POR MANUEL GARCÍA CIENFUEGOS, CRONISTA OFICIAL DE MONTIJO Y LOBÓN (BADAJOZ).
Si no padeces ninguna enfermedad ni trastorno significativo que te impida ir a la Feria, aunque solo sea un rato, no dejes de ir; merece la pena. En esta vida, a los espectáculos, se suele acudir tras pagar la entrada correspondiente ya que de lo contrario el acceso resulta imposible. Cuando vengas a la Feria, en la portada del real, nadie te pedirá la entrada, y si lo prefieres, te das un paseo, miras y te vuelves por donde has venido. Pero acude, ven a verla. Luces, sonidos, movimientos, todo tiene un son y un compás distinto, diferenciador, contrario con lo cotidiano y lo vulgar.
Podrás andar y ver, escuchar, sentir lo que la existencia pone a nuestro lado. La vida, ese sentir interesante, es disfrutar con solo estar estando, ha de aprovecharse, pues en caso contrario te alimentarás de tiempos muertos.
El tiempo, precisión de la luz, de golpe se nos ha venido encima, presentándonos ahora el rito de días y noches de Feria. Un número indeterminado e inconmensurable están dispuestos a disfrutar de ella. Hoy, la Feria, el festejo es más lúdico y social que económico. Aquellos componentes del consistorio y los mayores contribuyentes de la villa, en agosto de 1862, tuvieron objetivos más mercantiles que lúdicos, y más reformadores que continuistas. Declaraban aquellos “padres fundadores” dar nombre y crédito a la Feria, reconociendo que la agricultura y la ganadería era el primero y más sólido ramo de riqueza en estos lugares de la república.
Aquellos responsables avisaban, en el traslado de mayo a septiembre, que deseaban salir de la decadencia y de la competencia que otros ejercían. Recomendaban aguzar la inteligencia para conseguir el mejor género a buen mejor precio. Excelente programa que nada tiene que envidiar a los que ahora se promueven buscando la innovación y el desarrollo, desde la oferta del amplio espectro de organismos de nuestra administración pública.
Aunque pase desapercibido para muchos, la Feria siempre fue un buen indicador de la evolución y situación socioeconómica. La Feria ha sido un reflejo de la evolución de las costumbres, de la democratización del ocio, de cambios en las estructuras sociales y de la evolución del nivel de renta. Estamos en tiempos complicados, aunque no deben amargarnos la fiesta. Que la vida es fugaz y pasajera, la alegría breve, y las apreturas seguirán ahí, incluso después de los fuegos artificiales.
Según como están las cosas, bueno es que nos divirtamos y nos sintamos “amigos de toda la vida” sobre el resto de los mortales. Porque una Feria, normalmente, suele dar de sí; pero si encima es la nuestra, no es que de sí: es que da de sí, de ti y de mí. ¿Qué les parece esta tarjeta de Feria? “Si me ves -que iré- invítame: seguro que te lo agradezco. Tú y yo somos amigos desde hace mucho tiempo”.
Porque ahora, cuando el tiempo pinta sobre nuestra memoria, suele ponernos a veces un color sepia tenue a la nostalgia. Sobre el caballete está el lienzo montado del ayer, sobre el claroscuro se reencuentran los turroneros, el del algodón dulce, los churreros, el de las refrescantes rodajas de coco, las tómbolas, las patatas fritas, las atracciones, los cacharritos, los caballitos del tiovivo, la noria, las voladoras, la barca, el tren de los escobazos, los coches de choque… las casetas, las luces, la música, la compañía, el saludo… Todo absolutamente todo. Han venido todos. Están todos.
Es la Feria. Un gran escaparate para encontrarnos, para hablar, para escribir, para contar, para la euforia, para la alegría alterada por las copas que caen sin contemplaciones. Es la Feria. Un movimiento colectivo en una anual y pacífica rebelión de las masas que sale a la calle para no despreciar el presente, ni desdeñar el mañana. Ya es Feria otra vez. Es la Feria, bienvenida sea. (Fotografía, Crónicas de un Pueblo).