POR BIZÉN D´O RIO MARTÍNEZ, CRONISTA OFICIAL HOYA DE HUESTA.
Hasta los años finales del siglo XX las herramientas manuales eran el único medio de recolectar el grano, todo un proceso que tenemos registrado se venía haciendo como hacía 1.400 años, con muy pocas variaciones de como nos lo habían dejado grabado los egipcios: hoces y después guadañas para la siega del cereal, trillos o batidores de cuero y madera, que conocimos como “mallales”; la limpieza manual por medio del aventado, aunque se había llegado en Aragón a realizar unas construcciones “aventadores” compuestas por un arco y pequeña cubierta encima, que encañonaban una brisa, aunque hiciera apenas aire, pero que era suficiente y servía para “deseparar” el grano de la cáscara.
La recolección del grano de los cereales se efectuaba manualmente por grupos de segadores que hacían el corte y luego venía el agavillado y amontonado de estas gavillas, como su posterior transporte para la trilla etc..La primera modificación importante en este proceso llegaría en el año de 1834 con las primeras máquinas guadañadoras. Se trataba de una máquina que evitaba el pesado corte manual. Su concepción era muy sencilla y constaba de dos partes: un bastidor, o parte fija, que llevaba la lanza de enganche, los engranajes de transmisión de movimiento, los mandos a modo de palancas para las maniobras y un sencillo asiento elevado para el agricultor desde donde manejar podía la máquina; los órganos activos de corte consistían en una barra fija provista de una serie de púas, a manera de peine, sobre la que se deslizaba, en movimiento rectilíneo de vaivén, una hoja metálica formada por dientes o cuchillas triangulares cortantes que dividían la recolección en pequeñas gavillas, siendo el accionamiento de todo su mecanismo cortante a partir de la transmisión mecánica desde las ruedas al ser arrastrada por una o dos caballerías.
A pesar de ser una máquina que no completaba el trabajo, tal y como después se perfeccionaría, pues dejaba las gavillas en el suelo sin atar y por lo tanto requería mano de obra para ir “agavillando” detrás, aunque en este caso quedaban los montones uniformes y solamente era necesario atar y transportar al punto de la era donde se “atresnalaba” amontonando las gavillas por “tresnales”, esperando el transporte para la trilla.
Unos años después, esta máquina se completaría, transformándose en guadañadora-agavilladora, era ya una máquina más compleja que comprendía: el aparato cortador, análogo a la segadora, el tambor o molinete de madera, con cinco o seis aspas que podía dársele la posición adecuada con arreglo al corte y la densidad de mies. El transportador-elevador, compuesto por una banda de lona que pasaba sobre los rodillos y conducía la mies a otras bandas que sujetando la mies la llevaban a la mesa de agavillar. La mesa donde, un brazo compresor las conformaba y posteriormente atadas por un lazo de ligada, las gavillas pasaban a un colector, dispositivo que las agrupaba, en lugar de lanzarlas, evitando así que al golpearse perdieran granos las espigas. Toda esta serie de mecanismos estaban montados sobre un bastidor y este a su vez sobre dos ruedas, una de ellas la motriz, completándose con un timón para su enganche y un asiento para el conductor.
Atrás habían quedado las hoces y las piedras “diamantinas” para afilar su corte, al igual que las “zoquetas” para proteger las manos del segador. El agricultor, subido a su máquina, cortaba la mies y veía paso a paso el fruto de su cosecha, mas su costo era elevado, no estando estas máquinas al alcance de todas las economías, pero la falta de mano de obra, hizo acudir a los agricultores a la compra diferida, con pago posterior, en varias entregas, etc. En definitiva, la mecanización era necesaria, pero exigía un tributo.
Las primeras segadoras que comienzan a verse con profusión por nuestros campos, es en los primeros días de agosto del año 1889, y tras el éxito obtenido en los campos de Noriel (cerca de Paris) por la segadora-atadora “La Lijera” de la casa Walter A. Wood, obteniendo el primer premio en competencia con todas las demás presentadas al certamen, es traida y presentada por la empresa Lorenzo Coll a los agricultores de toda la provincia. Posterriormente, llegaba “La Universal” segadora que se debía al ingeniero burgalés D. Manuel Lizalde, compuesta por dos ruedas dentadas, 240 kilos de peso y un coste de 400 pesetas. Se vendieron las primeras en : Candasnos, La Almolda, Binaced, Binefar, Almacellas, Huerto, Alcampel, Alcubierre, Barbastro, etc. Otro gran momento importante será la venta de doce segadoras “Bradley” en Almudevar, que abrieron un mercado a la casa Rodón y Compañía. Después, vendrían las máquinas de, Leopoldo Navarro, Antonio Cristofol y otros, que en suma, con sus distintos modelos, serán los precursores de la mecanización agraria de este territorio.
FUENTE: CRONISTA