Presento mi último libro, A lo largo del río Riaza, como una biografía del río y una biografía íntima de mí mismo a él ligada, por los datos, detalles, evocaciones, emociones y reflexiones , preguntas y respuestas, que me ha ido sugiriendo el paso por su cauce y cuenca.

Es un testimonio fiel y lírico de la segovianidad contemporánea, a cuya permanencia me he comprometido desde hace muchos años en muy varios artículos, plasmados esencialmente en el diario “El Adelantado”.

Estoy satisfechísimo de la acogida que ha obtenido el relato dietario en las más diversas clases lectoras de la sociedad y no sólo entre los críticos y amigos, de los que hay que dudar a partes iguales en principio y por sistema, si queremos ser consecuentes con nosotros mismos.

Para mí, en este punto y hora de madurez, lo que más me vale como hombre discurrente y discursante es la fascinación del lenguaje popular, cuyo mágico poder de atracción me imanta a tope, transformando, cuando puedo, el habla de la gente vulgar (perdón) en el arte representativo de su sustantividad. Como Proust en “a la búsqueda del tiempo perdido”.

Y lo mismo que digo del paisanaje, lo digo del paisaje que atravieso. Soy un pintor que pinta con palabras. Pinto el alma y el cuerpo. Colindo lo físico con la metafísico, el cielo con la tierra. Y luego, que cada cual saque sus conclusiones y consecuencias. Escribir es hacer soñar, y, si no, no merece la pena llamarse escritor. Hay que trascender la paupérrima realidad en que habitamos. Eso se llama literatura y literatura es lo que hago, a trancas y barrancas, que mi esfuerzo me cuesta.

Pues bienvenidos a mi libro, que soy yo mismo, el río de mi vida. Y la vuestra.