POR FRANCISCO CILLÁN CILLÁN, CRONISTA OFICIAL DE PUERTO DE SANTA CRUZ Y SANTA CRUZ DE LA SIERRA (CÁCERES).
El pasado mes de septiembre se celebraron en Trujillo, como es habitual, Los Coloquios Históricos de Extremadura en su Cincuenta edición. En dicho aforo cultural tanto jóvenes investigadores como mayores presentamos comunicaciones durante cinco días sobre temas diversos: Históricos, artísticos, literarios y referidos a la educación en Extremadura. Este año he presentado un estudio titulado «Los veinte primeros años de Fco. Pizarro en las Indias Occidentales», quizás los más desconocidos y los más cruentos, donde se formó para posteriores hazañas más relevantes, pero también donde tuvo que realizar actuaciones que poco tuvieron que ver con las efectuadas cuando tenía el mando absoluto de la conquista. La comunicación o el artículo ha sido premiado por la Fundación Obra Pía de los Pizarro, uno de los cuatro premios que en los Coloquios se otorgan cada año a diferentes comunicaciones. El galardón, además del diploma y certificado de la institución con el símbolo en cerámica, conlleva una aportación económica, pero sobre todo es un aliciente a la labor investigadora, que a veces resulta ardua y difícil de llevar a cabo con la fidelidad a la verdad que se requiere. Os ofrezco un brevísimo resumen de la citada comunicación, dado que completa será publicada en las actas de los expresados Coloquios.
Breve resumen de la Comunicación presentada en los Coloquios Históricos de Extremadura y defendida el 21 de septiembre de 2021. “Los veinte primeros años de Fco. Pizarro en las Indias Occidentales”.
La obra de Francisco Pizarro es contemplada de distintas formas como su actuación personal, por lo que ha recibido calificativos muy diversos, a nuestro parecer algunos llenos de odio e inquina, como “sanguinario”, “carnicero”, “dictador”, “tirano”, “cerdo cruel de Extremadura”, “que solo buscaba el oro”, etc. Los que siguen esta tendencia consideran que los conquistadores representan la barbarie y lo inhumano y que la moral de los indios era superior a la de los cristianos de la época de la conquista. Esos principios están aún defendidos incluso por los altos mandatarios del Perú que niegan sistemáticamente los sacrificios cruentos de seres humanos de los incas y sus guerras de exterminio y consideran idílico el mundo que ellos crearon. Esta teoría entre otras variables se creó en los veinte primeros años del Conquistador en las Indias Occidentales, en la que se cometieron atrocidades, a pesar de la buenas intenciones primero de la reina Isabel la Católica y después los reyes que la sucedieron. Pero veamos como acaecieron los hechos.
Pizarro embarcó en la numerosa expedición dirigida por frey Nicolás de Ovando, comendador de Lare, que salió del Puerto de Sanlúcar de Barrameda el 13 de febrero del 1502, y llegó a “Santo Domingo el 15 de abril de dicho año”. Actuó como soldado anónimo en la conquista y colonización de la isla La Española, actual Santo Domingo y Haití, donde se realizaron fundaciones y colonizaciones muy positivas, pero la población nativa quedó menguada, debido a las cruentas guerras y a las enfermedades que transmitieron los españoles. El Trujillano pasó con Alonso de Ojeda y el piloto Juan de la Cosa a Tierra firme, cuando el primero fue nombrado gobernador de Nueva Andalucía, actualmente el norte de Colombia, bañado por el Océano Atlántico, donde tuvo que enfrentarse a los nativos en duras y cruentas batallas. En el artículo presentado en los Coloquios se narra la cruel muerte que tuvo el piloto de la Cosa y sus hombres a manos de los indígenas, y la represión brutal que hubo por parte de los españoles. Pero cuando Ojeda es gravemente herido por una flecha envenenada, que le produjo una severa cojera, y tuvo que regresar a La Española, entregó el mando del fuerte de San Sebastián de Urabá, que habían fundado, a Pizarro, que defendió heroicamente.
Mientras tanto, regresa por ruta distinta el bachiller Fernández de Enciso, lugar teniente de Ojeda, con refuerzos a Urabá, y como polizón llegó Vasco Núñez de Balboa, que por su sugerencia se trasladó el fuerte al otro lado del golfo, donde fundaron la localidad de Santa María la Antigua del Darién, que pronto sería regida por el Jerezano. Pizarro pasó a ser su lugar teniente y con él descubrió el Mar del Sur, actual Océano Pacífico, el 29 de septiembre de 1513.
