POR LEOCADIO REDONDO ESPINA, CRONISTA OFICIAL DE NAVA (ASTURIAS)
Conversaba con D. Diego sobre el asunto del tiempo, y estaba hosca la mañana, de modo que él me dijo: -Bueno, ya sabes el refrán; “Primer día de agosto, primer día de invierno”. Y un tanto radical me parece esta aseveración, aunque pueda tener algún fundamento, por cuanto en agosto, según tradición, la gente debe tener la oportunidad de disfrutar de la playa, excursiones, romerías y verbenas, así como de los variados eventos que se generan en base al buen tiempo climatológico que se supone y espera.
Fiestas y momentos agradables que se entrelazan con otros que nos muestran la otra cara de la vida. Porque, como decía José Ortega y Gasset, “Hay tiempos jocundos y tiempos de amargor”. Y una prueba de ello es la relación de personas que han faltado recientemente, que sigue a continuación. Así, el lunes l4 fallecía en Oviedo, después de larga e inapelable enfermedad, Pilar Gil Menéndez. Tenía 64 años y estaba casada con Manuel Lafuente Robledo, ovetense nacido en Grátila (Nava) y persona de trayectoria sobradamente conocida en los ámbitos de la Universidad y del deporte, con el que tuvo tres hijos; José María, Paula y Héctor. Era Pilar una mujer menuda, amable, cariñosa, atenta, siempre con la sonrisa a punto, y así quiero mantener, imborrable, el recuerdo de su figura, al lado de Manolo, amigo estimado, bajo el horru del Campetín, o deambulando por el Mercáu Tradicional que, a primeros de septiembre, se celebra en su querido pueblín de Grátila, en el que pasó tantos días felices.
Después, el miércoles 16 nos enteramos del fallecimiento, en tierras gallegas, de D. Emilio Ballesteros Castro. Y, aunque el asunto ha sido ya ampliamente comentado, quiero constatar, como naveto, que me congratula saber que sus restos descansan, junto a los de Fina, su mujer, en nuestro camposanto parroquial.
Y, por último, el sábado 19 finaba en Cezosu (Nava) Lucinda Priede Collado, a los 85 años. Lucinda era natural de Cazu (Ponga) y estaba viuda de Valentín Alonso Alonso, nacido en Ambingue, del mismo concejo. El matrimonio residía y trabajaba en Gijón, pero, a instancia de Segunda, una pariente de Lucinda, vino a Piloñeta para ocuparse de atender el bar que había en el pueblo. Ocurría esto en 1961 y, años después, decididos a quedarse a vivir en Piloñeta, Lucinda y Valentín (que tenían dos hijos; María Cruz y José Antonio), adquirieron un terreno y levantaron una casa, en cuyo bajo instalaron un bar, al que rotularon con el nombre de Peñamayor. Corría entonces el año 1970, y Lucinda ayudó mientras pudo, pero fue su hija, María Cruz, la que se mantuvo al frente del negocio hasta 2015, o sea, a lo largo de 45 años. (Llegados a este punto, conviene decir que, en la actualidad, el Bar Peñamayor, en Piloñeta, sigue abierto y en funcionamiento, pero atendido por otras personas). En cuanto a Valentín, fue durante un tiempo municipal en Nava, y trabajó en el servicio eléctrico del ayuntamiento. También hizo escobones.
En fin, con la misma tónica de tiempo enfurruñado, damos carpetazo al mes de agosto, más lluvioso y gris que de costumbre. Y menos mal que el pasado domingo, día de San Bartolo, fue posible celebrar la procesión con su imagen, por las calles de la villa, sin mayor novedad.