Queridos ontigoleños, amigos y convecinos, es para mí un honor que vuestro recién nombrado Alcalde José Gómez, mi buen amigo, me haya brindado la oportunidad de tomar la palabra como Pregonero de vuestras fiestas. Una gran distinción que enaltece a un pueblo: Ontígola. Gracias Alcalde y miembros de la Corporación Municipal.
Es este mes de julio, cuando España queda empapada vistiéndose de fiesta popular, como el fluir del agua por riachuelos y canales. Cuando comenzáis vuestros días festivos y asueto, es de obligado cumplimiento realizar este alto en el camino para entrar en la alegría, regocijo festero bajo el amparo de vuestra Patrona, la Virgen del Rosario. Son fechas de reencuentro con las familias que retornan a compartir con sus seres queridos estos días tan entrañables y festivos.
Días y momentos que éste que os habla ha vivido por la cercanía de vuestra Villa y mi Real Sitio y Villa de Aranjuez, en los que pandas de jóvenes subíamos andando hasta esta Villa con el fin de disfrutar. Momentos con aquellos coetáneos amigos ontigoleños en vuestros bailes, en definitiva, en vuestros días festivos. Muchos recuerdos que cada uno de nosotros guardamos y llevamos como postales de hechos imborrables y jornadas de disfrute. La vida en vuestra población, es el calco de cualquier ciudad, villa, pueblo o aldea de la piel de toro que es España con ese pasar de nuestra vida.
Hoy me otorgáis un papel muy importante, el de Pregonero, oficio antiquísimo a través de la historia de la humanidad.
Por este motivo, y, como preludio de un futuro que está por venir más estudiadamente, permitidme que os brinde unas pinceladas de la importante y rica historia que os avala en el contexto de Castilla la Mancha y, por consiguiente, de la geografía nacional. Pero no debemos incurrir en el error al pensar que la vida del Real Sitio y Villa de Aranjuez no está ligada a la Villa de Ontigola, la historia así está escrita.
La primera vez que se cita a lo que hoy conocemos con el nombre de Ontigola, se recoge en Los Orígenes de la Orden Militar de Santiago, el día 3 de noviembre de 1139, cuando el Rey Alfonso VII delimita los términos de Oreja y concede el Fuero a sus habitantes, se recoge a Ontígola dentro de este mandato con el nombre de Fonticulam. Este dato nos va a ofrecer una idea de la antigüedad de esta Villa en comparación con el Real Sitio de Aranjuez, lugar de Reyes; y, a la vez, a Fonticulam se la enmarca en un significado puramente histórico en el territorio conocido como la Mesa de Ocaña perteneciente a la Mesa Maestral de Santiago de la Encomienda de Alpagés. Orden de Santiago que fue creada por el Rey Alejandro III el día 1 de agosto de 1175 con trece miembros, y que tuvo a su primer Gran Maestre en Pedro Fernández. Teniendo como símbolo característico la Cruz de Santiago, la misma que hoy tenéis en vuestro escudo del Municipio. Es a partir de aquí cuando Oreja con su castillo bajo-medieval queda unida con Fonticulam o Fuentecillas, es decir, Ontígola, la que dista de Aranjuez a tres cuartos de legua y que obedece este nombre a los muchos manantiales y nacimientos de aguas que de los cerros que la circundan salen en su prado. Como dato importante para la historia de Ontigola, decir que Ocaña adquiere su Fuero en el año 1156, es decir, diecisiete años más tarde que Ontigola.
Desde ese año de 1139 hasta nuestros días han pasado la friolera de 868 años desde que se citase por primera vez a Ontígola en un documento para la historia: el Fuero de Oreja. Con el tiempo hemos visto en documentos, como por ejemplo en 1584 en el atlas de Abraham Ortelio de 1612, que se recoge a esta Villa con el nombre de Antígola. Y así otras denominaciones que tiempo habrá para estudiar.
Pero esta Villa tiene mucho más historia de la que algunos no han dudado frívolamente un ápice en subestimarla, llegando incluso a tratarla de soslayo.
Quienes hablan sin el debido respeto y conocimiento, incurren en el error de no saber que desde que Felipe II llega a la Corona, promulga una Real Orden por la que se prohíbe el avecindamiento de gentes en el Real Sitio de Aranjuez y, por consiguiente, la prohibición de que nadie construya y se asiente en Aranjuez, este motivo hará que no haya otra alternativa que la de aposentarse en los pueblos y aldeas aledañas, como por ejemplo Hontigola; siendo sus posadas las que acojan a cuantos personajes lleguen a Aranjuez a presentar sus respetos al Monarca. Y así se mantiene con los sucesivos Reyes hasta la llegada a la Corona de Fernando VI, quién permite que Aranjuez nazca como pueblo. Para entonces, Hontígola con H, como la describe Álvarez de Quindós, ya es una aldea madura. De igual forma son los curas de Hontígola los que ejercen y administran los servicios religiosos del Real Sitio, además de ser el subsuelo de vuestra iglesia desde el siglo XVIII, el que da cobijo en su último descanso a numerosos ribereños, cuando Aranjuez no contaba con cementerio. Aranjuez no dispuso de cementerio propio hasta 1843 en terrenos cedidos por la Reina Isabel II.
