POR JOSÉ ANTONIO FIDALGO SÁNCHEZ, CRONISTA OFICIAL DE COLUNGA (ASTURIAS)

Hoy, ignoro la causa de la «corazonada, me puse a releer el libro «Un Colegio que saltó a la Historia», obra de mi antiguo profesor de Literatura, escritor de finísima sensibilidad poética, el jesuita P. Victoriano Rivas Andrés S.J. Autoría suya son también los poemarios «Canciones del silencio» (Gijón, 1948) y «Peregrino en Roma» (Gijón, 1974) que, con dedicatoria personal, tengo la suerte de poseer.

En el libro relativo a la historia colegial, ya como apéndice, ofrece el P. Rivas S.J. el discurso que leyó, en 1966, el colungués, Antiguo Alumno Distinguido, Excmo. Sr. Teniente General D. Jorge Vigón Suerodíaz con motivo del 75º aniversario de la fundación del Colegio.

Don Jorge, que inició sus estudios de bachillerato en el Colegio en el año 1902 como «interno», recuerda con especial nostalgia lo que a lo largo de muchos años se conoció como «PROCLAMACIÓN DE DIGNIDADES» y «DISTRIBUCIÓN DE PREMIOS».

Así lo contaba el general, artillero, ministro y escritor:

«La jerarquización estaba representada por Las Dignidades de cada División, sobre las que se reconocía la superioridad del Brigadier del Colegio… No ocultaré que no era sólo admiración lo que aquellos colegas elevados a la categoría de ‘Dignidades menores’ suscitaban en el estado llano; más bien era como una sombra de recelo en la que probablemente se fundían atisbos de envidia y sospechas amargas de supuestas injusticias…»

«Más o menos debía ser cuando se celebraba la Distribución de Premios en el curso de una velada literaria o científica. De ella se salía a veces decepcionado, a veces satisfecho con un rollo de diplomas, o con algunas medallas…»

Yo (perdón), colungués como don Jorge (pero sin «ismos que antecedan mi nombre) y, también como él Antiguo Alumno Distinguido 1993, fui interno en el Colegio y (perdón otra vez) y Dignidad, Premios, etc. etc.

Estas fueron mis vivencias:

Los actos literario-científico-académicos se celebraban en el «salón», que a la vez era local «del cine de los domingos».

Presidían el P. Rector y autoridades invitadas (Alcalde, Presidente de Antiguos Alumnos…) y «la sesión » consistía en alguna lección magistral, interpretación de poesías, representación de alguna obra teatral, actuación de la rondalla colegial…

Finalmente, el P. Prefecto, siempre portando un elegante manteo (que imponía seriedad), leía solemnemente los nombres de los galardonados.

Su lectura se iniciaba con este prefacio: «A mayor gloria de Dios, honor de la Virtud, esplendor de las Ciencias y de las Letras, galardón y estímulo de los alumnos del Colegio de la Inmaculada, se proclaman los nombres de aquellos alumnos que por su ejemplar conducta y aplicación constantes se han hecho dignos de honorífica mención».

Ya proclamados sus nombres, los galardonados recibían sus premios de manos de las personalidades invitadas.

En las medallas concedidas, los «primeros premios» se distinguían mediante una estrella amarilla de 6 puntas; los «segundos premios» con una similar blanca.

El máximo premio, el de EXCELENCIA (solamente uno por división), consistía en un cordón verde y medalla.

Ya, con el paso de los años, desaparecieron «las estrellas» y únicamente se daba una medalla de lazo azul con la insignia del Colegio.

Un servidor (perdón, de nuevo) fue Dignidad (siempre «edil de clase») durante su bachillerato colegial y siempre fue acreedor a Premios diversos e, incluso, «Excelencia».

Fue una vida colegial muy intensa, muy recordada, muy añorada… Ahora, que ya no hay «dignidades» ni «premios», los «viejos» sentimos como ese vacío que va ocultando retazos de tradición y de historia.

Es decir, de identidad.

En la foto (sigo pidiendo comprensión y perdón) mis «medallas», mis «estrellas» y mi «cordón de «excelencia».

Un gran recuerdo de siete años en MI COLEGIO.