POR APULEYO SOTO, CRONISTA OFICIAL DE BRAOJOS DE LA SIERRA Y LA ACEBEDA (MADRID)
Es profesor y poeta, pero no es un hombre al uso cotidiano, sino al abuso de sus facultades mentales, que son potentes y variopintas, continuamente en ebullición. Es un elfo, un mago, un sátiro, un unicornio, un trasgo; un hierofante, un Peter Pan y un Harry Potter con escoba; un Quijote y un Sancho pareados y correcaminos, un Salomón enciclopédico, un militar de las letras hodiernas, un Valle-Inclán embrujador y tronante, un Unamuno contra sí mismo debatiéndose, un ácrata empedernido, un escribidor desaforado, un poetón como la copa de un pino de Valsaín… y totum revolutum.
Estoy hablando de José Manuel Prado- Antúnez, autor reciente de “La vida en sus rodajes”, libro endemoniadamente lírico que deja al crítico k.o y al más listo de los lectores exhausto y descangallado. Se salta casi todas las normas de la expresión y la corrección retóricas clásicas e impone su propia voz, tan áspera como tierna, tan sibilina como sugerente, tan brillante como opacada a veces, tan inmisericorde como cordialísima. Yo me quedo pasmado tratando de desentrañarle. Si uno no le conociera ya bastante, no le admitiría esas continuas travesuras o traiciones a la lengua madre, no le admitiría en el club de los poetas vivos, no le permitiría esos juegos malabares y de ruleta rusa tan peligrosos, pero como sí que le conozco en el hondón del alma desde joven, no solo le perdono y disculpo sino que aplaudo sus paranoicos desvaríos literarios, llenos de contrastes.
Prado-Antúnez se entrega tan condensado que no excluye ninguna de sus vivencias y experiencias, invadidas todas ellas de cinemascope, música, filosofía, realidad y ultrarrealidad, verdad y posverdad (la verdad de las mentiras) . Y lo hace con un humor muy serio, ácido, agridulce y corrosivo y con una pátina de brochazo brutal, grande, compulsivo, íntimo e intuitivo.
Posee este poeta un cerebro populoso de imágenes burbujeantes que se estrellan en nuestra propia cabeza. Retuerce el poema, lo sublima o lo degrada en la misma línea y no para de darnos qué pensar. Es un torrente imparable, excesivo, desbordante de ideas y sentimientos. Crea vocablos, o resucita los ya caídos en desuso, los distorsiona, los entromete con calzador de urgencia en los versículos como si fuera un pirata verborreico al que la lengua no le cabe en la boca… y se queda tan pancho, abriendo y explorando los nuevos senderos del idioma, hoy demasiado cruzados, mezclados, surtidos y pervertidos.
Aliteraciones, hiatos, retruécanos, sinécdoques, metáforas, metonimias… los espolvorea por doquiera del poema y nos estallan en los ojos con su fulgurante tratamiento y encabalgamiento. Pulveriza los lugares comunes, violenta u olvida la puntuación, cambia el sentido de las frases, nos mantiene en suspenso adrede, él es él con muy pocos más, como Carlos Edmundo de Ory o Tristán Tzara.
Deteneos en estas muestras al desgaire: “Lluvia de ardillas”, “pezón de golondrina”, “gota de viento”, “éxodo efusivo”, “cáliz de atraques”, “deambulo manchadas las calles de sangre o champaña”, “amén meo”, y así hasta el infinito del poema y más allá. ¿No son figuras o figuraciones para alucinarse? Alucinado me ha. Y después de releer cuatro o cinco veces “La vida en sus rodajes” (Vitruvio ediciones) sigo en estado catatónico. Pero supremamente agradecido por haber descubierto y confirmado a un poeta nuevo, distinto, verdadero: José Manuel Prado-Antúnez, entreverado de vasco, gallego y castellano.
No resulta fácil de leer ni de comprender, pero… ¿de cuándo a acá hay que comprender a la poesía para saborearla? La Poesía es mujer y se entra en ella a través del amor, no del entendimiento. Ninguna mujer se siente nunca del todo comprendida, ni falta que hace. ¡Oh Poesía! ¿Y qué es Poesía? “Una mezcla de rosas y bombones”, dijo alguno. Una musa casquivana y caprichosa, una Venus divinamente soberana, una Miss Mundo embellecida con los retoques de la cirugía plástica a la que se le transparenta el alma, digo yo. OK.
Ética, estética y moral las funde y disuelve a la vez este mago diabólico de la escritura estrambótica llamado José Manuel Prado (sembrado, florido) y Antúnez.
Postista, dadaísta, surrealista, krausista, picassiano… yo qué sé. Quizá Caballero Bonald sabría auscultarle y analizarle (O atizarle y anatematizarle, pues muy mal genio se gasta en sus ensayos con los vates que no le gustan).
Lo escrito, escrito está, y lo repito hasta la saciedad. Me siento impotente de sujetar, parar, templar, encasillar, domesticar… a este fogoso caballo desbocado o hipocampo. Es diferente, es único, como el precipitado total de las vanguardias que le han precedido, leídas o engullidas. Ácrata, que es un ácrata irredimible. El caso es que está aquí, con “La vida en sus rodajes”, que un arriesgado editor, y poeta asimismo, Pablo Méndez Jaque, ha puesto en la cresta de la ola de Ediciones Vitruvio.