El 14 de abril del año siguiente llega Pedrarias Dávila, como nuevo gobernador de Castilla de Oro. La población en la colonia se incrementa considerablemente y pronto se crean problemas de alojamiento y hambre severa, lo que obliga al nuevo gobernador a movilizar a su gente con expediciones de reconocimiento tierra adentro. Los conflictos con los nativos se incrementaron según disminuía el oro, que se necesitaba para pagar a la milicia y enviar a Castilla, y se instaló el agresivo sistema de cabalgadas y rancherías, para capturar nativos destinados al trabajo de las minas o a ser vendidos como esclavos, lo que originó levantamientos continuos de los indios, que endurecieron el proceso conquistador y colonizador. Pizarro se vio envuelto en el agresivo sistema. El espectáculo era tan dantesco que Andagoya quedó impresionado ante tanta crueldad y en carta lo contó al rey Carlos I, y José Antonio del Busto Duthurburu consideró a este periodo uno de los más crueles de toda la conquista de América. Pedrarias recibió, entre otros apodos, el sobrenombre de Furor domini, por el trato inhumano que daba a los indios y por la excesiva dureza que usaba con los españoles. Mientras tanto, empresarios y capitanes de estas correrías obtenían pingües beneficios económicos.
El Conquistador participó en varias de esas cabalgadas, casi siempre como lugarteniente del jefe de turno, con resultados económicos muy variados, pero en ellas alcanzó el grado de capitán, otorgado por Pedrarias. Entre otras misiones tuvo que detener a su antiguo jefe y amigo, Balboa, por orden del gobernador, que a comienzos del 1519 fue ajusticiado, tras un severísimo juicio. En julio de ese mismo año inicia una de las más largar y cruenta incursión como lugar teniente de Gaspar de Espinosa, van como compañeros Andagoya, Hernando de Soto y Diego de Almagro. En octubre regresaron los expedicionarios a Panamá con grandes ganancias en víveres, indios y oro, por lo que Pizarro pudo resarcirse de las pérdidas que tuvo en algunas de las anteriores expediciones y salir generosamente enriquecido de ésta, como sucedió a los que fueron socios financieros de la campaña.
Mientras tanto, Dávila el 15 de agosto de 1519 fundó la localidad de Nuestra Señora de la Asunción de Panamá, siendo la primera ciudad que se creó en las costas del Pacífico americano. Al llegar victoriosos los hombres de Espinosa, aunque no habían estado en la fundación, fueron considerados como primeros pobladores, otorgándoles casa y encomiendas. Pizarro y Almagro salieron doblemente beneficiados y engrandaron considerablemente su hacienda. El primero recibió la encomienda de Chochama en la isla de Taboga, muy próxima al istmo panameño, con 150 indios. A Almagro le entregaron 40 indígenas en la misma ínsula, para completar los 80 que obtuvo en el cacicazgo de Susy, de modo que casi toda la isla era de ambos, que tan útil le va a ser para futuras expediciones. El padre Luque, recibió 70 indios en el cacicazgo de Perequete. Los tres se quedaron a vivir en la nueva población y se cree que en este tiempo se formó la “Compañía del Sur” que los tres concertaron, al menos verbalmente.
Pizarro consiguió en estos veinte primeros años de estancia en América un puesto destacado entre aquella pequeña aristocracia que se había creado en el istmo panameño; había adquirido la categoría de vecino en la ciudad de Panamá, por lo que podía desempañar las más altas funciones dentro del cabildo y había alcanzado buena posición económica, notoriedad y un lugar envidiable en esa sociedad reducida que se había formado. Su arriesgo, valor y valentía ante el peligro; su decisión acertada en momentos difíciles; su fidelidad al jefe de turno, poco habitual entre aquellos conquistadores; su buen trato a los compañeros de milicia; su eficacia en la lucha contra los indios, en las múltiples expediciones en las que había participado, con resultados diversos, hizo que se ganara el aprecio de Pedrarias y le nombrara su hombre de confianza en los asuntos militares, y no dudaría en su momento de encomendarle la difícil misión de la conquista del Sur, por lo que su obra no se limitará a estos primeros años en las Indias, sino que se llenará de otros muchos actos positivos, donde tuvo que actuar como líder absoluto con la máxima responsabilidad, por lo que historiadores de todos los tiempos le han dado calificativos muy favorables, como “El Buen Capitán”, “hombre de gran valentía, de comportamiento medido y de buenas intenciones”, “deseoso de agradar y de muchos amigos”, “muy confiado, de muy buena condición y conciencia”, “de espíritu estoico y senequista”, etc. Mientras los indios dirán que era el Apu Macho o “el más valiente en la guerra y el más humano en la paz”. Apelativos que no son los que se dan a una persona cruel, tirana, carnicera o que solo buscaba el oro, que a nuestro parecer le llegó en abundancia por añadidura.
FUENTE: CRONISTA