POR JOAQUÍN CARRILLO ESPINOSA. CRONISTA OFICIAL DE ULEA (MURCIA)
En el siglo XIX comenzó a experimentarse un atisbo de cambio, se decía que a nivel universal se estaba propiciando un viraje significativo ya que durante varios siglos variaban poco las cosas. La Sanidad, afortunadamente, comenzó a despertar de su letargo propiciando cambios sustanciales.
Las tradiciones en la localidad murciana de Ulea estaban muy arraigadas y, por consiguiente se seguían conservando en gran medida. Entre otras muchas tradiciones, voy a escribir hoy sobre unos personajes singulares «’los Trompeteros, también llamados Clarineros y Trompetistas’, quienes ‘por orden del señor. Alcalde’, anunciaban los eventos significativos del pueblo, además de pregonar de forma reiterada las obligadas normas de convivencia.
Los alcaldes de Ulea Francisco Yepes Montoro y Joseph Piñero López tenían como empleado divulgador al trompetero o clarinero, Teófilo Thomás Abenza quién, a toque de trompeta anunciaba el pregón de los edictos que como no sabía leer ni escribir, le dictaba el escribano, y el se aprendía de memoria bajo la indicación del regidor que dirigía a las distintas corporaciones municipales desde los años 1830 al 1843.
Como alguna vez no se acordaba de lo que tenía que anunciar el alcalde ordenó que le acompañara un «pregonero», comenzando con la frase: «De orden del señor alcalde, se hace saber…..» Una vez que el trompetero había hecho sonar su instrumento musical.
De esa forma, la población conocía los avisos que en materia de convivencia y salud que eran convenientes para los ciudadanos. Dada la importancia popular que tenían el trompetero y el pregonero, ese oficio era muy requerido por los jóvenes uleanos -las mujeres no podían optar a desempeñar tales funciones- y, por dichas razones, la corporación municipal velaba para que fuese nombrado el más idóneo y hábil para tocar la trompeta y que supiera leer y escribir, además de tener buen chorro de voz quien ejerciera de pregonero, era preciso que se transmitieran bien y con claridad todos los mensajes.
En Ulea se daba la paradoja de que Teófilo Thomas no sabía leer ni escribir, pero el escribano le leía el edicto y se lo aprendía de memoria. Además del momento, por supuesto, era el mejor trompetista y, esa faceta, agradaba a las mujeres y, sobre todo, a los niños; que seguían en grupo a quienes hacían las delicias con su instrumento musical y la forma de difundir los mensajes como si fueran romanceros.
El trompetero era tan precavido que el Alcalde Joaquín Miñano Pay en el año 1851 llegó a decir que además de saber tocar, era muy astuto; no se amilanaba por nada. Una vez, estando a mitad del recorrido, tras tocar la trompeta para que acudiera la gente, se le olvidó lo que tenía que decir y, simulando estar indispuesto por un retortijón de tripa salió corriendo hacia el Ayuntamiento con el fin de que el Escribano se lo recordara, advirtiendo que regresaría en un momento. Regresó de inmediato y, con cara de satisfacción y tocándose la tripa, reanudó su perorata.
El público, sobre todo mujeres y niños, prorrumpieron en un fuerte aplauso cuando Teófilo recitó el mensaje con voz melodiosa.
Además de pregonar, tras el toque de trompeta, la prevención de epidemias, las costumbres ciudadanas para la seguridad y sosiego de los uleanos, hacía hincapié en la observancia de los buenos modales previniendo a los amantes excesivos de las tabernas y, a los ‘amantes de la noche’ que serían sancionados si hacían caso omiso de las leyes.