POR APULEYO SOTO, CRONISTA OFICIAL DE BRAOJOS DE LA SIERRA Y LA ACEBEDA (MADRID)
Enfrentarme a “MÁS DE MI”, Soliloquios II de Feli Reimóndez, es enfrentarme a un puzle intrincadísimo, a un rompecabezas y rompecorazones difícil de dilucidar. Lo intentaré.
¿Cómo puede esta artística mujer pensar tanto, amar tanto y, a la vez, describirlo en palabras sonantes emocionadas de tan sutil y enardecida manera? Y ¿quién soy yo para aventurarme a pluma tintada y descubierta en el grandioso bosque de sus versos enhiestos? Disculpadme el atrevimiento. Pero pues me lo ha solicitado con numantina insistencia, no consigo resistirme a su deseo. Espero dejarla satisfecha, y complacidos a sus múltiples lectores. Vayan pues por delante de sus soliloquios coloquiantes unas notas encendidas con el fervor con que me alienta.
No es la primera vez que emprendo un viaje interior a través de su dilatada poesía biográfica, que cual fuente inagotable mana y corre sin cesar. Y ya lleva en ello noventa años, pues poeta nació. La poeta sigue siendo una niña. Los niños siempre cantan la verdad, aunque se mientan a sí mismos. Y ella es esta.
No sabéis hasta qué punto Feli, que a todos recibe con una sonrisa dorada, es una creadora ensimismada, atormentada, violenta de formas y pareceres, con enorme clarividencia, y sin importarle un higo lo que digan de ella. Ha hecho su obra –como Juan Ramón- y ahí está, aquí queda. En su eternidad comprensiva nos adormiremos. Es una Alfonsina Storni, una Alejandra Pizarnik y una Gloria Fuertes, las tres juntas.
El mundo no es “bueno, bueno, bueno…”, como proclamaba con sorna romántica Espronceda, sino triste y lamentable. Y ella lo pone de manifiesto, con la hidalguía de quien ha atravesado trancas y barrancas materiales y espirituales.
Feli ha vivido y bebido hasta las heces… y nos lo cuenta dolorida para que aprendamos a vivir como ella, puros aunque terrestres…mortales.
VERSOS DE AMOR Y PENA podría yo titular su dietario, escrito con ácido humor satírico. En EL VUELO DEL COLIBRÍ cantó la luz de la naturaleza, y en su sonajería pajareril yo la encumbré, pero no era toda su verdad.
¿Cómo esta mujer tan dulce y aquiescente destila ahora poemas tan amargos? La perplejidad se me aposenta en la cabeza. No puede ser, y, sin embargo, es. Es porque ha vivido y bebido hasta las heces, porque ha sorbido todas las copas del acíbar amparando a sus hijos. Porque lo mismo se hunde que se levanta, y a todos sus semejantes asciende, aunque no lo merezcan. “Yo te doy honestidad, tú muéstrame compasión” nos está diciendo siempre.
Feli Reimóndez es la poetisa que todas las mujeres –ojo, y todos los hombres- debieran leer para reflejarse en el espejo de sus depresiones y saber salir de ellas invocando a la luz de un nuevo día, que no para de amanecer. Por lo menos hasta hoy, que ya veremos lo que pasa en este mundo contaminado y contaminador.
En las palabras encarnadas y descarnadas de Feli nos sentimos retratados todos, o más o menos. Es una poeta sensitiva, emotiva, no sensiblera, que nos da en la diana de la mente y en la diana del corazón. Releedla, por favor. Nos ha entregado la radiografía, la autobiografía de su alma, enteramente a flor de piel, y no debemos dejar que se marchite sola.
-¿Y qué nos cuenta de su estilo literario?
-Eso os corresponde a vosotros admirarlo.
No os entretengo más. Ella os va a entretener más que yo, enredados en la red arañuela de sus sugerencias, espolvoreadas día a día. Os lo certifico “ex abundantia cordis”. “Vitam plúrimam”, lectores.