuvo la bondad de regalarme titulado ‘El Miajón de los castúos’… con toda la verdad le digo que no recuerdo en muchos años lectura que haya agradado más… le agradezco por tanto, no sólo la finura del obsequio, sino el grandísimo deleite espiritual de una poesía tan caudalosa, tan ingenua, tan delicadamente sentida…tan limpia de los rancios afeite.
Nuestro autor, Luis Florencio Chamizo Trigueros, nació en Guareña el 7 de noviembre de 1894. Sus ascendientes son todos extremeños, su padre, D. Joaquín de Castuera; su madre, Dña. Asunción, de Guareña; sus abuelos paternos: D. Miguel de Calamonte y Dña Petra Guerrero Rojas de Villanueva de la Serena; sus abuelos maternos: D. Juan de Guareña y Dña. Luisa de Valverde de Leganés. Desciende por tanto y lo digo como de anécdota, de Villanueva por línea paterna. Se bautizó a los pocos días, como era costumbre, en la Iglesia Parroquial de Ntra Sra. de la Asunción de Guareña. Su infancia trascurrió entre los hornos de alfarería de su padre, un hombre que siempre procuró que su hijo se cultivara. Después de los estudios primarios cursados en Guareña, el joven Luis marcha a Madrid y luego a Sevilla para terminar los secundarios y es en Sevilla
donde consigue el título de Perito Mercantil. Vuelve a Madrid y se licencia en Derecho. A la muerte de su padre es requerido por el negocio familiar y regresa a Guareña poniéndose al frente de la venta de los conos. Cuando pudo se colocó de pasante en la notaría de D. Victoriano Rosado Munilla en D. Benito.
Sus primeros balbuceos literarios se remontan a 1913 cuando publica su poesía ‘En el remanso’. Sus primeros poemas aparecieron publicados en la revista ‘La Semana’, de Don Benito; de lo celebrado que fueron tenemos referencia por su paisano el profesor Eugenio Frutos.
«El Miajón de los Castúos» es su obra más lograda. Vio la luz a principios de 1921. «Miajón» es la esencia, «el alma», la miga y lo «castúo» es paisaje, carácter, cultura, donde el primero, el medio geográfico, funciona como factor determinante de los otros dos, nos recuerda Ramiro de Maeztu. Hábilmente Chamizo todo lo envuelve y lo presenta como un todo.
D. José Ortega y Munilla aplica el término castúo a «los que constituyen la entraña de un pueblo, los guardadores de lo castizo, que conservan y defienden la majestad intangible de una estirpe. Y acreditan el valor de ésta en las palabras y en los usos y en los trajes».
Tuvo un éxito rotundo y su poesía se extendió rápidamente por América, donde se llevaron a contabilizar algunas ediciones clandestinas.
Para entender a un autor hay que situarle en su tiempo y Chamizo es un producto de su tiempo. Chamizo no era ajeno a los problemas de finales del siglo XIX y principios del XX:
El profesor Viuda Camarasa nos dice que las claves ideológicas de la poesía de Chamizo están encerradas en el concepto unamuniano de intrahistoria. Esto es, en las vidas e idiosincrasia de las gentes humildes, anónimas e inmutables…
Nos dice Unamuno que «La intrahistoria equivale a la vida silenciosa de los millones de hombres sin historia que a todas horas del día y en todos los países del globo se levantan a una orden del sol y van a sus campos a proseguir la oscura y silenciosa labor cotidiana y eterna».
Chamizo en este libro logra narrar la vida de esos hombres sin historia, su latir vital, su quehacer diario; las pequeñas cosas, la vida humilde y sencilla, la que construye el futuro…; del libro dimana un sentimiento muy profundo de lo extremeño. Toda su poesía es vida, sencillez, austeridad y drama. Un canto al pueblo humilde y sabio.
Corto nos quedaríamos si al hablar de Luis Chamizo nos quedáramos con sólo el ropaje. La poesía chamiciana viaja compulsiva por el amor, la amistad y la honradez que no dejan un solo momento ser objeto de llamada al lector. Los valores trascienden a una rápida lectura, el autor recoge del habla popular no sólo su léxico, también su sentir «sus quereles y sus creencias» y todo lo devuelve con ritmo sonoro.
En Chamizo todo es natural y primigenio; pero desde lo primario y genuino se alza la voz del poeta hacia lo más trascendente de la vida, del amor y de la muerte, que son las constantes de la poesía inmortal en busca de los últimos misterios del hombre.
Un reconocido poeta extremeño, al que tuve el gusto de conocer, existencialista y comprometido con su tiempo, Manuel Pacheco, le dedicó estos versos, él recordando el centenario del poeta, nosotros los traemos por el centenario de su libro:
«Luis Chamizo golpeó / la encina de la palabra
/y en el idioma que labra /el sonido se encendió.
Toda la luz se le abrió/ en la llama de ese sueño
y el hablar de lo extremeño/ en lo castúo encontró. (M. Pacheco)2
LLAMADAS
1 J. Ortega Munilla. Prólogo a «El Miajón de los Castúos»
2 Poema para nombrar a Chamizo. M. Pacheco
FUENTE: https://villanueva.hoy.es/semos-asina-semos-20211205203616-nt.html