POR MANUEL GARCÍA CIENFUEGOS, CRONISTA OFICIAL DE MONTIJO Y LOBÓN (BADAJOZ).
En el Catastro de la Ensenada (1753) se contabilizan quince pozos públicos en Montijo. El de la Plaza de España, que aparece en el escudo de la Villa, era una “admirable obra de origen godo”, según Bernabé Moreno de Vargas (año 1633). Se conservan el de la calle Azorín, el del Valle, Pozo Nuevo, de las Eras y Cordel de Barbaño. El lugar del pozo, hoy señalado con una inscripción en la plaza de España, es descrito por el historiador Bernabé Moreno de Vargas (1576-1648), primer Cronista Oficial de Montijo, abogado y alcalde, que escribió en 1633: “háyanse en ella rastros y ruinas de edificios del tiempo de los godos, de ellos es el admirable pozo de agua que tiene en la plaza”. En aquel pozo, en sus aguas, está la fuente que ha dado vida a esta antigua, sabia y hermosa tierra, y a su presencia humana. Con él y junto a él comenzó nuestra Historia. Y junto al pozo los árboles: espinos, cipreses, acacias; custodiado por salvajes, hombres y maceros, significando así la dignidad y poder de la autoridad montijana.
Antes que Moreno de Vargas, Hesiodo dijo de Agla, la más joven de las Gracias, mitológica personificación de la vida feliz y alegre, esposa de Hefesto, que fue resplandeciente. Aquella joven Agla esplendorosa, a la que tengo que darle gracias por haberme permitido nacer, crecer y vivir en esta hermosa tierra en la que, aunque tanto se ha destruido de ella, tantas bellezas y grandezas quedan.
En el siglo XVIII (1779), el historiador franciscano Juan Mateo Reyes Ortiz de Thovar, que vivió en el convento de Santiago de Lobón, en su obra ‘Los partidos triunfantes de la Beturia Túrdula’ consideró que sobre el solar en el que se fundó el Montijo santiaguista (siglo XIII), los celtíberos túrdulos establecieron por el año 315 a.C, la antigua Agla.
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