POR RICARDO GUERRA SANCHO, CROJNISTA OFICIAL DE ARÉVALO (ÁVILA)
De una forma casual, más bien como capricho o respondiendo a un mecanismo exacto del calendario, este año han comenzado las fiestas de San Victorino lo más tarde que se pueden comenzar, según el calendario oficial y si no hay algún cambio que rompa la norma no escrita de la tradición.
Verán, hasta el año 1972 las Ferias y Fiestas se celebraban en junio, comenzaban exactamente el primer domingo de junio por lo que, el sábado de ferias, podía ser el último día de mayo, según qué año.
Las personas más mayores recordarán que fue un referéndum popular ante notario el que decidió su traslado al primer domingo de julio. Se argumentaron las fechas de los calendarios de los estudiantes, que siempre estaban de exámenes cuando los cohetes anunciaban la salida de los gigantes y cabezudos, entonces no había pregón, o la salida de los toros al recorrido del encierro y a las capeas.
O el tan socorrido argumento de la climatología, que todos los años ese cuarenta de mayo solía ser la fría despedida de una primavera que era invierno y pasábamos al pleno calor del verano, ya saben lo extremo del clima de la meseta, que teníamos que asistir a las “vacas de noche” con manta incorporada. Así el dicho, un poco exagerado desde luego, que aquí tenemos nueve meses de invierno y tres de infierno… bueno, no es para tanto, pero se dice exagerando para describir este clima que no tiene términos medios. Aquel cambio de fecha propició que los bailes de sociedad se convirtieran en verbenas populares en nuestra amplia Plaza del Arrabal, como la de estas noches, tan animadas que daba gloria tomar el poco fresco que corría.
También el argumento de nuestros hombres del campo de la comarca, que algunos años, según vinieran más adelantados o menos, tenían que realizar las faenas de la recolección del cereal, nuestros sembrados en aquellos tiempos del secano casi como monocultivo. Claro, hasta que llegaron las máquinas, la siega se realizaba algo antes y con la fresca…
Fuera de la forma y por los motivos que fuesen, el cambio de fechas pronto fue muy felicitado, todos contentos y se podría decir que aquel acto tan democrático en años de dictadura, fue la ejecución de la voluntad popular que además, acertó de pleno. Fue un punto de inflexión, un antes y un después, que con algún que otro aderezo, fue el inicio de las Ferias y Fiestas modernas, desde entonces denominadas “de San Victorino”.
Otros muchos cambios se acumularon para completar está evolución, las nuevas peñas, los desfiles de carrozas, los conciertos además de las verbenas… el buen tiempo hizo que la eclosión popular cambiara el ritmo de las fiestas. Ahora se comienza con los cohetes-bombas del pregón, otros de los gigantes, otros de… Y la nueva recuperación, después de más de cincuenta maños, la procesión con la urna de las reliquias de San Victorino… pero esto para la próxima columna.