POR FRANCISCO JOSÉ ROZADA MARTÍNEZ, CRONISTA OFICIAL DE PARRES-ARRIONDAS (ASTURIAS)
Que una comunidad o pueblo como es EL PICU – LOS MONTES en la que habitualmente no viven ni diez vecinos organice una fiesta con un programa como el que presentó este año, es más que meritorio para quienes se dejan la piel y ponen todo el coraje con la única finalidad de que este tipo de celebraciones no desaparezcan.
Posiblemente sea éste el primer pregón que se da en este antiquísimo lugar en la fiesta de San Antonio de Padua -titular de la capilla y patrono del pueblo- y uno de los santos más populares de todo el planeta desde su muerte hace ahora 788 años.
Pero siempre hay un principio para todo y, desgraciadamente, también un final, tal vez si lo segundo no existiese la vida cobraría otro sentido y fuese demasiado monótona.
Antes de todo debo agradecer a la comisión y socios que organizan este festejo el haber pensado en este cronista para decir unas palabras que de alguna manera complementen las que don Alberto Torga Llamedo -venerable cura por tantas razones- añadirá a continuación, cuando celebre la misa en honor al santu.
Uno está al servicio de los vecinos y no se negará nunca a cualquier petición que éstos le hagan, porque siempre será para el bien de los mismos.
En este lugar a caballo entre los concejos vecinos y hermanos de Parres y Piloña, nuestros antepasados tenían que resignarse a sobrevivir, porque ése era su triste destino.
Nacían para trabajar en el campo sin descanso ni compensaciones, en los enigmáticos vaivenes que la vida les iba proporcionando. Eran vidas cíclicas, cual canjilones de una noria que se llenan y vacían de un agua indiferente en una tarea ciega, monótona, sin descanso.
¡Cuántas miles de veces los vecinos de estos lugares -antes tan poblados- se habrán hecho la misma pregunta!: ¿Acaso es esto vida? Vivir para trabajar, cuando debiera de ser al revés… trabajar para vivir lo mejor posible. Hablamos del pasado, pero algunos que me escuchen se conformarían con que -de vez en cuando- pudiesen vivir para trabajar, porque hace no se sabe cuánto tiempo hace que no encuentran ni el trabajo que les gustaría, ni ningún otro.
Tiempos confusos éstos, aunque tal vez todos lo fueron a su manera, porque la vida es así: un caminar sin retorno hacia adelante y -cuando nos detenemos para echar un vistazo al pasado- unas veces sentimos nostalgia de lo que fue o de los que estuvieron cerca y, otras, nos sirve para afianzarnos en la opinión de que casi ningún tiempo pasado fue mejor comparado con el actual.
Al santo portugués que hoy celebramos como el más grande taumaturgo conocido y canonizado en el tiempo récord de menos de un año tras su muerte, le pedimos que nos ayude a mirar al futuro y a abrir las ventanas a la esperanza de un tiempo nuevo.
Dejemos sin temores ni recelos a los jóvenes que labren un mundo mejor que el que heredaron, porque ellos y ellas son el futuro inmediato, porque necesitamos asturianos con los pies en la tierra, generosos, capaces de sorpresa, de entusiasmo, de ilusión.
Capaces también de mandar a tomar viento a toda miseria humana de aquí y de allá; creadores de entendimiento, superación y colaboración con otros pueblos y culturas, porque la globalización está ya entre nosotros, y cada día seremos más ciudadanos de un mundo que cambia bajo nuestros pies con tal velocidad que nadie sabe a dónde llegaremos en pocas décadas. El cambio de vida y de mentalidad están ahí cerca, a la vuelta de la esquina, sólo los que se mentalicen para entrar en él podrán asimilarlo.
Cuántas veces las mozas de El Picu, Fresnidiellu, La Vallina, La Faeda, las dos Caramezanas, Viriu, Cabañaquinta, El Fontán, La Fuente, La Viña, Llanubaxeru y de todos Los Montes se habrán reunido aquí en estas fechas y habrán cantado las estrofas que dicen:
-Levantad, mozos, el ramu,
levantadlo con amor,
que lo vamos a poner
al pie del altar mayor.
