POR JOSÉ CARLOS ROVIRA
Me dediqué hace años a Enrique Cerdán Tato, amigo desde hacía mucho tiempo, un juego con un verso, «Mi libertad llamadla fantasía», que era un recuerdo de un poema del gran Miguel Ángel Asturias a través del que podíamos obtener un sentido posible también para su trayectoria, su literatura y su vida. Fue como suponer que alguien que había luchado por la libertad, tanto y tanto tiempo, obtuviera en la literatura el sentido más libre de un itinerario que, como sabemos, tuvo en la sociedad, en la nuestra, en la de Alicante de los últimos sesenta o setenta años, un espacio y valor principal.
Conocí a Enrique creo, al mismo tiempo, que a otras dos personas que fueron fundamentales aquí por tantas cosas: recuerdo que el periodista Isidro Vidal nos reunió para hablar de un libro de José Vicente Mateo, Imagen de Alicante, a finales de los sesenta, y allí estábamos con Mateo, Cerdán y Ernesto Contreras y alguien más que no recuerdo, en un diálogo que publicó INFORMACIÓN en el que mi sensación, más de cincuenta años después, sigue siendo que aquellos escritores, algo más mayores, significaban una dignidad diferente a lo que aquella sociedad manifestaba, una decencia diversa que tenía que ver con la libertad y con un sentido impronunciable que poco tiempo después identifiqué con el Partido Comunista, con el que Enrique, Ernesto Contreras y el siempre compañero de viaje José Vicente Mateo tanto tenían y tuvieron que ver.
Pido excusas por este excurso memorial que se basa en recuerdos que me surgieron cuando tuve entre mis manos el libro que hoy presentamos: Todas las sombras del mundo. Homenaje póstumo a Enrique Cerdán Tato es la historia sobre todo de un novelista, de un cronista a veces, oficial y siempre extraoficial, de esta tierra. Felicito a los dos jóvenes editores, Joaquín Juan Penalva y Manuel Valero Gómez, por su trabajo de recopilación de trabajos de más de veinte autores que son testimonio y recuerdo de su escritura y, en algunos aspectos, de su vida. Creo que faltaba este homenaje que surge casi siete años después de su muerte.
El libro de ahora ojalá sirva para actualizar el nombre de un escritor que es imprescindible en la memoria de la literatura y de esta tierra. Recuerdo preferencias que siempre recomiendo: las novelas Todos los enanos del mundo, Los ahorcados del cuarto menguante, El mensajero de los últimos días, Sombras nada más? o relatos como Un agujero en la luz, El tiempo prometido o El paseante? que creo se insertan en una forma de creación literaria, no muy habitual en el panorama literario español de aquellos años y, por eso mismo, es imprescindible que las conozcamos y sigamos leyéndolas y valorándolas. La originalidad del escritor, aislado casi en la provincia, aunque con fuentes universales reconocibles, es uno de los argumentos que diferencia la producción de Enrique de muchas otras, en un camino que persiste hacia la novedad de su creación.
Pero también hay un tema en el libro que quiero recordar y es su dimensión social, a través, por ejemplo, de memoria y documentos que recuperamos en 2010, cuando el centenario de Miguel Hernández nos unió para un conjunto de actividades. En el catálogo que realizamos para la exposición conmemorativa, La sombra vencida, aparte de un prólogo de Enrique en el volumen histórico de escritores, aparece un documento procedente del Archivo General de la Administración.
Se trata de una «nota informativa interna» de la Comandancia de la Guardia Civil de Alicante a la Segunda Sección del Estado Mayor del mismo cuerpo. Está fechada el 19 de mayo. Se estaba realizando el Homenaje de los Pueblos de España a Miguel Hernández en 1976 y el epígrafe dedicado a Orihuela narra el intento de prohibición de un acto, autorizado previamente en el Teatro Circo, en el que Cerdán Tato tenía que dar una conferencia titulada «El regreso de Miguel». Tras la anulación por la «empresa propietaria», los asistentes se «dirigieron pacíficamente por varias calles hasta un solar ubicado en las proximidades de la Estación del ferrocarril, donde llegaron a concentrarse unas 600 o 700 personas», todas ellas jóvenes, sigue diciendo el documento, «a los que empezó a dirigirse el citado Cerdán Tato quien dijo que daba las gracias al señor Alcalde por haberse negado a ceder otro local (?) porque de esa forma hacía un favor al pueblo al reunirse al aire libre». El documento policial sigue narrando que Cerdán habló a continuación de los detenidos en la prisión de Carabanchel, que recordó a Marcelino Camacho y a Simón Sánchez Montero, a los que enviaba un saludo y un recuerdo «y con cuyas ideas estaba de acuerdo», y terminó hablando de Miguel Hernández «diciendo que había estado en las trincheras para defender la República y la Democracia». El oficial de la guardia civil que lo redacta anotó hasta cuatro veces que Cerdán fue muy aplaudido.
Enhorabuena por tanto a los que han realizado este «regreso de Cerdán», sobre todo en estos tiempos en los que la memoria y su dignidad nos son muy necesarias, cuando de nuevo se ataca el nombre de Miguel Hernández por indignas autoridades municipales como el alcalde de Madrid. Enrique estaría muy enfadado y lo habría manifestado, con indignación, en una de sus columnas periodísticas habituales.
(*) Palabras en la presentación del libro de varios autores, coordinado por Joaquín Juan Penalva y Manuel Valero Gómez, Todas las sombras del mundo. Homenaje póstumo a E. Cerdán Tato. Universidad de Alicante/Centro de Estudios Literarios Iberoa