POR MARTÍN TURRADO VIDAL, CRONISTA OFICIAL DE VALDETORRES DEL JARAMA (MADRID)
El próximo día 23 de diciembre, a las 20 horas se presenta en el centro cultural del municipio el libro de Valdetorres, “Entre Alcaldes y hortelanos” del Cronista Oficial de la localidad e historiador Martín Turrado Vidal. Llevará a cabo la presentación del autor, el también Cronista Oficial de la villa de Leganés Juan Antonio Alonso Resalt.
Este libro había sido programado hace tres años. Por diversas circunstancias se ha ido aplazando hasta que le ha podido dedicar el tiempo que necesitaba. La idea básica consistía en investigar sobre el funcionamiento del concejo de Valdetorres de Jarama (Madrid) a mediados del siglo XVIII y dejarlo plasmado por escrito. Repasando la gran cantidad de documentación histórica y archivística acumulada, donde llamaron la atención dos historias que resultaron ser complementarias.
Comenzó la segunda de ellas, la de los hortelanos, de una forma totalmente académica, pero se dio cuenta de que tenía que dejar muchas cosas sin explicar porque la documentación sobre el arrendamiento resultaba incompleta y llena de lagunas. Si cambiaba de estilo, adoptando el de novela histórica, al lector le resultaría más amena y fácil de leer.
Al final se ha quedado en un tertium quid, en medio de ambas formas de escribir con un resultado imprevisible: todos los hechos y personajes son reales, pero los problemas de fondo transcienden con mucho el ámbito del pueblo en que están situados.
La primera de ellas se relacionaba con el nombramiento de un corregidor por el duque de Granada de Ega, señor jurisdiccional del pueblo. Pero, en el caso estudiado, de Tomás Salvador, fue realizado por uno de sus tutores al ser el duque menor de edad. El concejo lo recibió oponiéndose a ese nombramiento basándose en un formulismo legal: el tutor no tenía el privilegio real necesario para llevarlo a cabo.
Después de unas rápidas y tensas negociaciones, le admitieron al cargo de Alcalde Mayor y tuvo que enfrentarse a una serie problemas que no habían sido resueltos cuando correspondía. De esta forma, se refleja perfectamente el funcionamiento de esta institución de cara a su señor.
La segunda historia tenía una conexión mayor con los problemas cuotidianos de los vecinos. El concejo disponía de gran cantidad de tierra y la arrendaba. Por ello, este acto administrativo era sumamente frecuente. Este mecanismo sirvió para que muchos vecinos del pueblo mejoraran su situación, pero, para acceder a esas tierras concejiles, tenían que pasar por una serie engorrosa de trámites, verdadera carrera de obstáculos insalvable en algunas ocasiones.
Nada mejor que esto para reflejar cómo afrontaba los problemas cotidianos el Ayuntamiento. La suerte fue encontrar todo el proceso relacionado con la concesión de dos fanegas de tierra hecha a dos hermanos para que la pusieran de huerta y localizar el lugar en el que estaban situadas.
Los protagonistas nos resultan familiares, conocidos. La mayor parte de los apellidos se siguen llevando en el pueblo, a pesar del tiempo transcurrido: Los Acevedo, Ramos, Puentes, Valdeavero, Martín, Sanz, García… A través de ellas se nos muestran los personajes como si estuvieran actuando: casi los podemos ver moverse, entrar y salir, conversar, con sus virtudes y defectos. Estas historias tienen nombres y apellidos, están profundamente humanizadas a base de en reizarlas en un espacio y en un tiempo tan bien delimitados. Seguramente pocos podrán permanecer impasibles ante la lucha de los hermanos Aro, como tampoco ante el enfrentamiento del concejo con el señor jurisdiccional.
Esto llevaría de la mano hacia otro asunto: la enorme cantidad de tópicos y lugares comunes que se manejan sin crítica alguna sobre el absolutismo en España. No hay orden a la que se vea el menor atisbo de ilegalidad que se cumpla. No solamente es la del nombramiento de corregido de Tomás Salvador la que se cuestiona porque quien lo nombra no tiene autoridad para ello si no la de las tres llaves para el arca de los fondos municipales, de la que se dice que se va a cumplir, pero no se encuentra tiempo para hacerlo. Es aquí donde el lector puede encontrar un choque mayor con lo que él piensa. Analizar en profundidad lo que pasaba en los pueblos, tiene como consecuencia que se conoce de verdad el funcionamiento de las instituciones.
Si se analizan desde más cerca ambas historias tienen en común otro punto. Es cierto que la primera parte ofrece una visión institucional, centrada en cómo el concejo defendió su cuota de poder y que la segunda describe otra, muy distinta desde la gente del pueblo que lucha por mejorar su situación económica, eligiendo el cambio en el sistema de cultivos de secano a regadío.
En el primer caso se hacen continuas protestas de obediencia, para no cumplir una orden y en el segundo, en cuanto esa mejoría se produce, aparecen en la escena las envidias de los que no prosperaron en la misma proporción. Ambas, al referirse a unos temas universales, trascienden el ámbito del pueblo en el que se desarrollan porque esa defensa del poder y esa necesidad de mejorar están siempre presentes en toda actuación.
La forma escogida, queda advertido el lector, es bastante heterodoxa, porque en el texto se incluyen documentos originales, muchos más de los que pueda soportar, para que se meta de lleno en el lenguaje y en el ambiente de la época. A cambio, quedan a su disposición estas historias en un lenguaje mucho más cercano y ameno.