POR MIGUEL ROMERO SÁIZ, CRONISTA OFICIAL DE CUENCA Y CAÑETE (CUENCA)
Dice el texto legal que pregonar es “alabar en público los hechos, virtudes o cualidades de alguien”, pero también podría decir que “pregonar es evocar recuerdos de celebridades o devociones, y ensalzar espiritualmente a quien rige una devoción sin límites” y en este caso, me serviría para este lauda.
Quién me diría a mí, que hace ya unos cuantos años – ¡cómo pasa el tiempo!- que me iba a inventar unas Jornadas donde un pregonero, iba a plasmar en palabras sus vivencias, recuerdos, añoranzas y sentimientos hacia el Santo Niño de Valverde de Júcar. Unas jornadas nuevas en una fiesta que llevaba viva más de quinientos años. Y así fue y así sigue, afortunadamente.
Por eso, este miércoles día 4, un poco antes de que la Epifanía llegase, se celebraba en esta hospitalaria localidad, unas jornadas para ensalzar la figura de esta imagen y para homenajear a quienes llevan medio siglo “asentados” en las Compañías de esa tradicional Hermandad valverdeña.
Pero antes, entre el auditorio lleno y expectante, una “buena persona”, de esas que han dedicado su vida a atender a los demás, con complacencia y espíritu profesional, dicharachero y amable, se ponía ante el micrófono para ofrecer su palabra, bien meditada y escrita, a todos los que allí nos congregábamos con deseo de escuchar y servir.
Javier López Martínez, empleado de banca y ahora, jubilado y deseoso de seguir compartiendo vida e ilusión, se enfrentaba-ante un atril- al compromiso aceptado, al deber que te hace servidor de tu fiesta más grande y se ponía en la piel de un pregonero cuando dice “¡Se hace sabeeeer…!”.
Fue una lectura sosegada y bien leída, y en su contenido, las vivencias de quien ha estado sirviendo en las filas con el mismo tesón de quién sabe qué, ayudando a los demás, se ayuda a sí mismo.
Después de contar sus experiencias, su labor en la directiva de la Compañía de Cristianos, sus anécdotas vividas y su sentimiento hacia la imagen, nos hablaba de tiempos pasados, necesidades cubiertas y aspectos que mejoraron la Fiesta en todo su contenido. Así se expresaba: “Corría el año 1987 y veíamos que el Niño debería estar mejor situado en la iglesia que donde estaba y se pensó que el sitio ideal en base a lo que significa para Valverde, no en vano es el patrón del pueblo, y dada la reverencia que le profesamos, es donde actualmente está pues, sin lugar a dudas, es un lugar mucho más preferente dentro del templo. Pero claro, ya que lo cambiamos de sitio tenía que ser en un retablo acorde a lo que para nosotros significa la imagen del Santo Niño, para lo cual contactamos con un artesano de Horche (Guadalajara) que vino a Valverde, vio el sitio y nos presentó unos cuantos modelos, decantándonos por el que hay puesto. Es un retablo realizado todo en madera en el que no hay escayolas, plásticos u otros materiales menores y con una mesa altar que se puede retirar del mismo para poder celebrar oficios”.
Sin duda, para este empleado de Banca, un esforzado valverdeño que bien supo lo que era luchar profesionalmente por mejorar su estatus y seguir sirviendo a sus clientes de la mejor manera posible; para quien supo que la vida está marcada por el esfuerzo y el sacrificio, sin olvidar la honestidad, colaborar como secretario de la Compañía cristiana en tiempos difíciles por crisis o por trastornos sociales, fue siempre una ilusión compartida para servir, para ayudar, para que sus Fiestas fueran progresando, haciendo que su sentimiento hacia el Santo Niño se definiese en sus valores a la hora de trabajar para esa mejora de unas fiestas que, pasados unos años, serían declaradas de Interés Turístico Regional. Un hecho trascendente por entonces que bien merecería ahora, por su prestancia, uniformidad, organización, desarrollo y reconocimiento externo, ser de Interés Turístico Nacional.
Por eso, para él, su primera anécdota le dejó marcado y le hizo sentirse orgulloso de ser valverdeño, porque en la ilusión de compartir o de exponer esos valores que definen al ser humano, debe de estar sobre ellos, la templanza de creer en lo que haces. Por eso, en su Pregón así lo contaba: “La primera anécdota fue el acto de sentarme. Sucedió que acudía a mi casa a comer el día 9 de enero y me encontré que estaban en ella los Cristianos tomando un reo de salón y vino que mi padre tenía la costumbre de invitarles todos los años. Aunque yo no lo tenía en mente, empezaron todos a decírmelo e intentar convencerme para sentarme y, la verdad, tampoco tuvieron que hacer mucha fuerza para ello y acabé sentado de Cristiano, me puso el sombrero y la canana mi amigo Tomás el Torrubiano y compartimos su trabuco hasta la despedida del General, lo curioso y anecdótico, es que en mi asentamiento hizo las veces de General el Directivo Constancio Lucas (Camachito)”.
En definitiva, un pregón sentido, y sobre todo, hecho con humildad de servir, de entretener, de compartir, lo que otros muchos valverdeños sienten estos días, y lo que otros que no siendo del lugar, como es mi caso, también lo vivimos con intensidad y con fervor, porque cuando un pueblo te recibe y te “hace de los suyos”, como me ha sucedido a mí, debes estar siempre agradecido y ofrecer lo que, humildemente, tienes entre tus virtudes y no tanto, entre tus defectos.
Y quisiera acabar con estos versos míos que dicen:
Pregonar con voz de ruiseñor tu amor/ Pregonar con el alma tu nombre/ Pregonar con el corazón tu existencia/ Es como pregonar, Santo Niño, bajo el cielo estrellado, tu vida.
FUENTE: https://eldiadigital.es/art/416423/pregon-al-santo-nino-miguel-romero-saiz