POR PEPE MONTESERÍN, CRONISTA OFICIAL DE PRAVIA (ASTURIAS)
Como cada día, procesioné al Naranco por Casares, Palacio Ramiro, Lillo, la Fuente los Pastores, cuesta arriba al Pico Paisano, hasta tocar el Sagrado Corazón; seguí el cordal por el Canto de Borbotón y el Alto la Rasa, donde las antenas, y al doblar por el camino meridional, junto a unos pinos, vi un cien pies de un metro; me agaché para observarlo, un ciclista me dio una voz para que me hiciese a un lado, le advertí que no atropellara al bicho indefenso y al adelantarme me gritó: “¡Ye la procesionaria!”. Mi móvil me dijo que puede enfermar de gravedad quien la toque, que es una plaga para los pinos, que huye de la humedad y prolifera con la subida de temperaturas, que es gregaria, se une a otras larvas formando la “procesión de pupa” cuando abandonan el pino donde nacieron y agotaron para buscar otro donde vivir… En fin, esto ya está visto, en todas las procesiones “ojerico” con el Cristo.
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