Motivo de orgullo para vosotros ontigoleños y nosotros los ribereños como convecinos, es la construcción de una gran presa, una laguna, lago o alberca construida para el sistema de riegos de las fuentes y posesiones de la Corona en el Real Sitio de Aranjuez, que se llamará, y así la conocemos hasta en los mapas cartográficos, el Mar de Ontígola. Una obra hidráulica que se construyó bajo el reinado de Felipe II por el arquitecto Juan Bautista de Toledo en 1568, y que fue un ejemplo de la ingeniería de su tiempo. Que privilegio comparten Ontígola y Aranjuez con este llamado Mar de Ontígola. Un retrato de nuestra historia que con el paso del tiempo se ha ido degradando el ecosistema y que se pone en peligro uno de los muchos valores que tenemos el deber de conservar y perpetuar para el paso de muchas generaciones.
Otro motivo por el que Ontígola está en la historia de España por derecho propio, es el de la Batalla de Ontigola a comienzos del siglo XIX. Una contienda bélica que el pueblo español llevó a cabo en dicha centuria contra las tropas napoleónicas en toda España. Si relevante fue la Batalla de Ocaña, Dosbarrios, Aranjuez o Bailén, mucho más dura fue la de Ontígola, por cuanto es el pueblo que queda en medio o de puente entre Aranjuez y Ocaña, lo que hizo que sirviese de referencia a ambos ejércitos.
Y ya, en la recién nacida España Constitucional, apenas había concluida esta contienda bélica, encontramos ya el interés como pueblo por dotarse de las herramientas necesarias para desarrollarse. De tal forma que en el año 1812, cuando Ontígola contaba apenas con 100 vecinos, se buscaba sustituto para la vacante de maestro de primeras letras. La dotación que se ofrecía para el docente era de una habitación en la propia Casa Ayuntamiento, un pedazo de tierra para labrantío de unos 200 estadales y, un sueldo de siete reales diarios pagados por la justicia, es decir, por el Alcalde. Pero no deja de ser curioso que el propio Maestro tuviera, entre esta obligación de la docencia, también el del mantenimiento del reloj de la Villa en la propia Casa Consistorial, por lo que además recibiría 350 reales anuales.
Es en el año 1833, en el reinado de Isabel II, cuando aparece la división provincial en España. El Real Sitio de Aranjuez, que hasta entonces había pertenecido a la Provincia de Toledo, pasa a pertenecer, por decisión de la Corona, a la Provincia de Madrid en 1834; y la Villa de Ontígola, ya mayor de edad, cuenta con Alcaldía Constitucional y 134 vecinos más 14 de Oreja –hoy despoblado–. Es la ausencia de un médico en el municipio el que llevará a la Alcaldía de Ontigola con Oreja, a pregonar mediante Bandos e inserciones en publicaciones oficiales la solicitud de médico-cirujano para la Villa toledana. Al servicio médico se le ofrecía un salario de 9.300 reales y 500 para casa.
Y para que nada faltase a la Villa de Ontígola, como consecuencia de la expansión ferroviaria, en ese siglo XIX llega el ferrocarril. En 1851 se inaugura la línea ferroviaria Madrid-Aranjuez. Como resultado del nuevo tendido ferroviario de la línea de Aranjuez a Cuenca, el día 25 de septiembre de 1890 se inicia el trazado de planos para levantar la estación ferroviaria de Ontígola, uniéndose a la construcción de un paso a nivel. Era un concluir de siglo en alza para un modesto pero importantísimo pueblo: Ontígola.
Lejos quedan aquellas cuevas oradadas en las paredes de las peñas que servían de humilde hogar para familias con escasos recursos. Hoy Ontígola, con una población cercana a los 3.500 habitantes, se ha convertido en un referente importante en la Comarca toledana, y que desde el siglo XIX sirve de frontera entre dos Comunidades, la manchega y la madrileña. Vuestra noble Villa ha alcanzado notable importancia en el orden residencial y de asentamiento de empresas de diferentes sectores industriales, un motivo que debe servir de orgullo para el municipio por cuanto son motivos que se convierten en el motor del progreso de un pueblo.
Otros motivos jalonan la historia de esta Ontígola toledana y querida por tantos ribereños por los lazos que reside en las uniones familiares con el pueblo ribereño, reitero una vez más que para este Cronista es motivo de orgullo el que una Villa tan digna y preñada de historia, como es la de Ontígola, en palabra de su Alcalde José Gómez, me haya brindado el honor de compartir con vosotros este inicio de vuestras entrañables fiestas en honor a la Patrona, la Virgen del Rosario. Estampas de la historia que como ya dije tiempo habrá para abordar y divulgar, ahora solo cabe divertirse en sana hermandad, desde el respeto mutuo, desde la risa en la cara, desde la generosidad entre vecinos y forasteros, así es el ontigoleño, y así es vuestra razón de ser. Por tanto, queridos ontigoleños, solo me cabe desearos en estas fiestas que comienzan, que disfrutéis todo lo que el cuerpo os permita con alegría, avenencia y generosidad, acogiendo al visitante o forastero como ya desde antaño habéis venido haciendo, con respeto y urbanidad, no rompiendo ese retrato de pueblo solidario, amable y generoso que habéis forjado y del que os habéis hecho acreedores a los largo de vuestra historia. Vivir vuestras entrañables fiestas con total intensidad minuto a minuto, desde la alegría y libertad; por todo lo dicho, solo me queda decir aquello de… ¡Que comience la fiesta!