PREMIO OTORGADO A HERMINIO RAMOS PÉREZ, CRONISTA OFICIAL DE ZAMORA
El patio del Seminario se llenó de «Gracias», la palabra que el obispo de Zamora, Fernando Valera, quiso poner en sus labios para agradecer la labor de los dos premiados en esta II Edición de los Premios San Atilano.
En la categoría social, el galardón recayó en el profesor Herminio Ramos, cronista oficial de la ciudad, que no pudo estar presente al estar delicado de salud, y en la eclesial, a Mari Miranda, de Cañizo, una mujer, ya abuela, entregada a la Iglesia y a su labor en Manos Unidas.
Gracias» fue la palabra más repetida por el prelado zamorano que quiso reconocer a los dos premiados como «personas que hacen de lo ordinario algo extraordinario», ciudadanos que hacen del día a día «algo especial». Herminio Ramos, el profesor y divulgador que ha amado por encima de todo su profesión, y Mari Miranda, una cristiana servicial en Cañizo, «un apóstol entre nosotros», la definió Monseñor Varela. «Miro a ambos y veo esperanza porque el Señor abre camino entre nosotros», concluyó el obispo, antes de reiterar las Gracias a los premiados por su ejemplo.
Herminio Ramos es profesor e historiador, además de cronista oficial de Zamora, sayagués de nacimiento y un hombre que ha recorrido la provincia en busca de nuestras raíces históricas. Todo el mundo conoce algunas de sus publicaciones y la Diócesis de Zamora ha querido reconocer su compromiso en pro de Zamora a través de la investigación histórica, así como su generosidad tras la donación de parte de su fondo bibliográfico, 300 volúmenes de los siglos XIX y principios del siglo XX, al Archivo Diocesano.
Muy emocionada, con la voz entrecortada, su hija Carmen agradecía el galardón en un momento en que su padre se encuentra un «poco bajo». Ella fue la encargada frente al micrófono de reafirmar la pasión de Herminio Ramos por los libros y por la enseñanza, y también la «religiosidad profunda que siente»; un sentimiento que compartía con su esposa, ya fallecida.
Entre San Pelayo Mártir, patrono de la parroquia de Cañizo, y la Inmaculada de Villalpando, de la que es ferviente devota, Mari Miranda realiza su labor diaria «sin hacer demasiado ruido pero construyendo iglesia», en palabras del presentador del acto, Ángel García.
Es catequista, miembro activo de Manos Unidas y ante la enfermedad del cura de Cañizo, Mari Miranda es el «puntal» de esa comunidad cristiana, además de miembro del equipo sinodal diocesano que ha puesto en marcha la consulta pedida por el papa Francisco a todas las diócesis del mundo.
Abrumada por el premio, Miranda se ponía al frente del micrófono para agradecer el galardón, aunque asegura que se «limita a hacer lo que tiene que hacer». «Así siento mi colaboración con la Iglesia, como un deber que mi espíritu sugiere e indica, que he percibido desde niña como hago natural, fruto de modelos familiares», recalcó.
Su colaboración con Manos Unidas ha sido, añadió, «una de las experiencias más enriquecedoras que te tenido, donde me he encontrado con personas maravillosas que trabajan para hacer lo imposible, posible». «Me han abierto los ojos a otras realidades y culturas», subrayó.
Destacó la labor de aquellos que dan un Sí a la vida sacerdotal. «La parroquia es nuestra casa, un lugar donde cada uno aporta su grano de arena, especialmente en estos momentos cuando la realidad de nuestros pueblos nos anima a comprometernos y adaptarnos», continuó, para después recordar a José Antonio Romero, sacerdote de Cañizo desde hace 30 años, y a Emilio Santiago, su servicio, a pesar de su avanzada edad.
Y dio las gracias a su marido por comprender el «esfuerzo» que supone la ayuda a la Iglesia, que repercute en la vida familiar, y a sus hijos, que comparten «esta tarea». «Lo que recibo es más de lo que humildemente puedo aportar», concluyó Mari Miranda.