POR FRANCISCO JOSÉ ROZADA MARTÍNEZ, CRONISTA OFICIAL DE PARRES-ARRIONDAS (ASTURIAS)
El Cronista de Asturias y Rector de la Universidad de Oviedo, Fermín Canella Secades, fue el principal promotor de la celebración del XII Centenario de la Batalla de Covadonga, poniendo en marcha muy variadas manifestaciones artísticas sobre el santuario.
Fue el mismo Canella quien, a finales de 1916, como representante por el Distrito Universitario y ponente de la Asamblea de Diputados y Senadores asturianos, expuso en el Senado las líneas fundamentales de cómo debería celebrarse dicho Centenario, al que -cien años después- denominamos como el de los orígenes del Reino de Asturias.
La Junta Provincial para el XII Centenario se constituyó al inicio de 1917 y le encomendó el programa a la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, la cual -en el aspecto musical-convocó a los compositores para escribir un himno dedicado a la Virgen de Covadonga, llamando a este efecto a poetas y artistas tanto de España como de la América de habla española.
Paralelamente a la celebración de XII Centenario, el obispo de la diócesis Francisco Baztán y Urniza, promovió la Coronación Canónica de la Virgen de Covadonga, para hacerla coincidir con la anterior efeméride, dando continuidad a este tipo de celebraciones que se habían puesto de actualidad, al haber sido coronada la Virgen del Pilar en 1905. El mismo día 8 de septiembre de 1918, una Bula Pontificia autorizó la coronación de la Virgen del Rocío, que se llevó a cabo el 8 de junio del año siguiente, aunque sería la de Montserrat la primera imagen de María en ser coronada en España, en 1881.
También se acordó en Asturias acuñar la Medalla de la Coronación y elegir el que sería el Himno Oficial a la Virgen de Covadonga. Cierto es que ya en 1872, el primer himno conocido había sido compuesto por el beneficiado organista de la Real Colegiata de Covadonga, Juan Bautista Guzmán, cuya partitura original se conserva en el Archivo Capitular del Real Sitio.
Cuenta la Licenciada en Musicología y profesora de instituto en Música e Historia, Susana Fernández Fernández en “Covadonga: iconografía de una devoción” -libro editado con motivo del Centenario de la Dedicación de la Basílica de Covadonga, en 2001- que se decidió convocar un concurso nacional para poner música a la letra del himno, ya escrita por el palentino padre Restituto del Valle Ruiz, monje agustino, licenciado en Filosofía y Letras, poeta y crítico literario. En agosto de 1918 este monje publicó un artículo titulado “Recuerdos y esperanzas” en el que hacía notar que la letra del himno que había escrito quería resumir la fe y la patria que se conjugan en “los vínculos de nuestra unión y hermandad, el sentimiento del esfuerzo ordenado y común y de cuanto nos hace solidarios con la tradición histórica y con toda la vida nacional”.
Todos conocemos, hemos escuchado y cantado mil veces el “Bendita la Reina de nuestra montaña, que tiene por trono la cuna de España…” en su inicial coro general, y cuya primera estrofa nunca tuvo más sentido que aquel 8 de septiembre de 1918, al proclamar “Dios te salve, Reina y Madre, del pueblo que hoy te corona…”, himno todo él popular y cargado de emotividad. Así quedó en la memoria colectiva desde hace ahora un siglo, como seis años antes había ocurrido con el himno del XXIII Congreso Eucarístico Nacional celebrado en Madrid, porque también fue el mismo Restituto del Valle quien escribió el “Cantemos al amor de los amores…”.
Bien es cierto que el obispo ovetense pensó primero en encargar el himno al famoso compositor Tomás Bretón, autor de varias óperas pero, sobre todo, especializado en zarzuelas, de las que compuso más de medio centenar (una de ellas -en tres actos- bajo el título de “Covadonga”, que se interpretó en Oviedo por última vez hace diez años).
Bretón acabó siendo el presidente del jurado que estudió las catorce obras presentadas en su aspecto musical, pues la letra estaba decidida. El ganador por unanimidad fue aquel que se presentó bajo el lema “La Cruz de Oviedo”, cuyo autor resultó ser Juan Ignacio Busca de Sagastizábal (Zumárraga-Guipúzcoa), Maestro de Capilla de la Basílica de San Francisco el Grande, de Madrid. A algunos especialistas parece que les hubiese gustado más la composición presentada bajo el lema “Tu gloria Jerusalem”, basada en temas del Himno Nacional, del también guipuzcoano José María Nemesio Otaño, jesuita.
Añade la Licenciada en Musicología antes citada, Susana Fernández Fernández que el propio compositor ganador del concurso afirmó que, para la música del himno ganador, se había inspirado en motivos de una canción que había escuchado en Santander. Busca de Sagastizábal escribió dos partituras y dejó al gusto de su esposa elegir una de ellas.
De modo que si el Himno del Principado “Asturias, patria querida”, tiene sus raíces musicales en Polonia -traídas a nuestra tierra por mineros de ese país- y las de su letra están en Cuba, por haberla escrito allí el hijo de un emigrante asturiano -como se ha demostrado en ambos casos-, para el de la Virgen de Covadonga “Bendita la Reina de nuestra montaña”, su autor vasco se inspiró para la partitura en una canción que escuchó en la capital de Cantabria, con la letra ya escrita por un palentino.
El estreno del Himno de Covadonga tuvo lugar aquel 8 de septiembre de 1918, durante la ceremonia de coronación de la imagen de Nuestra Señora de Covadonga, ante los reyes Alfonso XIII y Victoria Eugenia, siendo interpretado por las más de cien voces del Orfeón Ovetense. La Escolanía de Covadonga no se fundaría hasta el año 1945.
El autor cedió sus derechos al Cabildo de Covadonga cuatro años después, y así quedó en propiedad del Real Sitio.
La música sacra ha sido siempre importante en el culto, muy abandonada desde hace décadas en la mayoría de las parroquias, aunque no es el caso de Covadonga, donde ya había organista en el siglo XVII, aunque un órgano de cierta entidad no llegaría al coro alto de la basílica hasta 1924, con tuberías de estaño y madera. Entre otros órganos que conserva el Santuario, destaca el del muro alto del lado del Evangelio de la basílica, sobre la sacristía, donde se sitúa un gran órgano sinfónico con más de tres mil tubos, inaugurado el año 2001, con motivo del primer centenario de la construcción de dicha basílica.
Terminemos hoy con aquellos cuatro versos -menos conocidos- del inicio de la segunda estrofa del Himno oficial de Covadonga, estrenado hace ahora cien años: “…Como la estrella del alba brilla anunciando la gloria, y es el pórtico la Gruta del templo de nuestra historia”.
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