-Venerado San Antoniu
te hacemos la reverencia,
en el día de tu fiesta
al cantar ante tu iglesia.
-Gracias al Dios de los cielos
que en Los Montes estamos
y junto a este bendito santo
volvemos a encontrarnos.
-Adiós al señor cura
y a todas estas gentes,
que Dios quiera que en un añu
nos encontremos presentes.
Vivir el presente será -primero- dar las gracias por tantas cosas que tenemos y que no valoramos lo suficiente hasta que las perdemos y -asimismo- rogarle a San Antoniu que nos libre de la dejadez y el pasotismo, del dejar para mañana lo que podemos hacer hoy y del sálvese quien pueda que es tan habitual.
Como hicieron nuestros antepasados parece que éste es el último recurso que nos queda, especialmente en la solicitud de trabajo para la quinta parte de los adultos que viven en España y para casi la mitad de los jóvenes.
Son homenajeados hoy aquí tres socios veteranos:
Emilio Suárez, José Manuel Rojo (“Ito”) y Manolo Suárez.
A ellos, como a todos los que aquí estáis no hace falta recordaros la tradición agrícola, ganadera, pesquera o forestal de nuestro concejo. Se dice que cada asturiano -de alguna forma- llevamos dentro un campesino.
Abnegados y laboriosos campesinos y ganaderos, sin horas libres las más de las veces, trabajando de sol a sol, poco valorados y mal pagados, comprendemos el asombro de que aquello que la tierra, los ganados o los árboles os dieron tras tantos sacrificios, acaba llegando a manos del consumidor a un precio que fue creciendo de tan exorbitada manera que os causa sensación de bochorno, al ser vosotros los menos beneficiados en esa cadena de manos por las que pasó el fruto de vuestro sudor.
En José Manuel, Emilio y Manolo honramos el trabajo bien hecho, el amor a la tierra y la serenidad que -en su madura expresión- dan ejemplo de una vida plena y nos observan mientras por sus cabezas pasarán mil y una historias amasadas en su larga vida.
A San Antoniu le pediremos también un año más lo habitual en estos casos, salud para todos y trabajo para los que no dispongan de él y lo necesiten.
Le diremos que los que sigan en el futuro habitando estos pueblos no pierdan las tradiciones que les dejamos, como nosotros hacemos con las que nos legaron nuestros antepasados. Que nunca falte al menos un gaitero y un tamborilero alrededor de la antigua ermita, como fue siempre y, aunque los pueblos han venido a menos en su número de vecinos con relación a tiempos pasados, nunca se ha vivido como ahora, por lo que aquello que algunos añoran en el sentido de que cualquier tiempo pasado fue mejor, lo desmiente todo lo que vemos, sentimos y vivimos.
Abandonémonos a las perennes reencarnaciones de la Naturaleza; echémonos en brazos de la belleza que nos rodea: sombras y calores, fríos y aguaceros, vientos y serenos, auroras y crepúsculos; asombrémonos con las tonalidades mudables de los cielos y las policromías derivadas de la luz, entre maizales y pomares, fuentes y castaños, hórreos y quintanas.
Y tras agradecer de nuevo vuestra invitación para dar este primer pregón en un día tan señalado, con la atención que habéis prestado a estas palabras, cumplamos con el rito que iniciaron y cuidaron nuestros ancestros, dedicando al menos un día al año para reunirse en torno al patrón del pueblu.
¡No perdáis jamás esta tradición que os legaron y que así sea por siglos sin fin!
Y terminemos con los cuatro vivas que deben ser obligados:
¡Viva El Picu con Los Montes y todos sus pueblos y barrios!
¡Viva San Antoniu!
¡Viva Parres y Piloña!
¡Viva Asturias!